miércoles, 20 de noviembre de 2013

Decimos NO al miedo y a la mediocridad como destino





Decimos NO al miedo y a la mediocridad como destino*

 

Queridos  son. Hemos  venido desde diversos países y estamos aquí reunidos a la sombra generosa de Pablo Neruda, para acompañar al pueblo de Chile que dice NO. También nosotros decimos No. Decimos NO al elogio del dinero y de la muerte. Decimos NO a un sistema que pone precio a las cosas y a la gente, donde el que más tiene, más vale; y decimos NO a un mundo que destina a las armas de guerra dos millones de dólares cada minuto, mientras cada minuto mata treinta niños por hambre o enfermedad curable.

 

 

La bomba de neutrones que salva las cosas y aniquila a la gente es un perfecto símbolo de nuestro tiempo. Para el asesino sistema que convierte en objetivos militares a las estrellas de la noche, el ser humano es más que un factor de producción y de consumo y un objeto de uso; el tiempo no más que un recurso económico y el planeta entero una fuente de renta que debe rendir hasta la última gota de su jugo.

 

Se multiplica la pobreza, para multiplicar la riqueza. Y se multiplican las armas que custodian esa riqueza, riqueza de poquitos y que mantienen a raya la pobreza de todos los demás y también se multiplica; mientras tanto, la soledad. Nosotros decimos NO a un sistema que no da de comer ni da de amar, que muchos condena al hambre de comida y a muchos más condena al hambre de abrazos.

 

Decimos NO a la mentira. La cultura dominante, que los grandes medios de comunicación irradian en escala universal, nos invita a confundir el mundo con un supermercado o con una pista de carreras, donde el prójimo puede ser una mercancía o un competidor, pero jamás un hermano.

 

Esa mentirosa cultura que cursimente especula con el amor humano para arrancarle plusvalía, es en realidad una cultura del desvínculo. Tiene por dioses a los ganadores, los exitosos dueños del dinero y del poder, y por héroes a los uniformados Rambos, que les cuidan las espaldas aplicando la Doctrina de la Seguridad Nacional.

 

Por lo que dicen y por lo que callan, la cultura dominante miente que la pobreza de los pobres no es un resultado de la riqueza de los ricos, sino que es hija de nadie... Proviene de la oreja de una cabra o de la voluntad de Dios, que ha hecho a los pobres perezosos y burros... De la misma manera, la humillación de unos hombres por otros no tiene por qué motivar la solidaridad, la solidaria indignación o el escándalo porque pertenece al orden natural de las cosas. Las dictaduras latinoamericanas... forman parte de nuestra naturaleza y no del sistema imperialista de poder.

 

El desprecio traiciona a la historia y mutila al mundo. Los poderosos fabricantes de opinión nos tratan como si no existiéramos o como si fuéramos sombras bobas. La herencia colonial obliga al Tercer Mundo, habitado por gente de ‘tercera’... a que acepte como propia la memoria de sus vencedores y a que compre la mentira ajena como si fuera la propia verdad. Nos premian la obediencia, nos castigan la inteligencia y nos desalientan la energía creadora.

 

Somos opinados, pero no podemos ser opinadores. Tenemos derecho a ser eco, pero no tenemos derecho a la voz... Y los que mandan  elogian nuestro talento de papagayos. Nosotros decimos NO; nos negamos a aceptar esta mediocridad como destino. Nosotros decimos NO al miedo; al miedo de decir, al miedo de hacer, al miedo de ser. El colonialismo visible prohibe decir, prohibe hacer, prohibe ser. El colonialismo invisible, mucho más eficaz, nos convence de que no se puede hacer, nos convence de que no se puede decir, nos convence de que no se puede ser. El miedo se disfraza de realismo, para que la realidad no sea irreal -nos dicen los ideólogos de la impotencia- la moral ha de ser inmoral. Ante la indignidad, ante la miseria, ante la mentira, no tenemos más remedio que la resignación. Signados por la fatalidad, nacemos haraganes, irresponsables, violentos, tontos, pintorescos y condenados a la tutela militar. A lo sumo podemos aspirar a convertirnos en prisioneros con buena conducta, capaces de pagar puntualmente los intereses de una descomunal deuda interna contraída para financiar un lujo que nos humilla y el garrote que nos golpea.

