viernes, 8 de febrero de 2013

Incitación al Nixonicidio y alabanza a la revolución chilena



Comienzo por invocar a Walt Whitman


Es por acción de amor a mí país
que te reclamo, hermano necesario,
viejo Walt Whitman de la mano gris,

pata que con tu apoyo extraordinario
verso a verso matemos de raíz
a Nixon, presidente sanguinario,

Sobre la tierra no hay hombre feliz,
nadie trabaja bien en el planeta
si en Washington respira su nariz.

Pidiendo al viejo Bardo que me invista,
asumo mis deberes de poeta
armado del soneto terrorista,

porque debo dictar sin pena alguna
la sentencia hasta ahora nunca vista
de fusilar a un criminal ardiente

que a pesar de sus viajes a la luna
ha matado en la tierra tanta gente,
que huye el papel y la pluma se arranca

al escribir el nombre del malvado,
del genocida de la Casa Blanca.




Me despido de otros temas


Amor, adiós, hasta mañana besos!
Corazón mío agárrate al deber
porque declaro abierto este proceso.

Se trata aquí de ser o de no ser:
si dejamos vivir al delincuente
los pueblos seguirán su padecer

y el crimen seguirá de Presidente
robando a Chile el cobre en las Aduanas,
destripando en Vietnam los inocentes.

No se puede esperar una semana
ni un solo día más porque, carajo,
es por atrocidades inhumanas

que atraparemos este escarabajo
y es un orgullo para el hombre entero
que soportó el puñal de la noticia,

como instrumento duro y duradero
anunciar en la tierra la justicia:
por eso te buscaba, compañero,

el tribunal de sangre que se inicia
y, aunque sea un poeta el justiciero,
los pueblos me entregaron una rosa

para que con mi verso verdadero,
yo castigue la saña poderosa
del inmenso verdugo comandado

por el concubinato del dinero
para quemar jardín y jardinero
en países remotos y dorados.


La canción del castigo

No hay que contar con su arrepentimiento,
ni hay que esperar del cielo este trabajo:

el que trajo a la tierra este tormento
debe encontrar sus jueces aquí abajo,
por la justicia y por el escarmiento.

No lo aniquilaremos por venganza
sino por lo que canto y lo que infundo:
mi razón es la paz y la esperanza.

Nuestros amores son de todo el mundo.

Y el insecto voraz no se suicida
sino que enrosca y clava su veneno

hasta que con canción insecticida,
levantando en el aiba mi tintero,

llame a todos los hombres a borrar
al Jefe ensangrentado y embustero,
que mandó por el cielo y por el mar

que no vivieran más pueblos enteros,
pueblos de amor y de sabiduría
que en aquel otro extremo del planeta,

en Vietnam, en lejanas alquerías,
junto al arroz, en blancas bicicletas
fundaban el amor y la alegría:

pueblos que Nixon, el analfabeto,
ni siquiera de nombre conocía
y que mandó matar con un decreto

el lejano chacal indiferente.


Él


Al criminal emplazo y lo someto
a ser juzgado por la pobre gente,

por los muertos de ayer, por los quemados,
por los que ya sin habla y sin secreto,
ciegos, desnudos, heridos, mutilados,

quieren juzgarte, Nixon, sin decreto.


El juicio


Convocada por mí la tierra entera
que cabe, lo verás, en mi soneto,

dará el dictamen de la primavera,

frente a frente, mirando tu esqueleto,
para que nunca más madre ninguna

se desangre en las tierras arrasadas
cargando al sol, bajo la triste luna,
un niño que levanto como espada

frente al cuello de Nixon, camarada.


El cobre


Al cobre lo llamábamos chileno
porque nacía de chilenas manos
y nuestro territorio estaba lleno

del subterráneo sol cordillerano,
del cobre que no estaba destinado
a los piratas norteamericanos.

Hasta que yankizado hasta el ombligo
el presidente Frei, momiocristiano,
regaló nuestro cobre al enemigo.

Pero mi pobre Patria intransigente
esperó entre el saqueo y las escorias,
entre Chuquicamata y El Teniente,

la hora de despertar, y se comprende
que, con el pabellón de la victoria,
dé un solo golpe Salvador Allende

de los colmillos norteamericanos
rescató el cobre, para siempre ahora,
devolviéndolo a Chile soberano.


Victoria


Honor a la victoria apetecida,
honor al pueblo que llegó a la hora
a establecer su derecho a la vida!

Pero el ratón acostumbrado al queso,
Nixon, entristecido de perder,
se despidió de Eduardo con un beso.

Cambió de embajador, cambió de espías
y decidió cercarnos con alambre:
no nos vendieron más mercaderías

para que Chile se muriera de hambre.

