jueves, 16 de diciembre de 2010

La escasa cultura de los mexicanos




Periódico La Jornada
Jueves 16 de diciembre de 2010, p. 3

A 48 por ciento de los mexicanos no les interesa lo que sucede en la cultura o en las actividades de ese ámbito (teatro, danza, cine, literatura, conciertos), según documenta la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que mandó realizar este año el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Los resultados de esa evaluación hecha por la empresa privada Defoe Experts on Social Reporting (con un costo de más de 7 millones de pesos), fueron dados a conocer ayer por la presidenta del CNCA, Consuelo Sáizar, quien explicó que los datos permitirán evaluar las políticas públicas en el sector cultural, así como identificar las necesidades.
Ello propiciará orientar programas para que sepamos en qué invertir el dinero de los mexicanos, añadió.
En la rueda de prensa también estuvo presente Ernesto Piedras, director general de la consultoría The Competitive Inteligente Unit especializada en análisis económicos de las industrias culturales, quien se encargará de explorar los números que arrojó la encuesta, que ninguna universidad habría podido financiar.
A diferencia del estudio anterior sobre los mismos temas que se realizó en 2003, cuando sólo se encuestó a 4 mil 50 personas, ahora se realizaron 32 mil entrevistas, un millar por cada estado, cara a cara con los ciudadanos, en sus domicilios, entre el 24 de julio y el 5 de agosto de 2010.
El especialista explicó que el universo de la muestra permite una proyección de los resultados porcentuales en millones de habitantes.
De esta manera se concluye que 41 millones 645 mil 557 personas en el país están poco o nada interesadas en la cultura; sólo 11 millones 279 mil cinco personas (13 por ciento) están muy interesadas, 29 millones 498 mil 936 (34 por ciento) estarían algo interesadas y cinco por ciento no sabe o no contestó.
Los datos acerca de los consumos culturales sorprendieron a algunos de los funcionarios presentes en la rueda de prensa, otros no hicieron más que confirmar lo que desde hace años se sabe: 45 por ciento de la población nunca ha ido a un concierto o presentación de música en vivo, y 67 por ciento señaló que nunca ha visto una obra de teatro.
Ratificación de intuiciones
Cuarenta y tres por ciento de los mexicanos nunca ha ido a una biblioteca y 57 por ciento nunca ha estado en una librería o en tienda donde sólo vendan libros; 66 por ciento jamás ha asistido a una función de danza (excluyendo espectáculos escolares de hijos o conocidos); 53 por ciento nunca ha ido a una zona arqueológica oalgún sitio de monumentos históricos; 43 por ciento no conoce un museo, y 86 por ciento nunca ha ido a una exposición de artes plásticas (dibujo, grabado, escultura, pintura, arquitectura). Asimismo, 38 por ciento nunca lee los periódicos.
Pero 75 por ciento de los mexicanos ha ido alguna vez al cine, 76 por ciento escucha radio y 90 por ciento ve la televisión.
La presidenta del CNCA señaló que a partir del análisis de estas cifras, que no han hecho más que ratificar intuiciones, se diseñarán los presupuestos para cultura.
Además, informó que el consejo a su cargo tendrá un mayor acercamiento a la sociedad mediante programas, como verbenas públicas, cine en la calle o carretas de comedias, cuyos detalles anunciará el próximo año.
Para el economista Ernesto Piedras, los datos de la encuesta nacional no hacen más que reflejar que el común denominador en el país en materia cultural es la carencia, pero eso no es lo que más nos preocupa, sino la equidad, pues hay lugares donde prácticamente no se tiene ningún contacto con la cultura.
Según la encuestadora Defoe Experts on Social Reporting, que también aprovechó este encargo para evaluar los valores que guían a los ciudadanos, 44 por ciento de los encuestados siente orgullo por México, y sólo 13 y 11 por ciento, respectivamente, tiene preocupación o desilusión por el país.
En varios medios se ha publicado que esta compañía –que se anuncia como la primera empresa boutique de estudios de mercado y opinión pública en México– pertenece a Rafael Giménez Valdez, coordinador de opinión pública de la Presidencia de la República, encargado principalmente de pulsar la opinión de los ciudadanos respecto del gobierno federal.
Atlas de infraestructura cultural
En el portal de Transparencia de obligaciones del CNCA no aparece en el rubro de contrataciones ninguna referencia a la forma en la que se adjudicó a esa empresa el estudio para elaborar la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes también dio a conocer el Atlas de infraestructura cultural de México, que documenta cuáles son los recursos y bienes culturales con los que cuenta el país. El Atlas anterior se publicó en 2003, bajo la gestión de Sari Bermúdez, quien realizó el anterior análisis de hábitos culturales.
La Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales se puede consultar en la página de Internet: www.conaculta.gob.mx.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

sábado, 11 de diciembre de 2010

El Teletón o instrucciones para el sentimentalismo indoloro



Luis Ramírez Trejo. Revista emeequis. Periodismo indeleble.

"…es mucho más fácil solidarizarse con el sufrimiento que con el pensamiento."
Oscar Wilde
El cabello brilla como acabado de bolear. Él es alto, fuerte, de hombros anchos, una especie de jugador de futbol americano venido a conductor. Padece desde joven una patología en el músculo risorio que le obliga a sonreír cada cinco segundos: la dentadura de alabastro es el símbolo perfecto para las marcas de dentífricos. Marco Antonio Regil no sólo es guapo, es elocuente y séntido en el discurso:
Me duele, me duele mucho (y Marco pestañea para que duela más). A pesar de todo lo que hemos visto (y los ojillos de Marco se entrecierran). A pesar de todo lo que hace el Teletón año con año (y a Marco se le escapa una lágrima de reproche). Me duele porque no entiendo (y todo en Marco tiembla en convulsiones: la voz, la mejilla, la cadera, los testículos). No entiendo qué más tenemos que hacer para convencer a la gente que tiene su corazón duro (y Marco dice “duro” con desdén de telenovela). ¿Qué necesitamos hacer para lograr que ustedes levanten el teléfono y marquen y den un donativo al Teletón? (y Marco sorbe mocos, carraspea con la flema atorada). ¿Qué tenemos que hacer? (y Marco levanta los ojos preguntando al cielo). ¡No puedo creer que en hora y media no vamos a poder celebrar llegar a la meta! (y Marco grita como un Pedro Infante clamando por Torito). Me siento frustrado, desesperado, triste (y Marco gime, ¡por favor, ¡por favor!, ¡no me dejes!). ¡Marquen, por favor! ¡Ayuden al Teletón! (y Marco es Medea: llora como plañidera, reprocha como Pimpinela, se retuerce como gusano en sal, se ahoga, patalea, se sofoca y después… sonríe).
Marco baja la cabeza, la barbilla encajada en el pecho, los ojos en blanco, la Madre Teresa tirita bajo su smoking.
Marco Antonio Regil se retira desconsolado, la cámara acompaña su pena; su sonrisa, beatífica y congelada, da la bienvenida a Lucero. La promiscua novia de todo un continente le entra al quite; el sentimentalismo es su especialidad.
El proceso de sentimentalización se acelera, se apropia frenéticamente de sus víctimas. Hay un ideal, hay símbolos: una ilusión prefabricada. El ideal es obvio: la caridad desinteresada; los símbolos son muchos, por ejemplo, un niñito con las piernas apropiadamente deformadas. Pablito fue seleccionado porque es locuaz, simpático, fotogénico y de pilón canta bien. La realidad dolorosa de los niños con discapacidad es suplantada, reducida, simplificada, vendida y empaquetada en una cajita de ilusión tipo McDonalds con un corazón morado y la foto de Pablito.
El publico conmovido obtiene su recompensa. La ilusión rasurada de complejidades le da el placer de la sencillez. Las realidades complejas son siempre inquietantes; las versiones simplistas y edulcoradas son accesibles, cómodas, incluso deliciosas. El Teletón no sólo vende artistas, publicidad y entretenimiento, incluye en un solo y mágico acto comercial, el sentimiento de sentirnos bondadosos y caritativos al ayudar a Pablito. El acto egotista, narcisista de consumo incluye un espejo truqueado que arroja siempre una cara de generosidad.
¿Le gusta la oferta? ¿No le convence? Si llama en los siguientes dos suspiros se lleva el paquete “Teletón all inclusive”. Este paquete, además de todas las ventajas que ya le mencionamos, ofrece comodidad y olvido. Comodidad para sentirse bien ayudando a Pablito… siempre y cuando Pablito sea un ideal lejano y no impida cambiarle de canal a la hora de la telenovela o el futbol, y siempre y cuando no se lo encuentre en la puerta de su casa. Además, se lleva por el mismo precio las pildoritas de olvido. ¿Quién quiere recordar que la tremenda situación de injusticia que viven niños como Pablito y sus familias es perpetuada por quienes, como Televisa, concentran el poder económico y rechazan a toda costa cambiar un sistema que les beneficia y que sume en la miseria a familias como la de Pablito? ¿Quién desea acordarse de que su donación le permite a Televisa y demás patrocinadores evitar la molestia de pagar impuestos que podrían ser aplicados a atender –¡oh, ironía de la vida!– a niños discapacitados? La memoria en este caso es pura mala educación.
El sentimentalismo del Teletón no es más que un atajo por los laberintos emocionales. La discapacidad como instrumento de moda produce una solidaridad epidérmica, tan profunda como un chapoteadero.
Al final el público sentimentalizado es degradado y convertido en esponjita gelatinosa que lo único que sabe es absorber lágrimas de telenovela. Un público apático, conformista, a salvo de lidiar con la dolorosa realidad que no se exhibe en la pantalla chica. Un público en que toda respuesta emocional genuina, compleja, variada, activa, es reemplazada por ese simulacro de solidaridad, ese chisguete de lágrima, ese melodrama de autoindulgencia: esa cajita pestilente con forma de corazón llamada Teletón.

