jueves, 16 de diciembre de 2010

La escasa cultura de los mexicanos




Periódico La Jornada
Jueves 16 de diciembre de 2010, p. 3

A 48 por ciento de los mexicanos no les interesa lo que sucede en la cultura o en las actividades de ese ámbito (teatro, danza, cine, literatura, conciertos), según documenta la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que mandó realizar este año el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Los resultados de esa evaluación hecha por la empresa privada Defoe Experts on Social Reporting (con un costo de más de 7 millones de pesos), fueron dados a conocer ayer por la presidenta del CNCA, Consuelo Sáizar, quien explicó que los datos permitirán evaluar las políticas públicas en el sector cultural, así como identificar las necesidades.
Ello propiciará orientar programas para que sepamos en qué invertir el dinero de los mexicanos, añadió.
En la rueda de prensa también estuvo presente Ernesto Piedras, director general de la consultoría The Competitive Inteligente Unit especializada en análisis económicos de las industrias culturales, quien se encargará de explorar los números que arrojó la encuesta, que ninguna universidad habría podido financiar.
A diferencia del estudio anterior sobre los mismos temas que se realizó en 2003, cuando sólo se encuestó a 4 mil 50 personas, ahora se realizaron 32 mil entrevistas, un millar por cada estado, cara a cara con los ciudadanos, en sus domicilios, entre el 24 de julio y el 5 de agosto de 2010.
El especialista explicó que el universo de la muestra permite una proyección de los resultados porcentuales en millones de habitantes.
De esta manera se concluye que 41 millones 645 mil 557 personas en el país están poco o nada interesadas en la cultura; sólo 11 millones 279 mil cinco personas (13 por ciento) están muy interesadas, 29 millones 498 mil 936 (34 por ciento) estarían algo interesadas y cinco por ciento no sabe o no contestó.
Los datos acerca de los consumos culturales sorprendieron a algunos de los funcionarios presentes en la rueda de prensa, otros no hicieron más que confirmar lo que desde hace años se sabe: 45 por ciento de la población nunca ha ido a un concierto o presentación de música en vivo, y 67 por ciento señaló que nunca ha visto una obra de teatro.
Ratificación de intuiciones
Cuarenta y tres por ciento de los mexicanos nunca ha ido a una biblioteca y 57 por ciento nunca ha estado en una librería o en tienda donde sólo vendan libros; 66 por ciento jamás ha asistido a una función de danza (excluyendo espectáculos escolares de hijos o conocidos); 53 por ciento nunca ha ido a una zona arqueológica oalgún sitio de monumentos históricos; 43 por ciento no conoce un museo, y 86 por ciento nunca ha ido a una exposición de artes plásticas (dibujo, grabado, escultura, pintura, arquitectura). Asimismo, 38 por ciento nunca lee los periódicos.
Pero 75 por ciento de los mexicanos ha ido alguna vez al cine, 76 por ciento escucha radio y 90 por ciento ve la televisión.
La presidenta del CNCA señaló que a partir del análisis de estas cifras, que no han hecho más que ratificar intuiciones, se diseñarán los presupuestos para cultura.
Además, informó que el consejo a su cargo tendrá un mayor acercamiento a la sociedad mediante programas, como verbenas públicas, cine en la calle o carretas de comedias, cuyos detalles anunciará el próximo año.
Para el economista Ernesto Piedras, los datos de la encuesta nacional no hacen más que reflejar que el común denominador en el país en materia cultural es la carencia, pero eso no es lo que más nos preocupa, sino la equidad, pues hay lugares donde prácticamente no se tiene ningún contacto con la cultura.
Según la encuestadora Defoe Experts on Social Reporting, que también aprovechó este encargo para evaluar los valores que guían a los ciudadanos, 44 por ciento de los encuestados siente orgullo por México, y sólo 13 y 11 por ciento, respectivamente, tiene preocupación o desilusión por el país.
En varios medios se ha publicado que esta compañía –que se anuncia como la primera empresa boutique de estudios de mercado y opinión pública en México– pertenece a Rafael Giménez Valdez, coordinador de opinión pública de la Presidencia de la República, encargado principalmente de pulsar la opinión de los ciudadanos respecto del gobierno federal.
Atlas de infraestructura cultural
En el portal de Transparencia de obligaciones del CNCA no aparece en el rubro de contrataciones ninguna referencia a la forma en la que se adjudicó a esa empresa el estudio para elaborar la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes también dio a conocer el Atlas de infraestructura cultural de México, que documenta cuáles son los recursos y bienes culturales con los que cuenta el país. El Atlas anterior se publicó en 2003, bajo la gestión de Sari Bermúdez, quien realizó el anterior análisis de hábitos culturales.
La Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales se puede consultar en la página de Internet: www.conaculta.gob.mx.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

sábado, 11 de diciembre de 2010

El Teletón o instrucciones para el sentimentalismo indoloro



Luis Ramírez Trejo. Revista emeequis. Periodismo indeleble.