Cuando la Braden les movió la cola
los momios ayudaron la tarea

gritando «Libertad y cacerolas»,
mientras que los parrones victimarios
pintaban de bondad sus caras feas

y disfrazándose de proletarios
decretaban la huelga de señores
recibiendo de Nixon los dineros:

treinta monedas para los traidores.



La herencia


Así Nixon comanda con napalm:
así destruye razas y naciones:
así gobierna el triste Tío Sam;

con asesinos desde sus aviones,
o con dólares verdes que reparte
entre politijarpas y ladrones.

Chile, te colocó la geografía
entre el océano y la primavera,
entre la nieve y la soberanía

y ha costado la sangre de la gente
luchar por el decoro. Y la alegría
era delito en tiempo precedente.

Recuerdan las masacres miserables?
Nos dejaron la patria malherida
a golpes de prisiones y de sables!


A ti te llamo


Esto heredamos de los anteriores
y hoy que el rostro de Chile se agiganta,
cuando echamos atrás tantos dolores,

te necesito, mi joven hermano,
joven hermana, escucha lo que digo:
yo no creo en los odios inhumanos,

y no creo que el hombre es enemigo:
creo que con tu mano y con mi mano,
frente al malvado y contra sus castigos,

llenaremos la Patria de regalos
sabrosos y dorados como el trigo.


Regresa el trovador


Por eso estoy aquí en tu compañía.

De vuelta estoy como un enamorado
tocando el sol, el aire, el mar chileno
sufriendo de partir y haber llegado.

Siempre mi corazón estuvo lleno
como una copa de fulgor dorado
de Chile, de su cántico sereno.

Nunca mi Patria de dulzura y nieve
fue para mí substancia pasajera.
O fue terrible herida en mis entrañas

o luna derramada en la pradera.
Yo puse mi raíz en tus montañas
y florecí sobre las cordilleras.

(Yo nunca estoy afuera en tierra extraña
porque mi poesía es tricolor
y vivo todo el año en tu bandera.)

Por eso Patria blanca y estrellada,
Patria roja y azul, Patria primor,
Patria chilena, Patria delicada,

yo escuché desde lejos tu tambor.

Y me acerqué intranquilo a tu morada.

Quedé sobrecogido de dolor!


Son los de ayer


Miré que lo que el pueblo construía
después de tantos años de tormento:
la bandera de tu soberanía

por fin con sus colores en el viento,
era atacada por la turbulencia
del anacrónico establecimiento

y que te amenazaba la demencia
de los feudales y de los violentos;
el pasado con negra consecuencia

quiere otra vez tu sangre derramada.
Y la guerra civil es sacerdocio
para los que no hicieron nunca nada

sino vivir de incógnitos negocios.

Amo la paz por variadas razones:
una es porque el canto del trabajo
se une al color solar de los limones.

Y porque los programas populares
producirán tractores y cerezos:

todo lo hace el amor y los amores
del pueblo en su batalla y su proceso.


Aquí me quedo


Yo no quiero la Patria dividida
ni por siete cuchillos desangrada:
quiero la luz de Chile enarbolada
sobre la nueva casa construida:

cabemos todos en la tierra mía.

Y que los que se creen prisioneros
se vayan lejos con su melodía:

siempre los ricos fueron extranjeros.

Que se vayan a Miami con sus tías!

Yo me quedo a cantar con los obreros
en esta nueva historia y geografía.


Ven conmigo


Por esto estoy aquí en tu compañía:
por Chile, por su azul soberanía,

por el océano de los pescadores,

por el pan de los niños ruiseñores,
por el cobre y la lucha en la oficina,

por nuestra agricultura y por la harina,
por el buen compañero y por la amiga,

por el mar, por la rosa y por la espiga,
por nuestros compatriotas olvidados,

estudiantes, marinos o soldados,
por los pueblos de todos los países,

por las campanas y por las raíces,
por los caminos y por los senderos
que llevan a la luz al mundo entero

y por la voluntad liberadora
de las banderas rojas en la aurora.

Con esta unión están mis alegrías.

Lucha conmigo y yo te entregaré
todas las armas de mi poesía.


una historia vulgar


Doña Cacerolina Lagañín,
encumbrada en el trono de su plata,
estuvo a punto de llorar por fin,

y casi a punto de estirar la pata,
al saber que es posible gobernar
a Chile por el pueblo popular.

Para Cacerolina un maremoto
no le daría tanto descontento.
Esto de ver por todas partes rotos

le causaba un horrible sufrimiento:
«Aquel siútico es más que suficiente».
«Después de todo es él nuestro sirviente

y al procer Viaus: salvó con su dulzura.»
«El servirá de cepillo de dientes,
lo echaremos después a la basura. »

Ahora lo importante es lo que pasa,
dijo Cacerolina Lagañín
y armada de una sartén salió de casa,

dispuesta a convertirlo en un violín
para pelear «contra rotos groseros
que son en Chile rotos extranjeros».