 

En este cuadro de cosas, nosotros decimos NO a la neutralidad de la palabra humana. Decimos NO a quienes nos invitan a lavarnos las manos ante las cotidianas crucifixiones que ocurren a nuestro alrededor y a la aburrida fascinación de un arte frío, indiferente, contemplador del espejo... Preferimos un arte caliente que celebra la aventura humana en el mundo y en ella participa y es un arte irremediablemente enamorado y peleón. Porque, ¿sería bella la belleza si no fuera justa? ¿sería justa la justicia si no fuera bella? Nosotros decimos NO al divorcio de la belleza y la justicia, porque decimos sí a su abrazo poderoso y fecundo.

 

Ocurre que nosotros decimos NO y diciendo NO estamos diciendo Sí. Diciendo NO a las dictaduras y NO a las dictaduras disfrazadas de democracia, nosotros estamos diciendo Sí a la lucha por la democracia verdadera; que a nadie negará el pan ni la palabra que será hermosa y peligrosa, como un poema de Neruda o una canción de Violeta.

 

Diciendo NO al devastador imperio de la codicia que tiene su centro en el norte de América, nosotros estamos diciendo Sí a otra América posible, que nacerá de la más antigua de las tradiciones americanas, la primera de las costumbres de América: la tradición comunitaria que los indios de Chile defienden desesperadamente, de derrota en derrota, desde hace cinco siglos.

 

Diciendo NO a la paz sin dignidad, estamos diciendo Sí al sagrado derecho de rebelión contra la injusticia y su larga historia, larga como la resistencia popular en el largo mapa de Chile. Diciendo NO a la libertad del dinero estamos diciendo Sí a la libertad de las personas, libertad maltratada y lastimada y mil veces caída como Chile y como Chile mil veces alzada. Diciendo NO al egoísmo suicida de los poderosos, que han convertido al mundo en un vasto cuartel, nosotros estamos diciendo Sí a la solidaridad humana, que nos da sentido universal y confirma la fuerza de fraternidades más poderosas que todas las fronteras con todos sus guardianes. Esa fuerza que nos invade como la música de Chile y como el vino de Chile nos abraza...

 

Y diciendo NO al triste encanto del desencanto nosotros estamos diciendo Sí a la esperanza, esperanza hambrienta y loca y amante, como Chile, la esperanza obstinada como los hijos de Chile rompiendo la noche.

 

 

(*) por Eduardo Galeano

Escritor uruguayo. 

Jornadas culturales de Chile 

Crea por la cultura y la democracia. 1988.

martes, 19 de noviembre de 2013

"Me avergüenza mi falta de malicia política y cultural"



Por Arturo García Hernández

Publicada el 19 de mayo de 2002. La Jornada

 

Elena Poniatowska Amor cumple hoy 70 años. La escritora y periodista llega contenta a la ocasión, pero su alegría es parcial: aún pesa en su ánimo la muerte, hace unos días, de su gran amiga Mariana Yampolsky. No puede celebrar como le habría gustado. Comerá con sus tres hijos y seguramente recibirá 'felicitaciones y expresiones de afecto de su legión de amigos. No obstante las circunstancias, fiel a su proverbial generosidad, accede en esta entrevista a hacer un recorrido por recuerdos, querencias, dolores, logros, dudas, aciertos. Un balance de vida.

 

Son más de las ocho de la noche del viernes 17 de mayo. Está despierta desde las cinco de la mañana. Hace unas horas regresó de Monterrey. Aunque cansada, muestra buena disposición para la charla en su casa de Chimalistac.

 

-¿Cómo llega usted a sus 70 años, cómo se siente?

 

-Muy bien. Soy afortunada. Pero también me doy cuenta de que la gente que amo está muriendo. Me afectó muchísimo la muerte de Mariana Yampolsky, porque todavía tenía muchas cosas que hacer, muchos proyectos. Fue fulminante. En cuatro semanas se fue de cáncer en el hígado. Fue un golpe fuerte.

 

-Con el tiempo no sólo se acumulan experiencias, también muertos.

 

-Desde hace años. Mi hermana murió en el 61. Hace un tiempo murió un hijo de mi hijo Felipe. Sí, se van acumulando los muertos. Pero uno no tiene tanta conciencia de la muerte sino hasta ahora. La muerte de Mariana la estoy viviendo también como un ensayo de mi propia muerte. Mis hijos se ocuparon mucho de ella, más de lo que yo hubiera creído. La querían enormemente, pero también era como un entrenamiento para lo que podría suceder cuando yo muera. Aunque yo pienso que quizá voy a morir en un avión.