viernes, 26 de noviembre de 2010

¿Cómo pudimos?



Ser boca o ser bocado, cazador o cazado. Ésa era la cuestión. Merecíamos desprecio, o a lo sumo lástima. En la intemperie enemiga, nadie nos respetaba y nadie nos temía. La noche y la selva nos daban terror. Éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros inútiles, adultos pocacosa, sin garras, ni grandes colmillos, ni patas veloces, ni olfato largo.
Nuestra historia primera se nos pierde en la neblina. Según parece, estábamos dedicados no más que a partir piedras y a repartir garrotazos.
Pero uno bien puede preguntarse: ¿No habremos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida? Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, ¿habría durado algo más que un ratito en el mundo?

Eduardo Galeano. "Espejos"

jueves, 11 de noviembre de 2010

La Trama. Cuento.




Jorge Luis Borges

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.

martes, 9 de noviembre de 2010

La "pichicatez" de los políticos morelianos: Negar el homenaje a Chucho Monge


Es el compositor de México lindo y querido, considerado segundo himno de los mexicanos.

El michoacano Chucho Monge cumple hoy cien años, sin homenaje

Traté de hacerlo en su tierra natal, pero después de lidiar con muchas instancias lo tuve que cancelar; argumentaron que el gobierno no tenía presupuesto, comenta su hija Sandra Monge.

Nota de Jorge Caballero. La Jornada. 09 noviembre 2010

Para algunos la canción México lindo y querido es el primer himno nacional mexicano, para otros es el segundo, porque cuando alguien la canta nadie se equivoca; otros opinan que aún no se ha dado su justa dimensión a su autor, Jesús Monge, quien hoy cumple cien años, sin que se le rinda un homenaje, según informó su hija Sandra Monge en entrevista con La Jornada.
Siempre he querido hacerle un homenaje en su tierra, Morelia, Michoacán, y trató de hacerlo, pero después de lidiar con muchas instancias lo tuve que cancelar, porque argumentaron que ni el gobierno del estado ni su Secretaría de Cultura tenían presupuesto para organizarlo, precisó Sandra Monge.
Jesús Monge Ramírez se considera piedra angular en la música mexicana; a él se deben creaciones básicas, como La feria de las flores, Creí, Besando la cruz y Sacrificio, entre sus más de 300 obras.
El músico nació en Morelia, Michoacán, el 9 de noviembre de 1910. A los 17 años de edad compuso Al son de mi guitarra. En 1934 tuvo su primer éxito con el bolero Sacrificio. Más adelante incursionó en el género ranchero con éxitos como Pobre corazón y Cartas marcadas. También escribió temas para más de 200 películas mexicanas. Falleció el 9 de agosto de 1964, a la edad de 54 años, de un ataque cardiaco. Sus restos descansan en la sección de compositores del Panteón Jardín. Fue socio fundador de la Sociedad de Autores y Compositores de México, que en 2003 develó un busto en su honor en la Plaza de los Compositores.
Merecía estar en el bicentenario
Sandra agregó: “Yo quería una fiesta para mi papá en el marco de las celebraciones del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, para que las nuevas generaciones lo conocieran, porque creo que merecía estar. ¡Tocaron México lindo... !, en los festejos del bicentenario; todo mundo me lo comentó”.
Explicó: “Estaba todo listo para el homenaje a mi padre. Eugenia León me llamó para decirme que sería un honor participar y que se adaptaría a cualquier presupuesto. Juan Gabriel se puso a mi disposición para cualquier día; dijo que haría lo que fuera necesario para estar presente en el homenaje. Pedro Fernández... el maestro Armando Manzanero me dijo: ‘Claro que voy a ir al homenaje de don Chucho, no sólo como representante de la Sociedad Nacional de Autores y Compositores de México, sino porque él es el autor del himno nacional mexicano.

También había invitado al presidente Felipe Calderón y cuando me hablaron para confirmar la fecha, tuve que decir que se cancelaba, porque la dirección de cultura de Morelia, la secretaría de cultura de Michoacán y Fausto Vallejo Figueroa, presidente municipal de la capital michoacana, nunca me resolvieron nada del presupuesto; sólo me quitaron el tiempo haciéndome dar vueltas.
Sandra Monge agregó: Incluso cambiaron la sede: primero me ofrecieron que fuera en Plaza Valladolid, con capacidad para 4 mil personas, por el Teatro Morelos, con cabida para mil 300. Estuve en Morelia durante octubre y casi todos los días tenían algún acto cultural internacional gratuito, incluso me llevaron a ver el Ballet Bolshoi. Me parece falta de respeto que tuvieran presupuesto para esos actos y no para el centenario de mi papá, quien es un michoacano distinguido.
La entrevistada precisó: En mi invitación al Presidente le mencioné que sería un remanso ir un fin de semana a Michoacán para asistir al homenaje de uno de sus paisanos ilustres en lugar de atender algo relacionado con el clima de violencia; pero tuve que cancelarlo... en medio de la tristeza que me provoca que no se vaya hacer un homenaje a mi papá he encontrado mucha gente que valora su trabajo. De todas formas le voy a hacer su homenaje, pero aquí en la ciudad de México, porque todo un año tendrá 100 años; tengo algunos planes para realizar el gran tributo a Jesús Monge en un recinto digno, porque lo merece.
Difusión de su obra
Monge resumió: “Lo que más me interesa es que las nuevas generaciones conozcan la obra de mi papá. Tiburcio, hijo de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, me preguntaba qué es lo que perseguía con este homenaje y le respondí: quiero que la gente sepa quién es el autor de México lindo y querido, porque, por ejemplo, cuando se murió Rocío Durcal dijeron que el tema lo había compuesto José Alfredo Jiménez, y él ya tiene muchas muy buenas como para que le agreguen la de mi papá”.
Sandra habló del poder de la música de su padre. Expresó: “Mi papá decía que Jorge Negrete, de tanto cantar México lindo y querido, se murió en el extranjero para que se la cantaran cuando lo trajeran para acá. Mi papá era un hombre extraordinario”.
Entre las voces que han interpretado sus temas se encuentran Plácido Domingo, Nat King Cole, Lola Beltrán, Lucha Reyes, Pedro Vargas y Jorge Negrete.
Durante 2011 la SACM realizará varios homenajes.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Adelanto de las novedades de la nueva ortografía




Verónica González M.Noticia al Día

El alfabeto se renueva oficialmente con dos letras menos a finales de año y el cambio se incluirá en el nuevo texto básico de ortografía para adaptarse a los nuevos tiempos modernos y unificar el español como lengua universal de los hispanohablantes.