Doña Cacerolina, bien nutrida,
tuvo un pequeño asomo de desmayo
cuando encontró en la calle solo viejas

que como ella sonaban sus sartenes.
Luego entre mil suspiros y sostenes
volvió a su poderío y su jardín,

doña Cacerolina Lagañín

dejó a cursis dernocratacrististas
peleando contra rotos comunistas
luego bailando el Vals Sobre las Olas

volvió a Las Condes con placer sincero

porque a la vuelta de las cacerolas,
pasó a los brazos de su jardinero
gastando bien su tiempo y su dinero.



Leyendo a Quevedo junto al mar


Viviendo entre el océano y Quevedo,
es decir entre graves desmesuras,
leyendo el mar y recorriendo el miedo

del poeta mortal en su lamento
comprendo la razón de mi amargura.

Porque mi corazón no está contento.

Chile es golpeado por la misma gente
que nos destinan al sometimiento
y amenazan con uñas y con dientes.

Los intereses son como ciclones,
rompen la tierra y todo lo que vive:
encallan en Vietnam las invasiones,

fracasan en la espuma del Caribe.


Una lección


Volviendo a Nixon vuelvo a ser dichoso:
porque juzgar delitos incesantes,
ordenados por un ignominioso,

es deber de un poeta caminante.

Hoy, desde Chile revolucionario,
volvamos a los dueños del erario,
retornemos al Jefe del dinero.


A verso limpio


Horademos a Nixon, el furioso,
a verso limpio y corazón certero.

Así pues, decidí que falleciera
Nixon, con un disparo justiciero:
puse tercetos en mi cartuchera.

Y por los tribunales venideros,
abriendo puertas, cruzando fronteras,
recluté hombres callados y severos,

caídos en sangrientas primaveras.


Retrato al hombre


Hay que juzgar las manos maculadas
por muertos que mató con su terror

y que bajo las tierras desolladas
surgen como semillas de dolor.

Porque ésta es una edad nunca soñada.

Y Nixon, el ratón acorralado,
con los ojos abiertos de temor

ve renacer banderas fusiladas.

Fue en Vietnam cada día derrotado.
En Cuba es derrotado su furor
y ahora en el crepúsculo aterrado,

quiere roer en Chile el roedor,
sin saber que minúsculos chilenos
le van a dar una lección de honor.


Paz, pero no la suya


¡Paz en Vietnam! Mira lo que has dejado
adentro de esa paz de sepultura
llena de muertos por ti calcinados!

Con un rayo de eterna quemadura
preguntarán por ti los enterrados.
Nixon, te encontraran las manos duras

de la revolución sobre la tierra
para humillar tu pálida figura:

será Vietnam que te ganó la guerra.

Nixon no creo en tu vencida paz!
Tu invasión fue diezmada y fue vencida
cuando ya no podías perder más.

Y cuando tus aviones homicidas
caían como moscas abatidas
por los disparos de la libertad!

Esta no fue tu paz, Nixon sangriento!
Nixon, sanguinolento presidente:
es tu medalla de remordimiento!

Es la paz de los pueblos inocentes
que tú entregaste al fuego y al tormento!
Es de Vietnam la paz desfigurada

por tus embajadores y papeles.
Es la paz de una tierra desangrada
y que ha llenado al mundo de laureles

brotados de la sangre derramada:

Es la victoria de Ho Chi Minh ausente
la que obligó a tu mano ensangrentada

a confirmar la paz de esos valientes.


Cuba, siempre


Pienso también en Cuba venerada,
la que alzó su cabeza independiente
con el Che, con mi insigne camarada,
que con Fidel, el capitán valiente

y contra retamares y gusanos
levantaron la estrella del Caribe
en nuestro firmamento americano.

Notifico que son los adversarios
De Vietnam, esos mismos «caballeros»
seguidos de cubanos mercenarios,

armados de metrallas y dinero,
los que contra tu viento libertario
invadieron la nueva claridad.

Y allí quedaron muertos o atrapados
los que iban a matar tu libertad.

Ay Nixon donde vas y te presentes
Cuba no da cuartel ni caridad!

Cuba y Vietnam son nuestros precedentes
contra las agresiones de esta edad!

(Chile defenderá con sus valientes
como aquellos dos pueblos insurgentes
su revolucionaria dignidad.)


Sobre conspiraciones


Entre la Kennecott y las batallas
que dentro de mi Patria van urdiendo
contra el pueblo anacrónicos canallas,

Chile va, traspasado y sacudido,
sobre la turbulencia, construyendo
lo que nunca le fuera permitido:

trabajar y vivir sin desaliento
para que en Chile manden los humanos
y se cubra de frutos populares

el territorio antártico y lejano

y den las viñas de su geografía
el vino del amor y la alegría!