 

-¿Como Jorge Ibargüengoitia?

 

-Pero lo de Ibargüengoitia fue horrible, porque lo reconocieron por un pie y un zapato.

 

Sigo siendo las tres ies

 

-¿Cómo ve desde sus 70 años a aquella muchachita que empezó haciendo entrevistas?

 

-Veo a una muchachita muy ilusa, muy ingenua y muy impreparada. Sigo siendo estas tres cosas. Las tres ies. Veo a una persona que se lanzaba si saber ni a qué.

 

-¿Y en qué es diferente a esa muchachita?

 

-Me da mucha vergüenza mi falta de malicia. Soy una gente que tiene poca malicia política, poca malicia cultural. Me da vergüenza, porque pienso que a estas alturas es completamente estúpido no estar más alerta de lo que estoy, o más informada de lo que estoy.

 

-¿Sin malicia se puede ser realmente la periodista y la escritora que ha sido?

 

-No sé qué escritora ni qué periodista he sido. Creo que todo me ha salido como a trompa talega, o como el burro que tocó la flauta.

 

--Peca usted de excesiva modestia. No se puede hacer un libro como La noche de Tlatelolco sin necesaria malicia.

 

-Bueno, yo ahí estaba muy adolorida. Además, esas voces son de la gente que participó, no mías.

 

-Tampoco se puede hacer un libro como Fuerte es el silencio sin malicia.

 

-Quizá. Lo que tengo a lado de mi falta de malicia es un poco de instinto para hacer las cosas en un momento dado, pero no tampoco tengo el suficiente instinto. Soy muy autocrítica; siempre digo que todo lo que hago es una porquería, y es quizá una manera de buscar que me digan: "No, no es así".

 

-Lo cierto es que ha sido una mujer no sólo muy querida, sino muy reconocida.

 

-Sí. Sobre todo de muchos estudiantes, de jóvenes que podrían ser mis hijos o mis nietos. Sí, recibo mucha manifestaciones de cariño.

 

-En lo personal, si hiciera una relación de sus bienaventuranzas, ¿qué escogería?

 

-Primero mis hijos, mis tres hijos. Estoy orgullosísima de ellos. Nunca me han causado un problema. Creo que yo les he causado más problemas que ellos a mí. También estoy muy orgullosa de mi madre y de mi padre. Nunca robaron, no pertenecieron al PRI... Lo que ellos significan me gusta mucho: su entereza, su conducta durante la guerra, su amor a México.

 

-En efecto, ha sido usted una mujer afortunada.

 

-Totalmente. He hecho lo que he querido. No fui cajera en un banco, no fui dependiente en una tiendota como El Palacio de Hierro, no fui taquillera, no hice cosas que me hubieran entristecido la vida. Me inicié en el periodismo en 1953. Muy joven lo descubrí, pero en realidad yo quería cantar.

 

-¿Opera?

 

-No, en un cabaré. Aunque sí canté como Lily Pons, porque tenía una obra y echaba mis gorgoritos, así, todos cursis.

 

-¿Lo hizo públicamente?

 

-Hay un disco por ahí, pero creo que se perdió. Es de esos discos que se hacían antes. Con la muerte de mi mamá menos lo voy a encontrar. Pero yo quería cantar en los cabarés, arrastrando una estola y cantando a los señores.

 

-¿A imagen y semejanza de quién?

 

-De Rita Hayworth en la película de Gilda. Rita cantaba (Elena la imita): "Put the blame on me boys, put the blame on me". Yo decía: ¡ay, quiero cantar así! Pero mis papás me decían que eso no era decente. Además no llenaba la pantalla como Rita; no tenía ni el pelo rojo ni su estatura.

 

-¿Es vanidosa, Elena?

 

-A ratos sí. Pero si usted me avienta a decir mis defectos, me regodeo: le digo todos mis defectos. Así como Rosario Castellanos que insistía siempre en todos sus errores y nunca hablaba de las cosas que hacía bien. Es un pliegue de carácter que sabes que ya hizo tan hondo, tan hondo, que por más que lo jales no lo puedes desdoblar. Además no te lleva a ningún lado: el que está siempre diciendo: 'yo hago las cosas mal, soy culpable', lo que acaba provocando es que le digan: no, tú no eres nada de eso, eres un pendejo.