"…es mucho más fácil solidarizarse con el sufrimiento que con el pensamiento."
Oscar Wilde
El cabello brilla como acabado de bolear. Él es alto, fuerte, de hombros anchos, una especie de jugador de futbol americano venido a conductor. Padece desde joven una patología en el músculo risorio que le obliga a sonreír cada cinco segundos: la dentadura de alabastro es el símbolo perfecto para las marcas de dentífricos. Marco Antonio Regil no sólo es guapo, es elocuente y séntido en el discurso:
Me duele, me duele mucho (y Marco pestañea para que duela más). A pesar de todo lo que hemos visto (y los ojillos de Marco se entrecierran). A pesar de todo lo que hace el Teletón año con año (y a Marco se le escapa una lágrima de reproche). Me duele porque no entiendo (y todo en Marco tiembla en convulsiones: la voz, la mejilla, la cadera, los testículos). No entiendo qué más tenemos que hacer para convencer a la gente que tiene su corazón duro (y Marco dice “duro” con desdén de telenovela). ¿Qué necesitamos hacer para lograr que ustedes levanten el teléfono y marquen y den un donativo al Teletón? (y Marco sorbe mocos, carraspea con la flema atorada). ¿Qué tenemos que hacer? (y Marco levanta los ojos preguntando al cielo). ¡No puedo creer que en hora y media no vamos a poder celebrar llegar a la meta! (y Marco grita como un Pedro Infante clamando por Torito). Me siento frustrado, desesperado, triste (y Marco gime, ¡por favor, ¡por favor!, ¡no me dejes!). ¡Marquen, por favor! ¡Ayuden al Teletón! (y Marco es Medea: llora como plañidera, reprocha como Pimpinela, se retuerce como gusano en sal, se ahoga, patalea, se sofoca y después… sonríe).
Marco baja la cabeza, la barbilla encajada en el pecho, los ojos en blanco, la Madre Teresa tirita bajo su smoking.
Marco Antonio Regil se retira desconsolado, la cámara acompaña su pena; su sonrisa, beatífica y congelada, da la bienvenida a Lucero. La promiscua novia de todo un continente le entra al quite; el sentimentalismo es su especialidad.
El proceso de sentimentalización se acelera, se apropia frenéticamente de sus víctimas. Hay un ideal, hay símbolos: una ilusión prefabricada. El ideal es obvio: la caridad desinteresada; los símbolos son muchos, por ejemplo, un niñito con las piernas apropiadamente deformadas. Pablito fue seleccionado porque es locuaz, simpático, fotogénico y de pilón canta bien. La realidad dolorosa de los niños con discapacidad es suplantada, reducida, simplificada, vendida y empaquetada en una cajita de ilusión tipo McDonalds con un corazón morado y la foto de Pablito.
El publico conmovido obtiene su recompensa. La ilusión rasurada de complejidades le da el placer de la sencillez. Las realidades complejas son siempre inquietantes; las versiones simplistas y edulcoradas son accesibles, cómodas, incluso deliciosas. El Teletón no sólo vende artistas, publicidad y entretenimiento, incluye en un solo y mágico acto comercial, el sentimiento de sentirnos bondadosos y caritativos al ayudar a Pablito. El acto egotista, narcisista de consumo incluye un espejo truqueado que arroja siempre una cara de generosidad.
¿Le gusta la oferta? ¿No le convence? Si llama en los siguientes dos suspiros se lleva el paquete “Teletón all inclusive”. Este paquete, además de todas las ventajas que ya le mencionamos, ofrece comodidad y olvido. Comodidad para sentirse bien ayudando a Pablito… siempre y cuando Pablito sea un ideal lejano y no impida cambiarle de canal a la hora de la telenovela o el futbol, y siempre y cuando no se lo encuentre en la puerta de su casa. Además, se lleva por el mismo precio las pildoritas de olvido. ¿Quién quiere recordar que la tremenda situación de injusticia que viven niños como Pablito y sus familias es perpetuada por quienes, como Televisa, concentran el poder económico y rechazan a toda costa cambiar un sistema que les beneficia y que sume en la miseria a familias como la de Pablito? ¿Quién desea acordarse de que su donación le permite a Televisa y demás patrocinadores evitar la molestia de pagar impuestos que podrían ser aplicados a atender –¡oh, ironía de la vida!– a niños discapacitados? La memoria en este caso es pura mala educación.
El sentimentalismo del Teletón no es más que un atajo por los laberintos emocionales. La discapacidad como instrumento de moda produce una solidaridad epidérmica, tan profunda como un chapoteadero.
Al final el público sentimentalizado es degradado y convertido en esponjita gelatinosa que lo único que sabe es absorber lágrimas de telenovela. Un público apático, conformista, a salvo de lidiar con la dolorosa realidad que no se exhibe en la pantalla chica. Un público en que toda respuesta emocional genuina, compleja, variada, activa, es reemplazada por ese simulacro de solidaridad, ese chisguete de lágrima, ese melodrama de autoindulgencia: esa cajita pestilente con forma de corazón llamada Teletón.