Duelo de Chile


Hora terrible! Aquel mejor soldado
cayó en la arena de la Capital
y sabe el mundo que fue asesinado:

su asesino se dice «nacional».
Un traidor, ahora encarcelado
director del asalto criminal,

dijo que un presidente despechado
dio la luz verde al crimen espantoso.
El Mandatario aquel está callado

como si no escuchara en su reposo
el clamor que recuerda a los malvados,
el acontecimiento vergonzoso.

(Ahora el Mandatario destronado
es el aliado de los poderosos
y su oscuro silencio ha continuado.)

Schneider sigue siendo traicionado

y la conspiración que continúa
cuenta con los injustos magistrados
por cuyas manos la injusticia actúa.


Que no, que nunca


No entrará en esta casa con puñal
el sobrino del tío senador
a asesinarnos otro general.

Ningún demente mate tu esplendor
y nos lleve a la guerra despiadada:
a la noche del duelo y del terror.

No me muestres la sangre en tu morada.
Dame tu resplandor de catarata,
luz longitudinal, patria nevada.

El incendiario no re hará ceniza,
y no se macarán entre chilenos,
Patria mía celeste y movediza-

Fuera de aquí la hiena y el escualo!

Que no maten los malos a los buenos,
ni tampoco los buenos a los malos.

Soy un poeta sin ningún precepto
pero digo, sin lástima y sin pena:

no hay asesino bueno en mi concepto.


L. E. R.


El furioso que agache su estatura
bajo la luna, en la pampa de plata,
Patria que Recabarren transfigura

enseñando verdades y caminos
que ayer se abrieron en la tierra oscura
y hoy son la condición de su destino,


Contra la muerte


A la guerra civil como condena
nos conduce el amargo forajido.
El desplazado de la boca liena

quiere quitar a otros la comida,
y otro que con su herida se envenena
reparte los venenos de su herida.

A la guerra civil de los contrarios
quieren llevarnos garras fratricidas,
sin saber que chilenos adversarios

siempre amaron las leyes de la vida.
Y no triunfa el más noble ni el más fuerte
desangrando la tierra preferida

y cambiando la vida por la muerte.

La tierra que nos dio las alegrías,
la que nos enseñó el padecimiento
florecerá con todos algún día:

no neguemos la luz al descontento.
Que cada hombre lleva en su porfía
lo mejor de su ciencia y su momento.


Nunca


Solo el que mata es la categoría
que dejo fuera de mí sentimiento.
No llevemos la Patria a la agonía

condenada a la sangre y al lamento.

Y contra eso está mi poesía
que va por todas partes, como el viento.


El gran silencio


Es tarde ya. Se han ido los malvados.
Schneider, desangrado y malherido,
ha muerto, el crimen está consumado.

Un gran silencio cubre nuestras vidas:
El estupor de un pueblo deshonrado,
el clamor de la Patria estremecida.

Cien hombres contra un solo soldado:
fueron cien los cobardes forajidos
contra mi general asesinado,

El espionaje norteamericano
ordenó a un renegado y sus hampones.
Y Caín otra vez mató a su hermano.

Sangre, dolor, coronas y crespones!

En el alma de Chile sepultado,
despedido por nuestros corazones,
quedó mi general asesinado.


Es triste


Desde entonces un río nos divide:
agua sangrienta, barro de marismas!
No hay nadie en esta tierra que lo olvide.

Desde entonces la Patria no es la misma.


Mi general, adiós


Desde entonces tu sangre ha separado
dos zonas hasta ahora divididas:
el rencor que amenaza por un lado

y el pueblo que acompaña tus heridas.

Y hasta ahora tu estirpe de soldado
cerca de Allende, claro presidente,

defiende al pueblo y a su nuevo Estado

(como si aún tu mano militante,
aún después de ser martirizado,
cumpliera su deber de comandante).

Adiós, mi general asesinado!

Vivirá tu recuerdo de diamante
en lo más alto de la cordillera.

La Patria va contigo en cada instante
por el camino de la primavera.


Mar y amor de Quevedo


Aquí en mi casa de Isla Negra leo
en el mar y en el verso favorito,
en la palpitación y el centelleo

del mar amargo y del amor maldito,
la misma espuma de la poesía:
el mar que se ilumina en la ruptura

y yo leyendo con melancolía,
a Quevedo, su amor y desventura.

Tal vez es mi destino diferente:
mi pecho militar de combatiente
me inclinó a las guerrillas del Estado:

a conseguir con la paciencia ardiente
de la verdad y del proletariado

el Estatuto de la pobre gente.


La victoria


Y así llegué con Allende a la arena:
al enigma de un orden insurgente,
a la legal revolución chilena

que es una roja rosa pluralista.

Y fue con mi Partido Comunista
(bello como un desfile proletario)
cuando en el mundo un día sobrevino

este camino revolucionario.