Así lo han decidido en la ciudad riojana de San Millán de la Cogolla hasta ayer, la Comisión Interacadémica de la Asociación de Academias de la Lengua Española, encabezada por Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española (RAE) y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua.

En primera instancia se discutió la eliminación de las letras ch y ll de nuestro alfabeto para ajustarse más a las pautas del alfabeto internacional. Ya en 1999, el par de letras eran consideradas dígrafos (un grupo de dos letras que representan un solo sonido) y no letras independientes.

Otro de las nuevas normas de ortografía que se propusieron en la reunión fue la denominación de la letra y para decirle de ahora en adelante ye y no y griega. Entretanto, las s minúsculas para mencionar las siglas en plural también fueron desestimadas del uso corriente del idioma español, así que a no se van a decir más DVD’s, ONG’s, como lo habían propuesto el equipo redactor del nuevo texto.

La b y v

La denominación de las letras b y v, también fueron un gran motivo de discusión durante la cumbre. Aquí en el país ibérico se les llama b alta y a la v baja o uv. En América hispanoparlante se le dice b alta y v baja ó b grande y v pequeña. En Venezuela, también se les conoce popularmente como b de burro y v de vaca. Los académicos quieren denominarlas de una misma manera, pero el uso arraigado mencionado anteriormente prohibió que les quitarán las denominaciones de un solo plumazo. Las palabras guión y truhán pierden la tilde.

La nueva edición de la ortografía es un proyecto ambicioso que será ratificado en una sesión plenaria con la presencia de los veintidós miembros de las academias hermanas de la RAE este 29 de noviembre en Guadalajara, México y publicado oficialmente antes de navidad por la editorial Espasa. Salvador Gutiérrez Ordóñez, en calidad de coordinador de las mesas de trabajo de los doctos durante los 4 días, informó que la nueva obra tendrá unas 800 páginas, que van dirigidas a todos los hispanohablantes y que huye de tecnicismos y será muy sencilla.

Cabe destacar que la Ortografía, la Gramática y el Diccionario son los tres pilares fundamentales de la codificación lingüística del idioma de Cervantes y la RAE siempre ha manifestado que no abdicará a su espíritu progresivamente reformista siempre en beneficio de nuestra común lengua española.

Caluroso homenaje a Vargas Llosa

La reunión de los académicos que duró desde el 1 al 4 de noviembre en La Rioja, cerró con broche de oro ayer al homenajear a uno de sus miembros desde 1994, el reciente ganador del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. El hispano-peruano, quién recibirá el premio el próximo 10 de diciembre en Estocolmo, Suecia fue recibido con aplausos y notorias muestras de felicitaciones por sus socios. El escritor ocupa la silla L de la RAE desde el 15 de enero de 1996, día de la toma de posesión de nuevo estatus dentro de la organización que rige la evolución de la lengua española.

Vargas Llosa es el quinto miembro de la RAE que obtiene el Nobel de Literatura. Los otros cuatro académicos españoles que lo han recibido en el pasado son: José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (19veintidós), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989).

Otros cambios importantes

El uso de la q ya no será un dolor de cabeza para escribirlo como antes. También se pueden escribir con c y con k. por ejemplo. Quórum, se puede escribir ahora cuórum, Qatar se puede escribir Catar; Queso ó Keso. Ahora bien, los más puristas que prefieran la grafía originaria tendrán que escribirlo como si fueran extranjerismos donde se suele emplear la cursiva y sin tilde.

El prefijo ex

El prefijo ex se escribirá unido a la base léxica si afecta a una sola palabra: exmarido, exministro, exdirector y continuará escribiéndose separado cuando preceda a palabras compuestas: ex capitán general.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Elena Garro: Memoria y exilio



Por Aeri Marín


"Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga". Con estas palabras, Elena Garro inaugura Los recuerdos del porvenir, novela central en la historia literaria mexicana y en el desarrollo del realismo mágico, uno de los movimientos artísticos más sólidos de Latinoamérica. Con estas palabras, también, evoca las tensiones que, de manera fatal, signaron su escritura –e, inevitablemente, su vida–: la fugacidad y el recuerdo; el olvido y la traición.

Alrededor de estos tópicos, Garro construyó una obra que, de forma paralela, se decanta en el drama –Un hogar sólido (1958) y Felipe Ángeles (1979)– y en el cuento –La semana de colores (1964) y Andamos huyendo, Lola (1980)–; en los guiones cinematográficos y en varios géneros periodísticos. En todos los casos, constituye la revelación, ávida y tempestuosa, de una conciencia exaltada, capaz de entrecruzar las manifestaciones más crudas de la realidad con la elaboración poética más compleja; el lenguaje directo con el poder de la metáfora. Sin embargo, este interesante conjunto literario se deja eclipsar por un trayecto vital contradictorio, pleno de matices que, en último término, han conducido a su autora a las orillas del mito y la desmemoria.

Hija de padre español y madre mexicana, Elena Garro nació en Puebla en diciembre de 1920; no obstante, pasó su infancia, alegre y apacible, en la Ciudad de México. Ahí, dio muestras de una asombrosa precocidad, fustigada por los inicios de la Guerra Cristera, que obligó a la familia a mudarse a Iguala. Tras una adolescencia igualmente pacífica –aunque dolorosamente marcada por las experiencias bélicas–, Garro regresó a su lugar de origen con el propósito de estudiar literatura, coreografía y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México.

A pesar de su determinación, no estaba segura de sus pretensiones; tampoco del rumbo que tomaría su vida: "yo no pensaba ser escritora", dijo una vez. "La idea de sentarme a escribir en vez de leer me parecía absurda. Abrir un libro era empezar una aventura inesperada. Yo quería ser bailarina o general. Mi padre creía que podía escribir por mi afición a la lectura: en ese caso, todos en la casa deberíamos ser escritores".

En efecto, su entorno terminó de colmarse de escritura con la presencia de Octavio Paz, quien también estudiaba en la Universidad y ya era considerado el poeta más prometedor de la capital mexicana. Tras un noviazgo que escandalizó a su familia y a sus amigos más cercanos, Garro abandonó sus estudios y se casó con él en 1937. Desde entonces, su existencia cobró matices erráticos, que redundarían en la solidez de su vocación y en la transformación de su personalidad. Así, ese mismo año se trasladaron a Mérida, donde Paz se desempeñó como profesor rural, y viajaron a España, donde participaron en el Congreso de Escritores Antifascistas. A su regreso, Garro dio a luz a su única hija, Helena, y Paz se incorporó al Servicio Exterior Mexicano.

Al mismo tiempo, ambos se dedicaron a perfeccionar sus recursos literarios. Mientras Paz optaba por un estilo reaccionario y reflexivo, hondamente comprometido con los conflictos de América Latina, Garro ensayaba con las posibilidades de un luminoso repertorio de voces e hilos narrativos, a través de los cuales exploraba temas como la injusticia social, la libertad política y las paradojas de la Revolución, especialmente frente al caciquismo y las condiciones miserables de la vida rural.

De este modo, su trabajo mereció un sitio privilegiado en el panorama artístico nacional; sin embargo, sus adelantos no la sorprendían y, obnubilada bajo la sombra ascendente de Paz, ella misma descartaba sus aportaciones: "No me considero original. Me ha interesado, sobre todo, tratar el tema del tiempo, porque creo que hay una diferencia entre el tiempo occidental que trajeron los españoles y el tiempo finito que existía en el mundo antiguo mexicano". Esta fuente de inspiración, que fraguó en cuentos como "La culpa es de los tlaxcaltecas", atrajo la atención sobre la cosmovisión indígena, vista más allá de las teorías del siglo XIX, centradas en la imagen del primitivismo y el buen salvaje.

Por estos motivos, algunos críticos la consideraron la escritora mexicana más importante del siglo XX; otros la señalaron como sucesora de sor Juana Inés de la Cruz y precursora del realismo mágico. Por otra parte, Garro se granjeó el apoyo y el reconocimiento de sus contemporáneos: en 1940, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares incluyeron algunos textos suyos en Antología de literatura fantástica. No obstante, estas colaboraciones provocaron tensiones entre ella y Paz; finalmente –en una decisión tan escandalosa como su matrimonio–, la pareja se divorció en 1959.