 

-Hábleme de sus aciertos, en su vida, en su carrera profesional.

 

-Bueno, la constancia; el no ningunear el periodismo; el siempre pensar que el periodismo tiene un valor. Siempre nos dicen que el periodismo es una subprofesión, que recogemos la voz de los demás, porque no tenemos nada que decir; que nos tragamos lo de los otros. Creo que no es cierto. Una de las cosas importantes del periodismo en México ha sido documentar al país. Me acuerdo que en 1953 tomé un mapa y me llamó la atención que había muchas zonas marcadas en amarillo que decían: "por descubrir". Yo decía: "qué maravilla vivir en un país donde no todo está hecho". Por eso valoro mucho el periodismo, valoro que el entrevistado se sienta reconocido, que es amado, que es apreciado.

 

-Aunque se ha distraído del periodismo para hacer literatura.

 

-He tratado de hacer ambas cosas. En la veta periodística hay gran crueldad, pero también hay que forzarse; te obligas a hacer las cosas, lo cual te ayuda a adquirir disciplina. No estás esperando a ver a qué hora se te aparece el ángel salvador. El periodismo es una gran escuela.

 

Estoy llena de preguntas

 

-¿Qué le ha dejado más satisfacciones: el periodismo o la literatura?

 

-En la literatura me dicen que cuando hago mal las cosas es porque aparecen periodísticas. Por ejemplo, de un libro me dicen: 'esta parte es puro periodismo, no es buena, porque no la transformaste en otra cosa...' Oye, creo que te estoy contestando chueco. Es que estoy muy casada, me levanté a las cinco y media. Pero tampoco soy muy buena para hablar de mí.

 

-¿Por qué?

 

-Quizá porque soy una mujer llena de preguntas. Toda la vida le he estado preguntando a la gente, toda la vida me pregunto por qué estamos aquí, para quién, por qué en esta época. ¿Te imaginas entonces si voy a saber hablar de mí misma cuando soy una persona que se la vive preguntándoles a los demás? Soy una especie de agujero negro y lo quiero rellenar con las respuestas de los demás. Siento que nunca tengo certezas ni respuestas. No las tuve ni para educar a mi hijos.

 

-¿Qué le falta por hacer?

 

-Hacer un buen libro, una novela de la que yo diga: "aquí está todo". Mis novelas siempre son como un suéter que al principio tejo apretadito y bien parejito; luego de repente se va aflojando y otra vez lo aprieto. También quiero leer más, quiero trabajar más. Tengo pendientes de trabajo muy concretos, como un libro que quiero hacer basándome en la vida de Demetrio Vallejo, el líder ferrocarrilero.

 

Y otros que no he hecho y que quisiera hacer en los próximos 10 años. Por otro lado, siento mucho no haber tenido una vida académica. No soy universitaria, estudié en un convento de monjas, una especie de high school, y párale de contar.

 

-¿No está contenta entonces con lo que ha sido, con lo que ha hecho?

 

-Estoy contenta con lo que he sido, porque nunca me he traicionado, nunca he sido lambiscona con un político, con un presidente de la República, con un director de periódico. Los he conocido, pero nunca he tenido relación con ningún poderoso.

 

-¿Le ha tenido miedo al tiempo?

 

-No. Tengo una capacidad de inconsciencia enorme. Pero ahora sí recuerdo mucho lo que me decía la Jesusa Palancares: "ya descansaré en mi cajón de muerto". Tengo la sensación de que tengo que aprovechar cada momento.

 

Ahora el oficio es mejor

 

-¿En qué ha cambiado el periodismo desde que empezó a ejercerlo al día de hoy?

 

-Es mil veces mejor ahora. Cuando yo me inicié estaban Carlos Denegri, Agustín Barrios Gómez, El Duque de Otranto, Carlos León, que se vestía así, como maniquí. Denegri tenía en su oficina a la Virgen de Guadalupe, arriba de su presidente de la República y del otro lado había una foto del obispo monseñor Luis María Martínez, quien se la vivía bendiciendo todos los antros popof. Había mucho chantaje y los políticos pagaban para que no se hablara mal de ellos. Eso ha cambiado mucho.

 

-¿Cuál es el reportaje o la entrevista que tiene pendiente?