Hacia los pueblos alzo nuestro vino
con la copa a la altura del destino.


4 de septiembre de 1970


Un recuerdo: por fin hay unidad!
Viva Chile, Aleluya y Alegría.
Viva el cobre y el vino y el nitrato.

Que vivan la unidad y la porfía!
Sí, señor. Tiene Chile candidato.
Costó trabajo era una fantasía.
hasta que hoy la lucha se comprende,

Marchar, marchar como la luz del día.

El presidente es Salvador Allende.

Toda victoria es un escalofrío,
porque si gana el pueblo hay una racha
que entra por el testuz del envidioso.

(Uno sube y el otro a su covacha
baja huyendo del tiempo y de la historia.)

Mientras que Allende sube a la victoria
se van los Baítras como cucarachas.


Desde aquel día


Desde aquel día el mundo, al despertar,
encontró a Chile y su fisonomía
alzando la victoria popular

y en el coro mundial de la alegría
cantaron nuestra tierra y nuestro mar.

Fue por aquellos días que un poeta
provinciano, salido de Parral,
en Estocolmo recibió un cometa

de las manos de un rey profesional.
Y así el nombre de Chile saludado
fue por ciudades, minas, sementeras,

como un laurel del pueblo conquistado
durante lucha larga y vida entera.

(Yo agregué a Chile y a su geografía
el canto de mi vida pasajera
con el torrente de mi poesía.)


Reviven los gusanos


Luego llegó la dura condición
y los gusanos en su rebelión
en el estiércol de la oposición

rodearon a sus turbios candidatos
de mentidores y de mentecatos,
de lenguaraces y de asesinatos,

descubriendo una táctica «imprevista»:
«En Chile hay un peligro comunista! ».

E intercambiando besos espantosos
momiocristianos y momios furiosos:

con la publicidad y la pistola,
contra Allende y el pueblo congregado,

llevan la sedición ola por ola
momios tibios y momios congelados.


Diario de loros


Y desde Nueva York el dirigente
es el Gerente de la Pepsicola

(que ése sí se portó como un valiente:
se arrancó con su piara y con su cola).

Instruye desde allá sus carcamales.
Pontifica El Mercurio cada día:
Nixon le dicta los editoriales.

Es un diario «chileno» Mama mía!
Ay qué cinismo, qué melancolía
la de estos loros de pajarería!


Paro pasional


Detrás de la I. T. T. con sus puñales
y los enredos de su felonía
brotan los Pillarines criminales

y otros mondongos de la oligarquía:
falsos adelantados sindicales,
médicos de curiosos delantales,

camioneros de pronto enriquecidos,
Colegios de Abogados Presumidos
querían aprender los viejos vicios
de nuestros elegantes meretricios.

(Los oligarcas por sus propios fines
quieren usar para sus píes patricios
o clase media o ciase calcetines.)

Y con Níxon de fondo principal
se lanzaron al Paro Patronal

bien cebados dispuestos a que ayune
el que no es del Partido Nacional.

El hambre de los otros los reúne
y Fuentealba les vende su puñal.

Así por la I. T. T. desenfrenados
sembraron el terror organizado;
padres y tíos de un Negro Mercado
oscuro como todos sus pecados.

Contra la Patria se lanzaron codos
huelga de burros, huelga de rollizos,
huelga de playboys advenedizos,

huelga de banquerizos principales,
enchufados en los Bancos Centrales,
y pálidos idiotas de rehenes

con dueños de los grandes almacenes:
escondieron sardinas y cebollas,
aceite, harina, cigarrillos, ollas

para dejar sin pan sin luz sin nada
al pueblo y a la patria apuñalada.


Locos y locuelos


Pee y Punto Final, que marchan, juntos
como va el explosivo con la mecha
y se confunden en un mismo punto
ultras de izquierdas y ultras de derecha,
duros de la derecha y de la izquierda,

trabajan juntos en la misma brecha
para que la victoria conseguida
por un pueblo que lucha y que recuerda
(el cobre, el pueblo, la paz y la vida),

todo lo manden ellos a la mierda.

Y así están juntos en el mismo cielo
los locos de derecha y los locuelos.



Yo no me calió


Perdone el ciudadano esperanzado
mi recuento de acciones miserables
que levantan los hombres del pasado.

Yo predico un amor inexorable.

Y no me importa perro ni persona:
solo el pueblo es en mí considerable:
solo (a Patria a mí me condiciona.

Pueblo y Patria manejan mi cuidado:
Patria y pueblo destinan mis deberes
y si logran matar lo levantado

por el pueblo, es mi Patria la que muere.

Es ese mi temor y mi agonía.

Por eso en el combare nadie espere
que se quede sin voz mi poesía,



Siempre advirtiendo


Pueblo, en el intranquilo vendaval
cierra los puños y rechaza el mal.