A partir de la separación, Garro se sintió más libre y expresó opiniones inevitablemente radicales. Por ello, en 1968, no dudó en sucumbir a la confusión y culpar a un grupo de intelectuales por la masacre de Tlatelolco. Estas acusaciones –sumadas a una leyenda negra que la asociaba al espionaje gubernamental y a la locura– le ocasionaron el rechazo general de la comunidad artística mexicana y marcaron su entrada al territorio de los exiliados, del cual ya no consiguió volver.

Este aislamiento, además, asumió distintas vertientes. En prinicipio, sus comentarios la expulsaron de una Ciudad Letrada que se apuntalaba alrededor de Paz. Enseguida, se vio obligada a abandonar el país. Instalada durante veinte años en Estados Unidos y en Francia, su escritura, lúcida y fortalecida, se consagró a la indagación de los temas desterrados de la historia nacional, desde las penumbras de la Conquista hasta las sombras de la Guerra Cristera, cuyas intenciones originales comenzaban a diluirse.

De regreso en México, su obra, cada vez más intermitente, se prolongó hasta el 23 de agosto de 1998, cuando el cáncer de pulmón le arrebató la vida. Para entonces, la figura de Garro se había convertido en la encarnación de sus propias palabras, expuestas en Los recuerdos del porvenir: "quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme". Sin embargo, sus libros aún convocan la huella de su paso y la firmeza de sus aspiraciones: innovar la expresión literaria y fijar la mirada en las zonas oscuras, olvidadas, de la historia de México.


* Texto originalmente publicado en el número de agosto de la Agenda Cultural AcéRcaTE, del Instituto Mexiquense de Cultura.

lunes, 4 de octubre de 2010

martes, 28 de septiembre de 2010

El hombre duplicado


Las dudas existenciales son interrogantes que a todos los seres humanos, en algún momento de la vida, nos conducen a analizar comportamientos, a replantear actitudes y a tratar de averiguar, en verdad, quiénes somos y qué rasgos nos diferencian del resto de los mortales.
En la mayor parte de los casos, los misterios vinculados a nuestro ser no logran ser develados, pero los ejercicios de reflexión y los esfuerzos por alcanzar una mayor profundidad en los conocimientos siempre son útiles porque fomentan la sensibilidad, promueven pensamientos y ayudan a aumentar el deseo de superarse a uno mismo.
Impulsado por la necesidad de abordar desde la literatura las cuestiones vinculadas a la identidad de un individuo, el talentoso escritor portugués José Saramago elaboró hace algunos años una historia interesante que tiene como protagonista a un hombre que, en su adultez, descubre que cerca suyo vive una persona idéntica a él con la cual, más allá de las asombrosas similitudes, no lo une ningún vínculo de sangre.
Valiéndose de este intrigante relato, el también creador de obras como “La balsa de piedra”, “El Evangelio según Jesucristo” y “El viaje del elefante” ha buscado entretener a los lectores al tiempo que los anima a tratar de resolver enigmas profundos que guardan relación con la identidad, la búsqueda del verdadero “yo” y las particularidades que definen la personalidad de un determinado ser.
“El hombre duplicado” es un libro que ha generado, a juzgar por algunos comentarios, aburrimiento en ciertos adultos y asombro en otros amantes de la literatura. Pero lo que nadie (o muy pocos) pueden negar es que, a través de esta novela, han estimulado sus pensamientos y han puesto en funcionamiento su imaginación al intentar suponer qué pasaría si, en un día cualquiera, uno descubre que en el mundo existe una copia exacta de nosotros.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Delito de silencio



Ola a ola.
El mar lo sabe todo.
Pero olvida.
Mario Benedetti



En Salobreña, al atardecer, escribí en agosto de 1994 frente al mar:
Delito de silencio.

Tenemos que convertirnos
en la voz
de la gente
silenciada.
En la voz
que denuncia,
que proclama
que el hombre
no está en venta,
que no forma parte
del mercado.

En la voz
que llegue fuerte y alto
a todos los rincones
de la tierra.
Que nadie
que sepa hablar
siga callado.
Que todos los que puedan
se unan
a este grito.

Silencio de los silenciados, de los amordazados. Silencio de la ignorancia.
Terrible silencio. Pero más terrible, hasta ser delito, el silencio culpable de
los silenciosos. De los que pudiendo hablar, callan. De los que sabiendo y
debiendo hablar, no lo hacen.

Debemos la voz. A nuestra propia conciencia, en primer término. Pero,
inmediatamente, tenemos el deber de ser la voz de los sin voz. Les
debemos la voz: “La voz a ti debida”, como en la égloga de Garcilaso,
como en el libro de Salinas. La voz debida, sobre todo, a los que llegan a
un paso de nosotros, a las generaciones venideras.
Sin cesar. Sin cejar. Sin distraernos ni cansarnos. Sin dejarnos conducir
por la (s) pantalla (s), espectadores pasivos. Es un deber hablar. No
hacerlo es, puede ser, grave insolidaridad, trasgresión moral, delito.

“Cuando el hombre cansado / ... para, / traiciona al mundo, porque ceja / en
el deber supremo, que es seguir” /.

Volver a intentarlo. Volver sin detenerse, sin pausa, porque - sigue
escribiendo Salinas - “Nos llenará la vida / ese puro volar sin hora
quieta“...

Voz vigía. Voz que alerte y corrija. Voz que oriente. “La voz debe
anteceder al hecho, / prevenirlo. / Después, no sirve para nada. / Es sólo
aire estremecido” (verso sobre Camboya, 8 de abril de 1979).

La anticipación, la gran victoria. El siglo XXI ha de ser el siglo del pueblo,
de la palabra, de la gente. No más la fuerza, la imposición de los pocos
sobre los muchos. No más la espada ni la mano alzada. Manos tendidas,
manos unidas. Y la voz. A contraviento. Valientemente. Como Quevedo:
“No he de callar por más que con el dedo ... / silencio avise o amenace
miedo”.

La voz debida, comprometida. Voz que libera a medida que se pronuncia.
Voz que puede ser asidero, cura. En 1995, escribí en París: ... “La voz / a
veces /no fue voz / por miedo. / La voz / que pudo ser remedio / y no fue
nada”.

José Ángel Valente, en su poema “Sobre el tiempo presente”, nos advierte:

“Escribo desde un naufragio.
Escribo sobre el tiempo presente.
Escribo... sobre lo que hemos destruido
sobre todo en nosotros.

Escribo desde la noche,
desde la infinita progresión de la sombra,
... desde el clamor del hombre y del trasmundo,
desde el genocidio,
desde los niños infinitamente muertos...
pero escribo también desde la vida ...
desde su grito poderoso.

Como Garcilaso “que tanto callar ya no podía”, alcemos nuestra voz. Voz
debida, voz de vida. Delito de silencio. “... Y que se oiga la voz de todos, /
solemnemente y clara”. Es el mensaje de Miquel Martí i Pol. ¡De todos!.
Clamor popular, para que un día no vuelvan hacia atrás su mirada nuestros
descendientes y piensen: “Podían y no se atrevieron. Esperábamos su voz,
y no llegó”.

El mar puede guardar silencio.
Nosotros, no.

Federico Mayor
Julio, 2004

viernes, 3 de septiembre de 2010

Yo contra mi. Germán Dehesa


El escritor, actor, periodista, locutor, profesor y dramaturgo Germán Dehesa (Distrito Federal, 1944) falleció a consecuencia del cáncer que le aquejaba, la tarde de este jueves a la edad de 66 años en su casa de la ciudad de México, rodeado de sus familiares.

Hace una semana dio a conocer, en su columna diaria, Gaceta del Ángel, el estado en que se encontraba: “Tengo cáncer, pero hasta ahora la enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Nadie tiene idea de cuándo será la terminación cronológica de mi vida, pero calcula la ciencia médica que esto ocurrirá hacia los finales de este año”, escribió en esa ocasión.

En 2004 escribió el entrañable texto "Yo contra mí", para la revista Fractal, donde se refiere a su vida como abanico de dualidades. Su origen, entre el sufrimiento y el gozo, entre el chiste y la condición dramática, definieron su mirada sobre la vida y las letras.

Se reproduce a continuación.

**********

Déjenme platicarles un poco de los tortuosos caminos que me han traído hasta aquí. Cuando me propusieron este ejercicio, en principio pensé que quien me hablaba era un bromista telefónico y, como tal, le respondí que por supuesto estaría dispuesto a un intenso pugilato conmigo mismo.