 

-Me gustaría entrevistar a Lumbumba; a la escritora Doris Lessing, ir a verla a Inglaterra; me hubiera gustado entrevistar a Bertrand Russell y a Marguerite Yourcenar, la primera mujer que entró en la academia francesa. A mí me parece que Memorias de Adriano es el libro más prodigioso escrito por una mujer. También me hubiera gustado entrevistar a Virginia Woolf, a Thomas Mann, a Joyce.

 

-¿Aún es católica usted?

 

-Mira donde vivo, al lado de la iglesia. Supongo que nunca se le va a uno del todo la capacidad religiosa.

 

-¿Tiene alguna idea de Dios?

 

-Dios es el prójimo, eres tú, es él (José Antonio López), que me está tomando fotos y no me dejó ni ponerme aretes.

 

-¿Piensa en la posibilidad de un Dios después de esta vida?

 

-Quisiera. Me gustaría volver a ver a mamá, a mi hermana, a mi padre. A la gente que se ha ido, a Mariana Yampolsky. Siempre estábamos peleándonos. Venía y me decía que le iba mejor a Graciela Iturbide y a Flor Garduño que a ella. Yo le decía: ¿qué harías si yo te estuviera jeringando durante horas diciéndote que le va mucho mejor a Laura Esquivel que a mí. ¿Qué harías? Me dirías: 'oye, Elena ya desenchúfate'.

 

-¿Y en el amor ha sido plena, Elena?

 

-En la formación que tuve, más o menos. Cuando te educan las monjas te quitan todos los papelitos de colores que tienes en el alma, te dicen: no, por ahí no. Te quitan muchas cosas. Cosas que espontáneamente haría ya no las haces. En ese tema he sido mucho más ficción. Yo el amor lo escribo mucho más de lo que lo vivo. Invento escenas de amor fulgurantes, quizá para suplir la ausencia de amor. No lo lamento porque lo invento.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Albert Camus y l@s anarquistas

 
 
 
 
Nacido en la Argelia francesa en 1913, en el seno de una familia pobre, Camus perdió a su padre en la batalla del Marne en 1916. Fue criado por su madre, mujer analfabeta que se ganó la vida como criada. Gracias a una beca, Camus fue labrándose su carrera como periodista. De joven era además aficionado al fútbol y miembro de una compañía teatral.

De su tiempo como guardameta en adelante, Albert Camus conservaría siempre el espíritu de equipo. Era de naturaleza generosa, si no sensible, y siempre buscó la mayor unidad, procurando evitar o superar el rencor. Muchos de los intelectuales que han escrito sobre él han tratado de ocultar su inclinación por el anarquismo. Siempre estuvo ahí para apoyar en los momentos más difíciles al movimiento anarquista, incluso si sentía que no podía identificarse totalmente con dicho movimiento.

Fue el propio Camus quien nunca ocultó su atracción por el anarquismo. Las ideas anarquistas permean sus obras teatrales y sus novelas, como por ejemplo La Peste, El Estado de Sitio o Los Justos. Conocía al anarquista Gaston Leval, que había escrito sobre la Revolución Española, desde 1945. De acuerdo con su amigo Pascal Pia, Camus empezó a sentir admiración por los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas, así como por los objetores de conciencia y todo tipo de rebeldes, ya en 1938, mientras trabajaba como reportero para el periódico L'Alger Republicaine.

El anarquista André Prudhommeaux fue el primero en introducirlo, en 1948, en una reunión del Cercle des Etudiants Anarchistes (Círculo de Estudiantes Anarquistas), como simpatizante familiarizado con el pensamiento ácrata.

También apoyó Camus a los Groupes de Liaison Internationale, que se afanaban en ayudar a los oponentes del fascismo y del estalinismo, a la par que se negaban a tomar partido por el capitalismo americano. Estos grupos se habían formado en 1947-48, y pretendían dar apoyo material a las víctimas de regímenes totalitarios, además de intercambiar información. Entre sus filas se contaba el anarquista ruso Nicolas Lazarevitch, exiliado en Francia, así como muchos colaboradores del periódico sindicalista revolucionario La Révolution Proletarienne (RP). A partir de entonces, Camus mantendría una relación amistosa, además de la ayuda económica que le prestó, con la RP, hasta su muerte.