Todas las noches aullarán las hienas
manchando la revolución chilena.

Todos los días quiere el adversario
borrar el fuego revolucionario

y dividir las armas unitarias
de la victoria revolucionaria.

Y quieren los amargos desplazados
enterrar los laureles conquistados,



Otra vez advirtiendo


Traigo aquí un señal de una emergencia,
toco a rebato al pueblo vencedor.

Hay que juntar la fuerza y la conciencia:

Chile es una batalla de existencia:
batalla del honor y del amor.



Con la centella


Pueblos, mirad el horizonte claro
y con nosotros al joven Lautaro.

Pueblos, el inundo nuestra llama sigue
y con nosotros va Manuel Rodríguez.

Pueblo, no volveremos al pasado
porque va Balmaceda a nuestro lado.

Venceremos! El pueblo es soberano
y su mano decide la centella
en la defensa del género humano:

En la noche del mundo nuestra estrella,
la veneran los pueblos más lejanos!


Mi compañero Ercilla


Comencé con Walt Whitman, viejo hermano
del antiguo esplendor americano.

Vino Walt Whitman y me dio la mano.

Ahora llamo a un noble compañero:
entre todos y todo fue el primero
don Alonso de Ercilla, el duradero.

Lo llamo a la batalla y la esperanza,
a la Revolución y a mi Alabanza
y termino con él en compañía,

cantando a coro y a plena alegría;
la misma antigua lucha esplendorosa

viene del fondo de la Araucanía
y nuestra poesía no reposa.


Habla don Alonso


«CHILE, FÉRTIL PROVINCIA Y SEÑALADA
EN LA REGIÓN ANTARTICA FAMOSA,
DE REMOTAS NACIONES RESPETADA
POR FUERTE, PRINCIPAL Y PODEROSA.
LA GENTE QUE PRODUCE ES TAN GRANADA,
TAN SOBERBIA, GALLARDA Y BELICOSA,
QUE NO HA SIDO POR REY JAMÁS REGIDA,
NI A EXTRANJERO DOMINIO SOMETIDA.»


Juntos hablamos


Junto a los Andes una llamarada
y desde el mar una encendida rosa
CHILE, FÉRTIL PROVINCIA Y SEÑALADA.

Hoy fulgura en la noche luminosa
de América, tu estrella colorada
EN LA REGIÓN ANTARTICA FAMOSA.

Y así, por fin, tu estrella liberada
emergió de la sombra silenciosa,
DE REMOTAS NACIONES RESPETADA,

El mundo divisó la llamarada
y en tu honor repitió la voz gloriosa:
LA GENTE QUE PRODUCE ES TAN GRANADA:

tan unida, tan ciara y valerosa,
la Unidad Popular es tan florida,
TAN SOBERBIA, GALLARDA Y BELICOSA,

que en esta lucha jugará su vida
contra las turbias bandas sediciosas.

La estirpe popular esclarecida
es como ayer fecunda y orgullosa
Y NO HA SIDO POR REY JAMÁS REGIDA.

Y aunque sea atacada y agredida
Chile, mi Patria no será vencida
NI A EXTRANJERO DOMINIO SOMETIDA.

FIN

Isla Negra, enero 1973

DIARIO DE UNA MADRE MUTILADA


(Artículo publicado en el semanario Proceso. Autor: Noé Zavaleta. 7 febrero 2013)



¿Qué le hicieron a mi niña?