Aunque no lo crean me tiene en vilo el asunto: ya llevo varios años aprendiendo estratagemas para aliviarme de una timidez incurable. Soy tímido de nacimiento. Parece que mi hijo heredó ese problema: también es muy refractario, aunque no lo someto a las torturas a las que yo sí fui sometido. A mí me obligaban o intentaban obligarme a recitar el poema a los niños héroes de Amado Nervo, delante de una bola de seres muy extraños: hombres viejísimos, como de cuarenta años, y mujeres con lunares peludos; me parecía que no merecían escuchar aquellos versos por mi boca.

En esas ocasiones, mi mamá me laceraba fuertemente diciendo que cómo era posible que si me los sabía no los recitara; yo le respondía que no me daba la gana y que me daba mucha pena pues seguro se me iban a olvidar.

Desde entonces empezó a fraguarse el acero. Prueba de ello es que aquí estoy avisándoles que sí, que soy como todos ustedes: un ser dual. Espero que no lleguemos a un diagnóstico de esquizofrenia severa, pero sí tengo esa condición de siempre estarme asomando a dos caminos.

Mi caso se acentúa por el hecho de ser hijo de un veracruzano alegrísimo, desmadroso, vital, con una capacidad para resolverlo todo en una broma, en un chiste, en una ocurrencia, en encontrarle siempre el lado luminoso aun en lo más siniestro, y militante del Partido Comunista Mexicano. Por otro lado, estaba el carácter de mi madre, que era una señora decente y con una brutal propensión al aburrimiento, a la condición sufridora, dramática: casi daba las gracias por cada dolor nuevo que le venía.

Recuerdo aquí a Giovanni Guareschi, que creó a dos personajes memorables: a Don Camilo, que era cura, párroco de un pueblo italiano, y al alcalde, que era comunista, se llamaba Giusepe Bottazzi, aunque todo mudo le decía Pepón. Hagan de cuenta que en mi casa vivían Don Camilo y Pepón, nada más que Don Camilo era Doña Camila. Si recuerdo bien el mundo de Guareschi, lo más conmovedor del libro, lo más divertido era que, a pesar de esos encuentros o desencuentros ideológicos, los dos personajes siempre encontraban una ruta para que lo humano los reuniera. Supongo que por lo menos en tres ocasiones mis padres lograron encontrar ese camino: tuvieron tres hijos, uno de ellos con parálisis cerebral, el mayor; luego aparecí yo en el horizonte para gloria de este país, el primero de julio de 1944; y mi hermana, la menor, de quien ya hablaré.

Mi padre pidió que yo naciera en Veracruz puesto que mi espíritu era veracruzano, pero mi madre, dócil y cristiana, me nació en Tacubaya... y me pasó a fregar porque realmente ser de Veracruz es algo tres o cuatro veces heroico. Salvo el cine Ermita y un motel muy viejo que hay por ahí, Tacubaya no tiene mayores timbres de gloria ni de historia...

Nací cerca del Molino del Rey donde se perdió una batalla importante (casi es de rigor decirlo, es como un pleonasmo: si es una batalla en la que participaron los mexicanos, salvo la del 5 de mayo y la de Querétaro, todas las demás las perdimos). Por esos mismos lugares nació Guillermo Prieto, un viejo maravilloso; nada hay más deleitoso para un mexicano, o nada debería ser más deleitoso, que la lectura de Memorias de mis tiempos. Ese libro es la historia del México del siglo XIX contada por su mejor cronista, por un protagonista privilegiado que estuvo en todo, que estuvo en las guerras, que estuvo en la paz, que estuvo en el periodismo, que estuvo en la dramaturgia y que publicaba los famosos San Lunes de Fidel, un resumen periodístico de lo que le había parecido la semana mexicana.

Nazco, decía yo, en Tacubaya, donde ahora está la UAM. En esa hermosa casa estaba la maternidad, tiene enfrente la embajada rusa, que era muy frecuentada por mi padre –la embajada rusa, la maternidad pues nada más esa vez fue a enterarse a ver qué le había salido. Le habían salido dos orejas, básicamente, y un pequeño ser adosado; debo confesarles que no ha cambiado mucho la configuración del hijo de mi querido y añorado Don Ángel Dehesa...


No se desesperen. Obviamente sí me voy a pelear yo contra mí. Existe el yo que está tomado de la mano de mi padre y el otro que no quisiera tomarse de la mano de mi madre, porque... porque no me encuentro, porque no siento que sea yo. Sin embargo, a pesar de no sentirme perteneciente, de alguna manera la mano de mi madre me influyó. Recuerdo esas sesiones donde tenía que rezar para que se le quitara el hipo al papa; le venía hipo a Pío XII y teníamos que rezar el rosario en familia, y no el rosario común, sino el de quince misterios. Desde entonces no entendía porqué repitiendo unas palabras desde la ciudad de México, que quedaba a un chingo de distancia del Vaticano, a un señor que tenía hipo en Roma se le iba a quitar el hipo. Yo decía:

– ¿Y si le dan agua mamá, si aguanta la respiración un rato y nosotros aquí como imbéciles rezando el rosario?
– ¡No!

Eso era lo de menos de esa manera que tenía mi madre de vivir la fe. Me acuerdo que antes de mis doce años no salíamos en Semana Santa. Simplemente no se podía salir, hasta que un día, previa consulta con su confesor, con el padre Domingo en la iglesia de San Antonio en la colonia Nápoles, nos dieron permiso de ir a Acapulco, siempre y cuando observáramos el Jueves y el Viernes. Nunca entendí muy bien: era cosa de sentarse como quien ve el paisaje, como quien ve La Quebrada, uno observa un día. Total, que estábamos en Acapulco como estúpidos observando el día; finalmente, a las doce nos ganó la voluntad de ir al mar, nos fuimos a la playa. Empero, en punto de las tres de la tarde del Viernes Santo, con el Sol a plomo, mi madre nos hincó en el camellón de La Costera a rezar porque estaba muriendo Jesucristo. Yo dije:

–¡Puta, fue hace un chingo! Digo, ¿realmente Jesucristo me lo va a tomar en cuenta, esto de que tantos años después, 1956 años después, yo me esté hincando en la costera de Acapulco con la bragueta llena de arena?

Como salía uno del mar, con un bolsón ahí... era espantoso, sin tomar en cuenta el Sol, la sal y otras cosas que traía uno. Mi mamá me cuestionó:

-¿Y lo que sufrió Cristo en la cruz?
-¿Pero yo qué culpa...? –Respondí inocentemente.

Hasta que no terminamos todas las oraciones no nos levantamos. Y mi mamá sabía muchísimas.

Hace no sé cuánto que no rezo el rosario, ni en familia, ni solo, ni nada y, sin embargo, en cuanto me descuido ya estoy con: “por estos Misterios Santos de Cristo, la nación mexicana, la unión y feliz gobierno, goce puerto el navegante...” De niño me imaginaba los barcos en mitad de la tormenta y me decía: “Como estoy rezando, seguro va a encontrar el puerto el navegante.” Me daba como una especie de megalomanía porque podía decidir la suerte de los navegantes, de la unión y feliz gobierno de la nación mexicana, y hacía una lista como de súper, como de carta a Santa Claus. “Por estos Misterios Santos…” y luego venía lo de antes del parto, durante el parto y después del parto, pero cuando uno empezaba a querer pararse, eran unos manazos y unos coscorrones terribles.

Quisiera decirles que tengo un desgarramiento tremendo y que tuve una crisis de fe espantosa… pero que, pensándolo bien, no fue tan grave. En cuanto perdió mi mamá cierta autoridad sobre mí, no volví a pararme en una iglesia, con excepción de una vez que me paré para un matrimonio más o menos logrado.

Debo aceptar que eso realmente no es lo mío, aunque nunca he dejado ni de rezar, ni de creer en Dios, ni de platicar en las noches con Él. Comentaba hoy en la mañana con mis alumnos y alumnas que no puedo ver a Dios como agente de colocaciones, o para pedirle que ganen los Pumas (tiene uno que estar loco para hacer esas mezclas de teología y futbol).