Su libro L'Homme Révolté (traducido al castellano como El Hombre Rebelde), publicado en 1951, marcó una clara ruptura entre él y la izquierda que orbitaba en torno al Partido Comunista. Fue recibido de manera hostil por los miembros del Partido, así como por sus compañeros de viaje. Sin embargo, su mensaje sí que fue comprendido por los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de Francia, puesto que los menciona a ambos explícitamente y establece una clara distinción entre el socialismo libertario y el autoritario. El tema principal de la obra es cómo llevar a cabo una revolución sin recurrir al terror o al empleo de los métodos "Cesáreos". Habla, entre otros, de Bakunin y de Netchaev. "La comuna contra el Estado, la sociedad concreta contra la sociedad absolutista, la libertad reflexiva contra la tiranía racional, el individualismo altruísta, por último, contra la colonización de las masas..."

Concluye con un llamamiento al resurgimiento del anarquismo. El pensamiento autoritario, gracias a tres guerras y a la destrucción física de una elite de rebeldes, había asfixiado esta tradición libertaria. Pero era una victoria pobre, además de provisional, y la lucha todavía persiste.

Gaston Leval respondió en una serie de artículos al libro. Su tono fue amistoso, y procuró evitar polémicas broncas, pero llamó la atención de Camus sobre un punto del libro que él consideraba una caricaturización de Bakunin. Camus replicó en las páginas de Le Libertaire, el periódico de la Federación Anarquista (que en este periodo tenía una tirada de 100.000 ejemplares semanales). Adujo que había actuado de buena fe, y que corregiría uno de los pasajes criticados por Leval en futuras ediciones.

El secretario general de la Federación Anarquista, Georges Fontenis, también escribió sobre el libro de Camus en Le Libertaire. A la sencilla pregunta "¿Es la rebelión de Camus la misma que la nuestra?", Fontenis no dudó en afirmar que lo era. Sin embargo lo amonestó por no dar el debido espacio a las revoluciones de Ucrania y de España, así como por retratar a Bakunin como a un nihilista endurecido sin dar crédito a sus posiciones específicamente anarquistas. Terminaba Fontenis admitiendo que el libro contenía varias páginas admirables. Una recensión de Jean Vita aparecida la semana siguiente en Le Libertaire se mostró ya más cálida y positiva.

Estas críticas mesuradas de los anarquistas contrastaban con aquellas provinientes del Partido Comunista y sus adláteres, como Sartre y el grupo que se movía en torno a la revista Les Temps Modernes. Esto supuso el principio de la ruptura de Camus con el otro gran exponente del existencialismo. Las críticas de este grupo fueron salvajes, especialmente las de Francis Jeanson. Camus contestó que la crítica de Jeanson no tenía en cuenta nada más que la ortodoxia marxista, y que pasaba por alto todas las referencias al anarquismo y al sindicalismo. "La Primera Internacional, el movimiento bakuninista, que todavía vive entre las masas en la CNT española y en la francesa, son ignorados", escribió. Para su desgracia, Camus fue "excomulgado" por Jeanson de las filas de los existencialistas. Este proceder le desanimó profundamente. También recibió críticas amargas de los surrealistas por las concepciones artísticas que se exponen en el libro. Todo apuntaba a que los anarquistas eran los mejores defensores de Camus.

Camus también marcó su ruptura de otros modos. Se había prometido a sí mismo mantenerse apartado de los intelectuales que se mostraban dispuestos a respaldar el estalinismo. Esto no lo detuvo, no obstante, a la hora de dedicarse plenamente a causas que consideró justas y valiosas. En España, un grupo de trabajadores anarquistas había sido condenado a muerte por Franco. En París se convocó por este motivo un mítin por parte de la Liga por los Derechos del Hombre, el 22 de febrero de 1952. Camus accedió a hablar en el evento. Pensó también que sería útil que el líder de los surrealistas, André Breton, apareciese en la tribuna; todo ello a pesar del ataque que Breton le había dedicado desde la revista Arts, por la crítica de Camus al poeta Lautreamont, admirado por los surrealistas como precursor suyo. Camus se reunió con los organizadores del evento, Fernando Gómez Peláez, del periódico Solidaridad Obrera, órgano de la central anarcosindicalista española, la CNT, y José Ester Borrás, secretario de la federación de prisioneros políticos españoles, FEDIP, rogándoles un acercamiento a Breton sin decirle que era Camus quien lo había sugerido. Breton aceptó orar en el mítin a pesar de que Camus estaría presente. Gómez le dijo entonces que Camus había propuesto que hablase él en primer lugar, lo que provocó las lágrimas de Breton. Más tarde Camus les dijo a los anarquistas españoles que por no haber replicado a la furia de Breton en términos similares, esperaba una pronta reconciliación. Camus y Breton compartieron tribuna y fueron vistos incluso charlando (para los vínculos de Breton y los surrealistas con el movimiento anarquista, ver el número 44 de Organise!).