El día en que mataron de seis balazos a su hija Irene Méndez, el Diario de una madre mutilada comenzó a escribirse en una libreta negra de pasta dura.
La obra poético-literaria se fraguó de manera ininterrumpida durante 29 días. Las únicas pausas y espacios para la escritura fueron las lágrimas y el desasosiego de los recuerdos.
Mientras Irene Méndez era velada por familiares y amigos, en un rincón Esther Hernández Palacios, su madre, no cesaba de repetir: “¿Qué le hicieron a mi niña?”. En momentos en que eso ocurría, Fouad Hakim, el esposo de Irene, aparecía sin vida en un muladar, con el cuello cercenado. La autopsia reveló que lo dejaron desangrarse.
El 8 de junio de 2010 se convirtió en un parteaguas para la sociedad de esta capital veracruzana, que a lo lejos y de forma dispersa escuchaba de balaceras, ejecutados, cercenados, “levantones” y enfrentamientos en el norte del estado –que hace frontera con Tamaulipas–, en los Tuxtlas y en el sur, pero nunca aquí. La noticia de la ejecución de la pareja sacudió a Xalapa.
Después la cosa se puso peor. Al iniciar 2011 se contabilizaron 14 muertes en la colonia Casa Blanca, al norte de la capital. También se desataron balaceras afuera del centro comercial Plaza Cristal y en el estacionamiento de Wall Mart, y hombres armados rafaguearon el Palacio de Justicia Federal.
El crimen organizado le perdió el respeto a la “Atenas Veracruzana”.
En el resto del estado circulaban noticias de embolsados en el sur, decapitados en el norte, enfrentamientos y abatidos en el centro, extorsiones y secuestros desde Panuco hasta Las Choapas.
Hace 30 meses, el matrimonio Hakim Méndez fue arteramente asesinado. Irene y Fouad ya descansan en un panteón de Bosques del Recuerdo, pero Esther Hernández Palacios, la académica y exdirectora del Instituto Veracruzano de Cultura en el sexenio de Fidel Herrera Beltrán sigue clamando justicia, igual que lo hacen cientos de miles de mexicanos en todo el país.
Diario de una madre mutilada –Premio Bellas Artes de Testimonio, “Carlos Montemayor”– es un grito de vida y resistencia en tiempos de guerra. Su autora, la madre de Irene, lo escribió con dos únicos objetivos: “Para seguir viva y para que ella (Irene) no se olvide”.
Esther Hernández sólo encontró refugió y consuelo en ese libro, cuyas 104 páginas fueron sus pilares para poder salir adelante.
Lo hizo, dice, “para poder seguir viva, aunque no tenga resignación y no tenga silencio. Lo que me pasó ha cambiado mi PH, pues antes tenía un sueño de piedra y ahora es frágil, despierto al menor ruido. Antes se me dificultaba llorar y desde ese 8 de junio lloro todas las noches”.
El viacrucis de dolor
En 28 meses los días han pasado lentos, tortuosos y flagelantes para Esther Hernández, desde que su suegra le dio el aviso: “hirieron a tu hija”. Luego vino el reconocimiento del cadáver, la cremación y posterior entrega de cenizas de Irene, hasta el trance final de recoger, de propia mano, los cuadernos fotográficos, ropa y perfumes del departamento donde su hija comenzaba a construir su propia familia.
“Uno nunca piensa en la muerte de una hija. Yo, cuando pienso en la mía, me imagino en mi cama, rodeada de mis hijas y nietos, que rezan para ayudarme en el trance final. Así murió mi madre, así rezamos juntas alrededor de su lecho, para ayudarla a cruzar el umbral.
“Uno nunca piensa que a su hija de 26 años, en tratamiento para embarazarse, la van a asesinar una noche, haciéndole 6 agujeros en su cuerpo. Uno nunca se imagina reconociendo su cadáver. Nunca esperando en el crematorio sus cenizas.
“Quiero llorar hasta formar un lago en el que tu cuerpo ardiendo se apague. Yo no quería quemarte, yo no quería que las llamas te extinguieran. Después de unas horas, tengo en las manos una caja de madera. Esto queda de ti: polvo, cenizas. Son tu juventud, tu inteligencia, tu fuerza y tu belleza. ¿También cenizas se volvió tu amor? ¿Dónde estás realmente mi pequeña?”, reflexiona Esther Hernández en unos fragmentos del libro, que Apro reproduce con permiso de la autora.
Esther Hernández admite que en esos días aciagos no cejó en la tentación de revisar los periódicos, las esquelas, las agencias de prensa, los noticieros de televisión. Todos, sin excepción, aludían al cruento asesinato de una joven pareja, hija ella de un empresario y una maestra en literatura.
Tantos espacios, fotos y tinta regada, que la adolorida madre llegó a pensar: “Si pudieran vivir un poco más, cada vez que mencionan sus nombres, cada vez que los escriben”.
En la prensa también, Esther también encontró cosas desagradables: el lucro del dolor, con sabor a raja política. En aquel entonces el PAN protestó por el asesinato de Fouad Hakim, y hasta el entonces candidato a gobernador de ese partido, Miguel Ángel Yunes Linares, organizó una marcha para exigir seguridad.
“Fouad, mi yerno, no estaba afiliado ni a éste ni a ningún partido político, pero para los políticos mexicanos no existen límites ni barreras de ninguna especie. Todo puede entrar en su juego: incluso una cabeza cercenada puede servirles de balón”, dice.