Todo esto lo digo para no entrarle a este tema del pugilato con uno mismo porque es muy arduo.

Les repito que sí, que soy un ser dual, que tengo esta parte muy sellada por una formación católica, sea o no practicante. Hay algo en nuestra mentalidad, en nuestra manera de entender la vida, en nuestro juicio sobre la existencia... Los católicos tenemos un lado sufridor: es nuestra madre que se asoma en cuanto puede.

Recuerdo mucho a mi madre haciéndome su numerito de:

-¡Ay, no sabes, mi pierna mala –porque mi mamá, pasada cierta edad, tenía una pierna mala-. No sabes lo que me ha dolido todo el día mi pierna mala...
-¡Chín! -decía yo.
-Pero tú te vas a ir a una fiesta, ¿verdad? Vete, vete tranquilo de veras. Yo gozo sabiendo que tú estás gozando. Nada más déjame el rosario cerca por favor y mis medicinas, porque si me viene una crisis… no creo, eh, no creo, pero por si me viniera déjalas ahí, total, si de veras me siento muy mal, no puedo ahorita apoyar el pie, me ruedo sobre el mosaico y pecho a tierra llego al teléfono… de alguna manera alcanzo el teléfono...

El resultado de tal exposición era que yo no iba a la fiesta y que la pinche vieja se cuajaba toda la noche. Ya no le dolía nada, ya no necesitaba nada, ni el rosario rezaba, le valía gorro todo.

Pero de pronto aparecía en mi vida mi papá diciéndome: “Vámonos a ver qué encontramos”. Empezábamos a caminar. Me acuerdo que cuando paseábamos por Insurgentes y yo veía a esas mujeres recargadas en los árboles, con mucha pintura en la cara y con unas vestimentas muy extravagantes y llamativas, le preguntaba:

- Oye papá, ¿y esas señoras?
- Ay hijo, ¿qué no sabes?
- No papá.
- Son de la forestal, hijo, son policías forestales. Les encargan un árbol a cada una. Ellas tienen que cuidar su árbol y como está tan cerquita de la banqueta, por eso se visten así para llamar la atención, no las vayan a atropellar.

Era una explicación tan hermosa que hasta la fecha me conmueve, me dan ganas de bajarme a dar las gracias a las de la forestal porque están cuidando los árboles.

Entre esos dos mundo me movía yo: en un mundo del puro gozo, de la pura invención, del mundo siempre visto desde su ángulo más divertido, más chistoso, más llamativo, más fértil para la imaginación, el mundo jarocho de mi padre; y, por otro lado, el mundo michoacano, contrarreformista, feroz, de mi madre, un mundo que consideraba que sufrir era un mérito importantísimo pues estábamos en este valle de lágrimas para acumular, hagan de cuenta como puntos para viajar en avión, puntos para irse al Cielo.

También debo decirles que fui muy feliz en una escuela de gobierno. Quería mucho a un maestro a quien se le ocurrió decirme:

-En esta escuela te vamos a echar a perder. Tú tienes capacidad para más. Te voy a conseguir una beca y voy a hablar con tus padres.

Rápidamente apareció mi madre en el horizonte para decir: “Este es el momento”. Y me metió con los hermanos maristas. Me dieron la beca... y la beca estaban por ley obligados a darla. Sin embargo, en cuanto sacaba siete en conducta, en todo el sonido del Instituto México se oía:

- Le recordamos al niño Germán Dehesa que no paga colegiatura sino que está becado en esta escuela y que por lo mismo debe...

Yo decía: “¡Puta madre!” Con los O'Farril por allá, los Cortina por allá, a los que les daban 25 pesos de domingo, cuando a mí me daban un peso… Había una asimetría, era como tratar un TLC Estados Unidos-México. Los Cortina tuvieron, primero, motoneta, luego motocicleta, luego automóvil y yo seguía tomando mi Popocatépetl/Colonia del Valle y anexas y disfrutando de la ciudad como loco.

Disfrutaba, sobretodo, ir con mi padre, tomar el Insurgentes/Bellas Artes en Georgia e Insurgentes y tardar treinta minutos en llegar a la Alameda, y pasar junto a una escultura y agarrarle las nalgas a la escultura. Me decía mi papá:

-Yo primero porque soy tu mayor. Tú me la vas a dejar muy sebosa. -Y entonces le daba sus llegues.- Ahora vas tú. ¿Cómo es posible que un hijo mío no sepa ni agarrar un nalga? A ver, mira, te voy a enseñar cómo se ahueca la mano, cómo se le hace.

Esas enseñanzas son invaluables, esas sí sirven para la vida.

De esos dos mundos vengo yo. Y por eso soy una especie de animal dual, soy un centauro -en unas de esas voy a salir sirena o algo así: soy mitad carne mitad pescado, mitad caballo mitad ser humano. Todos lo somos porque traemos la carga genética del padre y la carga genética de la madre.

La única ventaja que tengo frente a la dualidad es que los dos eran diabéticos, los dos eran cardiópatas. Eso sí, cardiópata y diabético lo soy a pleno pulmón y en el cuerpo entero. Lo demás, lo que es el valor añadido, lo he tratado de averiguar por mi cuenta.

A mí me deslumbraba mucho mi padre, era bastante pobre y no le daba ninguna pena serlo; nos corrían cada seis meses de las casas donde estábamos; nos mudábamos y era una fiesta.

-Lo de menos sería quedarnos -decía-, pagar la renta al puerco capitalista, pero yo no quiero quitarte la oportunidad de que conozcas la ciudad.

Y mientras, mi madre sufría en silencio, es decir, con un estrépito que se oía a cinco kilómetros (porque cuando una mujer sufre en silencio se oye como a veinte cuadras a la redonda). Lloraba todo el trayecto que iba de la casa vieja a la casa nueva:

-Claro, ustedes se conforman con cambiarse, pero ¿quién pone la casa y quién acomoda los muebles y la chingada?

Total, acabábamos acomodándolo todo nosotros, porque a mi mamá le venía el dolor en la pierna mala...

Ése es mi mundo. Podría estar peleado conmigo mismo, pero vivo muy reconciliado. Cuando llegado el día falleció mi padre de la manera más tranquila, se acostó a dormir una siesta, se enderezó y le dijo a mi madre: “Te quiero comprar un vestido en Liverpool”. Fueron sus famosas últimas palabras –por andar ofreciendo vestidos a las viejas, eso nunca hay que hacerlo. Se volvió a recostar un momento. Le dio una embolia fulminante, y murió.

Mí mamá –se supone que cuando uno hace edema pulmonar podemos librar uno, dos, quizá tres- hizo casi treinta edemas pulmonares y la pinche necia no se quería ir. Sólo se murió porque a mi hermana se le descompuso el coche. Mi hermana, una doctora muy afamada en el Seguro Social, en cuanto veía que mi mamá se empezaba a torcer, la trepaba al coche y se la llevaba al hospital, le ponían el ventilador y le hacían quién sabe qué y le pasaban suero. Cuando yo llegaba vestido de negro y todo, ella salía radiante y, así, más o menos 30 veces. Pero una vez -y conste que no fui yo el que descargó la batería- no arrancó el coche. Mi mamá no alcanzó a llegar y se murió en el trayecto. Mi hermana se azotaba y yo le decía:

-Hermana, esto ya no era vida, agonías todos lo días, esto ya era un exceso.

Cuando fui a la funeraria –estuve cinco minutos en Gayosso, tan malnacido como soy, detesto ir a Gayosso, me encanta estar con los vivos, no sé qué le va uno a oler al muerto—, le llevé unas rosas y le dije:

-Madre, ahí quedamos, entiendo que lo que hiciste como siempre me lo decías: “Es por tu bien y esta cachetada que te voy a dar algún día me la agradecerás –todavía no ha llegado ese día— porque lo estoy haciendo por tu bien”… y me soltaba unas...

Por otro lado, no creo haberme dispensado de vivir por los libros, es decir, no es mi caso como el de algunos seres que han escogido leer, por miedo a vivir; hay otros que se meten a la vida por miedo a la belleza, por miedo al conocimiento. Yo he ido y venido… cosa que siempre tuvo muy nerviosos a mis maestros porque decían:

- Bueno, si éste sabe tantas cosas sobre Shakespeare o sobre Lope de Vega o sobre Sor Juana ¿por qué va al teatro Blanquita?, ¿qué va a buscar al teatro Blanquita o qué hace en el Tivoli oyendo Harapos?