Camus tomó la posición del intelectual comprometido, firmando peticiones y escribiendo para Le Libertaire, La Révolution Proletarienne y Solidaridad Obrera. También pasó a ser parte del grupo editorial de una pequeña revista libertaria, Témoins 1956, llegando a conocer a su editor, Robert Proix, un corrector de estilo. A través de Proix, conoció a Giovanna Berneri (Caleffi), la compañera del gran anarquista italiano Camillo Berneri, que había sido asesinado por los estalinistas en España, en 1937. Igualmente se encontró con Rirette Maitrejean, que había sido antigua compañera de Victor Serge, y que se había visto envuelta en el juicio a la Banda Bonnot. Rirette había estado trabajando como correctora de estilo para el periódico Paris-Soir durante largo tiempo. También se hizo amigo del veterano libertario Maurice Joyeux, quien más tarde habría de señalar que de todos los trabajos literarios contemporáneos, El Hombre Rebelde era el que más cercanamente describía las aspiraciones de estudiantes y obreros en mayo del 68.

De nuevo en 1954, Camus acudió a solidarizarse con los anarquistas. Maurice Laisant, secretario de propaganda de las Forces Libres de la Paix (Fuerzas Libres de la Paz), junto con un editor de Le Monde Libertaire, periódico de la Federación Anarquista francófona, había publicado un cartel antimilitarista usando el formato de la propaganda oficial del Ejército. Como resultado fue encausado por subversión. Camus testificó en su juicio, recordando cómo lo había conocido, en un mítin de apoyo a los españoles.

Le dijo al jurado, "Desde entonces lo he visto a menudo y he estado en posición de admirar su voluntad de luchar contra el desastre que amenaza al género humano. Se me antoja imposible que se pueda condenar a un hombre cuya acción se identifica con los intereses de todos los hombres. Demasiados pocos son los que luchan contra un peligro que a cada día se hace más ominoso para la humanidad". Tras esto, Camus tomó su asiento en una sala del juzgado llena principalmente de militantes obreros, que lo rodearon con afecto. Desgraciadamente Laisant fue condenado a una fuerte multa.

Y de nuevo estuvo Camus con los anarquistas cuando apoyaron la revuelta de los obreros de la Alemania del Este contra los Soviets, en 1953. También se mantuvo entre los libertarios en 1956, primero con el alzamiento obrero de Poznan, Polonia, y más adelante a lo largo del año con la Revolución Húngara. En 1955 había dado su apoyo a Pierre Morain, miembro de la Fédération Communiste Libertaire (la Federación Anarquista había cambiado su nombre en 1954, dando pie a fuertes tensiones en el seno de la organización). Morain era el primer francés en ser encarcelado por plantear resistencia anticolonialista en Argelia. Camus lo defendió en las páginas del diario nacional L'Express, el 8 de noviembre de 1955.

Muy a menudo utilizó su fama y su notoriedad para intervenir en la prensa denunciando la persecución de militantes anarquistas, o para sensibilizar a la opinión pública. En su último año de vida Camus se asentó en el pueblo provenzano de Lourmarin. Allí conoció a Franck Creac'h A Breton; nacido en París, autodidacta y anarquista convencido, había acudido al pueblo durante la guerra para evitar el reclutamiento. Camus le dio empleo como jardinero, y tuvo la suerte de poder mantener conversaciones con alguien que hablaba en su misma longitud de onda. Una de las últimas campañas en las que se involucró fue la del anarquista Louis Lecoin, que luchaba por que se reconociese la condición de objetor de conciencia, en 1958. Camus nunca vería el final de esta campaña, pues murió en un accidente de tráfico en 1960, a la edad de cuarenta y seis años.
 
[Artículo publicado en el número 68 -primavera/verano del año 2007- de Organise!, órgano de la Federación Anarquista de Gran Bretaña (AFed). Nos complace reproducirlo cuando justamente hoy 7/11/2013 recordamos el centenario del natalicio de esta figura intelectual y literaria.]