Más desagradable aún fue obligar a Esther Hernández a participar en las reuniones del gabinete de seguridad del entonces gobernador, Fidel Herrera Beltrán, sentada entre gendarmes, mandos navales, policías y burócratas en traje de alta costura. La exdirectora del IVEC escuchó a lo lejos –según narra en su libro– que el doble asesinato perpetrado por el crimen organizado no quedaría impune.
Oración vacua que contrastaría después con un regaño del propio Herrera Beltrán a todos los artistas, empresarios, académicos e intelectuales que firmaron un desplegado recriminando al gobierno de Veracruz la falta de seguridad en el estado, así como la exigencia de justicia. El gobierno fidelista aplicaría la retórica política de “estás conmigo o estás contra mí”.
Colectivo por la Paz, el refugió
Desde la muerte de Irene Méndez, y pasado el tiempo de lamer heridas que no han sanado, Esther Hernández encontró refugió en el Colectivo por la Paz, del poeta Javier Sicilia. También se convirtió en seguidora de la causa del cura Alejandro Solalinde y de toda aquella protesta, marcha o acción que sirva para gritar “no más sangre” y “queremos paz”.
Hernández Palacios participó en la última protesta del 2 de noviembre pasado en esta capital. El pañuelo bordado, tendido en el primer cuadro de la ciudad, con el nombre de Irene Méndez, quedó muy cerca del de la corresponsal de Proceso en Veracruz, Regina Martínez.
La poeta justifica así su presencia en el colectivo: “No podemos cruzarnos de brazos. No puedo estar tranquila. No, mientras sigan matando en las calles”.
Añade:
“No he dejado de llorar, pero por eso sigo viva. Seguimos en esta lucha por la justicia y por el cese a la violencia, pero unidos, con el colectivo, con otras madres, solos no valemos nada, tenemos que seguir alzando la voz, y cuando los de la fila de adelante se cansen, vendrá la de atrás. Queremos, quiero un mundo mejor para mis nietos”.
En una parte de su libro y en la entrevista con este reportero, la exdirectora del IVEC admite que le molesta e incomoda cuando la palabra “asesinato” se quiere matizar en la muerte de su hija.
“Irene no murió en forma accidental. No hay por qué ocultarlo. Fue asesinada, porque nuestro país, nuestro estado, nuestra región, están en guerra, y ella ha sido una víctima más”.
El de Esther Hernández es un libro terapéutico, intimista, visceral, caótico, abridor de heridas, que a su vez sirvió para cocerlas.
“El mundo se podía caer a mi alrededor, pero llegaba a mi casa y veía a mis tres hijas y había felicidad y tranquilidad. Hoy ya no tengo nada de eso. Yo era una Esther Hernández antes del 8 de junio y una Esther después de esa fecha. Mi vida cambio 360 grados”.
Durante los 40 días posteriores al asesinato de la joven pareja Hakim-Méndez, a la propia Esther Hernández le asignaron unos “ángeles empistolados” con arma automática al cinto, lista en todo momento para ser desenfundada y accionada por una mano diestra. Son “ángeles” entrenados para repeler cualquier ataque del crimen organizado.
“Mis ángeles empistolados me dan información sobre los códigos que funcionan en esta guerra, me enseñan a sobrevivir: ‘Después de 40 días, usted ya no peligrará’. Cuarenta días me cuidé después de parirte, cuarenta días debo cuidarme después de tu muerte” (…)
“Mi maestra, si oye balas tírese debajo, por si acaso, le voy a enseñar a protegerse, porque vivimos tiempos difíciles. Ellos (nunca los nombra en su libro, siempre dice “ellos” cuando se refiere “a los otros”, al “enemigo”) no tienen corazón, pero es peor aún que nos encuentren con miedo. Si oye balazos o se nos cierra un vehículo, tírese al suelo del coche y no se levante por ningún motivo”.
En el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Sicilia, dice, ha tenido la oportunidad de conocer a madres, padres, esposos, esposas, familiares, pues, de personas asesinadas o desaparecidas: “Hemos llorado juntas, nos hemos abrazado y reconfortado, aunque ya nada es igual”.
“No hay varita mágica para la inseguridad”, subraya.
Para Esther Hernández Palacios, algún día la ola de inseguridad terminará. Su tesis es ésta: “No hay mal que dure mil años, ni estado que lo resista”. Fueron muchos años de corrupción, agrega, los que permitieron la formación y asentamiento de cárteles de la droga en el país, en el estado, en la región, razón por la que es tonto pensar que la inseguridad se va a terminar por arte de magia o por una decisión emanada de una oficina gubernamental”.
La autora de Diario de una madre mutilada asegura que piensa seguir en esta ciudad y en Veracruz, y que no va a claudicar,, pues sería abandonar la lucha y el recuerdo de su hija, asegura.
“Espero poder reconstruir mi corazón con los fragmentos que le quedan. Nunca será el mismo, lo sé, pero servirá si consigo que siga latiendo. Uno se las ingenia para caminar con un solo pie o vestirse con una sola mano, para abrazar a dos hijas y nietos con un solo brazo. Aunque dicen que nunca deja de doler un miembro mutilado”, reseña en su libro.
Hoy el principal soporte son sus nietos. Uno de ellos lee el título y le recrimina: “Qué feo titulo, ¿por qué le pusiste así?”. Ella: “Porque así me siento”. El nieto responde: “No te preocupes, mi hermana y yo te lo vamos a volver a coser”.