A mí me gustaba oír Harapos y me gustaba leer a Shakespeare; me gustaba tener eso para lo que ni siquiera hay palabras en español, lo que se dice en inglés el street wise, la sabiduría de la calle. Me encantaba y me sigue encantando oír a la gente y ver qué se trae y oír sus argüendes, sus fabulaciones, sus mitos y sus historias.

Tengo que decir que si iba a la calle o iba a los libros, era para traer materiales para mi hermano mayor. Ahí empezó mi esquizofrenia. Yo le platicaba y me respondía, me respondía tratando de adivinar lo que él podía imaginar, de lo que yo le estaba contando. Por eso aprendí a dialogar, por eso me dicen: “Escríbete una escena”, y lo hago como si la tuviera ya en la cabeza. Me asusta que la gente no lo haga.

Adquirí dominio de la palabra, adquirí el dominio del diálogo, de hablar desde el otro preguntándome quién es el otro y qué quiere decir, imaginándomelo, suponiéndomelo. Aprendí también a mantener la tensión, porque mi hermano lo único que podía mover era una mano. Empezaba la narración y me apretaba la mano; si me empezaba a poner pesadito o muy intenso, me empezaba a soltar, y cuando ya era una güeva perfecta, me soltaba la mano. Empecé a aprender en qué momento me iba a soltar la mano y cambiaba de tema o decía un albur o decía esto o decía aquello y volvía a sentir el apretón. Hasta las novelas le quedaban chicas.

Cuando mi hermano ya estaba muy metido, había que añadirle capítulos al mismo Salgari y resucitar al Corsario Negro. Hace 53 años que yo leía eso y aquí está en mi cabeza; recuerdo exactamente cómo comienza El Corsario Negro con esa escena en la que están recargados en la borda: “Y allá en el castillo de proa está el Corsario Negro con una nube de preocupación que cruza por su mente...” –a mí eso de la nube de preocupación que cruzaba por su mente se me hacía poca madre, en la escuela me recargaba a ver si me pasaba una nube de preocupación por la mente...

Pero fíjense lo que son las dualidades de esta vida, la maldición (como le decía mi madre) de la enfermedad de mi hermano me dio el dominio de la palabra, me dio la lectura, me dio el diálogo, me dio el manejo de las tensiones. No me cuesta ningún trabajo hablar en público porque sigo hablando con mi hermano y siento otra vez cuándo me van a soltar la mano, a qué hora hay que cambiar, a qué hora hay que pasar a otro tema. Pero no es ninguna gracia: lo aprendí, lo entrené durante más de 20 años de mi vida. Cuando me dicen: “Escribe un artículo diario”, pues lo escribo, y me preguntan: “¿Y cómo le haces?” Respondo que sigo hablando con mi hermano. Mi columna se llama Gaceta del Ángel: mi hermano se llamaba Ángel Dehesa y era un enviado de Dios, me trajo todos esos dones y derramó oro sobre mi cabeza y me llevé tiempo en entenderlo.

Ahora me pregunto: ¿qué sería de mí sin esa terrible “maldición” que por los pecados de mi padre había caído sobre nuestra familia?
Cuando un médico me dijo: “Su mamá que piense lo que quiera, el problema de su hermano se llaman fórceps, para nacer le doblaron demasiado la cabeza, hubo un momento en que se quedó sin oxígeno el cerebro y ahí empezó todo el proceso de deterioro”. Pues el castigo resultó un premio para mí, por lo menos, prodigioso. Mi manera de estar en el mundo es un modo de agradecer la existencia de mi hermano. Para que vean que todo tiene en la economía de la vida un sentido.

No opto ni por literatura ni por la vida sino trato de ir y venir de la literatura a la vida, de hacerme mejor lector en la medida en que vivo mejor y vivo más, y de hacerme mejor vividor en la medida en que la lectura ilumina mi vida. Sí hay disputa en mí, pero no muy fuerte. Si estoy leyendo un libro y me está fascinando y aparece mi hijo que quiere platicar conmigo, no me cuesta trabajo cerrar el libro y oírlo. Eso sí lo he tenido que aprender: con los hijos más grandes fingía demencia, ni los daba por escuchados. Pero eso se aprende con los años. Ahora sí entiendo que esas intimaciones de la vida no las puede uno posponer.

(Versión de la presentación oral, José Antonio Forzán)



Germán Dehesa, "Yo contra mí ", Fractal n°32, enero-marzo, 2004, año VIII, volumen IX, pp. 89-

domingo, 29 de agosto de 2010

domingo, 22 de agosto de 2010

La tragedia y el coraje



LA TRAGEDIA

Publicado por AFP: 22/08/2010 09:51

Copiapó, Chile. Los 33 mineros atrapados hace 17 días en un yacimiento al norte de Chile están vivos, informó este domingo el presidente, Sebastián Piñera.

El mandatario, presente en la entrada de la mina ubicada a 800 kilómetros al norte de Santiago, mostró ante las cámaras una carta escrita con lápiz rojo que los mineros lograron hacer llegar al exterior a través de un tubo, en la que señalan que todos están con vida.

"Esto salió de las entrañas de la tierra", dijo Piñera mientras mostraba el papel que los mineros enviaron a la superficie. "Es el mensaje de nuestros mineros que nos dicen que están vivos, que están unidos", añadió el mandatario.

Poco después, el presidente chileno, Sebastián Piñera, agregó que una cámara de televisión le dejó ver vivos a ocho o nueve de los 33 mineros atrapados en un yacimiento del norte del país desde hace 17 días.

En declaraciones a radio Cooperativa dijo que “ellos agitaban sus brazos, estaban con sus lámparas prendidas y estaban con un aparente buen estado físico, los vi con los torsos desnudos, porque debe hacer calor, pero con ánimo y fuerza”.

“Ellos prendieron las luces de sus cascos, movían sus brazos y muchos de ellos se acercaron a la cámara con sus rostros y los ponían como los niños cuando se acercan a una cámara de video y pudimos ver sus ojos y su alegría”, comentó.

EL CORAJE

Chile, los chilenos y las chilenas requieren siempre reafirmar la identidad, sobretodo en base al sufrimiento de los pobres y marginados, por mi parte estoy contento de que los mineros estén vivos, trabajé del año 1990 hasta 1995 en la Minería, en Disputada, en Codelco y también en Atacama, subí a los 5500 metros y bajé a los socavones, los conocí, a ellos, mis queridos viejos, callados, emocionales, románticos, sufridos en sus turnos de 15 días, tomando desayuno juntos o conversando en las piezas con afiches de mujeres ausentes. Yo estoy feliz y emocionado, pero no acepto la manipulación de los políticos de todo signo, del Presidente y sus ministros, de diputados y senadores de derecha y de centro izquierda, que ahora se palmotearán las espaldas, todos juntos como lo que son, una clase política maldita, que ha tenido en el olvido a los pequeños y medianos mineros durante siglos, ni acepto la manipulación de curas y monaguillos nombrando al Dios mágico de los ricos y pequeños burgueses, no acepto a periodistuchos ni a histéricos publicistas; y no me olvido de quiénes son los responsables, y sé además que serán meses de rescate. Que estén vivos era una probabilidad mínima. Hoy no hay nada aún, sino la vida en el fondo de mi tierra, que han mantenido ellos por sí mismos. Ahora falta lo más importante, el rescate y la evaluación de por qué paso lo que pasó, buscar y juzgar a los responsables, que respiran con la tranquilidad de los cuasi criminales. Cambiar las leyes de la pequeña y mediana minería, las mismas leyes que nadie revisa en su pobre ejercicio parlamentario. Revisar las casi nulas y pobres normas de seguridad del sector, que sólo han servido para bajar los costos de los yanaconas. Por favor no jueguen con la alegría del pueblo, alegría por lo demás casi triste, vitorear la vida ahora parece una gran celebración y no es más que lo normal y lo justo. Un saludo a los viejos, mis queridos viejos.

lunes, 19 de julio de 2010

Laura Muñoz. Escribir como uno quiere hacerlo



Mira siempre muy de frente. Los iris de Laura Muñoz frisan el color verde. Podría explicarles que son transparentes, pero no sería exacto; su mirada sí lo es, pero el color verde se oscurece o aclara dependiendo de la luz: a veces parece negro, otras esmeralda, en ocasiones caoba… Hemos quedado en la cafetería de un hotel de Madrid para hablar de su primera novela. Detrás de ella puedo ver cómo se alza el edificio de la Telefónica; curiosa coincidencia: la Gran Vía madrileña cumple cien años de historia y yo tengo entre las manos una novela que relata lo que ocurre durante cien días en el curso de un juego estremecedor. A Laura la conocí en los muros del Facebook, luego estuve en la presentación de _Score: 100 días —su debut literario— que se realizó en el Barrio de las Letras, de Madrid, con un éxito que para sí quisieran muchos autores ya consagrados en el Parnaso de las letras de esta ciudad, que crea y devora libros entre cámaras digitales y camareras posmodernas que acaban de hacer un Erasmus y saben lo difícil que lo van a tener en el futuro.

Charlamos un rato mientras pedimos un algo para tomar. Son las doce de la mañana y cuesta decidirse: demasiado tarde para un café, demasiado pronto para una cerveza, ¿un zumo, tal vez? No, que tienen mucho azúcar. Saco la grabadora y, como siempre, tardo unos minutos en conseguir que funcione, me prometo que algún día de estos leeré las instrucciones de uso. Hace algo de calor. El verano se echa encima. Laura me mira…

—¿Se puede disfrutar escribiendo una novela tan terrible como ésta? —tenía esta pregunta reservada para el final de la entrevista, pero algo me impulsa a hacerla ahora.

—Yo lo he hecho y te voy a explicar porqué. Me he divertido haciéndola aunque sea todo tétrico y feo, porque es una novela fea, no es una historia bonita; a lo mejor la palabra correcta es que he disfrutado porque yo con eso me he desahogado, es un poco de rabia interior también. No podría escribir una historia romántica.

—¿Cómo es eso de que proyectas la rabia tuya en la novela…?

—Escribí la novela sólo para mí, cuando escribo no pienso en nadie más. Solté todo lo malo, lo bueno me lo he guardado. Son experiencias personales, feas, que he tenido en mi vida y, bueno, he utilizado la escritura para volcarlas… a lo mejor no me daba por llorar, me daba por escribir, es una forma de terapia. Quizá yo he notado en algún momento de mi vida cómo me quemaba la garganta sin que me ocurriera, por supuesto, lo que le pasa a uno de los personajes de Score… Hay simbología, sí, pero la gente que no me conoce no va a pensar «pues mira esto significa, esto le pasó…». No me identifico con los personajes de la novela, es evidente que no he vivido las situaciones que describo, pero sí con muchas sensaciones que he experimentado.

—En el currículo que incluyes en el libro dices que eres «seguidora acérrima» de Quentin Tarantino, ¿no te parece que una declaración tan rotunda puede condicionar el desarrollo de la novela?

—Pensé en ponerlo o no, es cierto, incluso consulté con la editorial si les parecía una buena idea. Me he fijado mucho en Tarantino, en los guiones, en los diálogos, en esos movimientos en el tiempo que usa, que son geniales, pero pensamos que era una buena idea y no lo hicimos para atraer público, que lo puede parecer, pero es la verdad y, además, la cita puede ser mala para mí: alguien que lea la novela podría decir ¡pues no es para tanto…!


Me apunta a continuación que va muy poco al cine, que su afición es la lectura. Sonríe cuando le comento que, en mi opinión, sí se nota la influencia del director norteamericano en varios momentos de la trama de Score. Laura se fuma los libros, pero no es capaz de continuar más allá de las diez primeras páginas si la historia no le engancha: «Es posible que sea un error, que sea una mala lectora, pero si no me ha producido nada no puedo». Lo que comenta me recuerda a los lectores de las grandes editoriales, la diferencia es que ellos lo hacen por razones profesionales. «Yo escribí mi novela —prosigue— pretendiendo que las personas que la leyeran, que pensaba que iban a ser mi marido y mis padres, quedaran impresionadas desde el principio por la rabia que hay en sus páginas. Eso fue lo que busqué».

—Así pues tú has escrito una novela porque te apetecía, lo cual es formidable, pero ¿no te ha dado algo de miedo meterte con un tema que ya puede estar algo sobrepasado? —me surge aquí el recuerdo de El silencio de los corderos.

—No, no, ¿sabes qué pasa?, el tema no lo elegí, me salió… He hablado con gente que también escribe y me dicen que es curioso que yo no me marcara unas pautas. Yo tenía una idea vaga de la historia, sabía cómo quería empezar y terminar pero la «tripa» no la sabía, me iba surgiendo, no fue nada premeditado…

—¿Piensas entonces que para escribir una novela el autor debe tener en la cabeza un principio y un final…?

—No, es mi manera… no creo que sea necesario. Es como me ha salido, vaya. Yo siempre he escrito para desquitarme.

—Quisiera que ahora entráramos en temas que he ido apuntando —¡ah!, esta cabeza que tengo, le confieso—. Después de leer una buena parte de tu libro me ha dado la sensación de que estuvieras escribiendo para una generación determinada, el uso de palabras que tienen que ver con aparatos actuales o personajes que hablan como si estuvieran en un chat o en una red social puede dejar fuera a muchos lectores, ¿es deliberado este tono?

—¿Sabes qué pasa?, yo leí hace año o año y medio varios libros de Federico Moccia, me gustaron muchísimo y a lo mejor sí que le he robado un poquito la idea esa, porque en sus novelas me llamó mucho la atención de que a pesar que los protagonistas no eran de mi generación, eran de otra anterior, me sentí muy identificada. No es que Score vaya de veinte a cuarenta años, eso sí que no lo pensé porque no la quería enseñar a nadie, escribía, de forma coloquial, y, claro, una se siente cómoda con lo que conoce.

—Entrando en la trama de la novela, comienzas haciendo una destacada referencia al Síndrome de Asperger que luego, sin embargo, no tiene la relevancia que se podía esperar, ¿no temes que este recurso pueda despistar al lector?

—Pues no sé si lo despistaré, pero eso sí que fue intencionado total. Necesitaba una razón que justificara el comportamiento de la niña [Claudia], tenía que documentar su papel y a mí la psicología me gusta mucho. Elegí esta enfermedad porque la conozco —Laura dice también que la psicología es su profesión frustrada, pero que todavía «está a tiempo». Charlamos un rato sobre Salander, la mujer gótica que ideó Stieg Larsson en su trilogía Millennium, el detective Grissom, de la serie televisiva C.S.I. en Las Vegas y en Tim Burton, el director de cine: personajes y personas conocidos que padecen el síndrome.

—Las drogas tienen importancia en tu novela, citas muchos tipos de ellas, ¿cuánto te has documentado al respecto?

—Me he documentado mucho. Además la palabra viene genial porque me he visto todos los documentales que encontré en Internet; leí muchos libros y he hablado con mi psicóloga, que me trató hace varios años, y una amiga también especialista que estuvo destinada muchos años en la cárcel de Alcalá-Meco, a ella le contaban experiencias de verdad, de lo que sentían, del bajón, del subidón…

—En cuanto a los personajes, quisiera que me explicaras cómo Carmen, una mujer maltratada, puede buscar un segundo hijo con un hombre que es un sádico, recibiendo, además, un tratamiento de fertilidad tan inquietante como el que tú describes…

—Es un palo ardiendo para ella… Yo soy así, muy radical; con esto que dices he querido denunciar que ahora hay un montón de mujeres que están ahí… como sublevadas, no entiendo porqué todavía, es que estamos en el 2010… —Laura reflexiona durante un momento en voz alta— es un poco denuncia porque todavía hay gente así. Una amiga mía se está leyendo el libro y me ha dicho que no lo va a terminar porque no puede, se siente tan identificada que lo está pasando mal, como cuando te dicen lo que no quieres oír: «Madre mía —dice su amiga— esta mujer, no es un personaje bonito y yo me siento como ella…».

—Entonces, Carmen, el personaje, ¿es una sumisa?

—Totalmente.

—Hablo de una relación sadomasoquista…

—Sí, hasta ese punto, sí. No le queda otra. Disfruta con su objetivo que es tener otro hijo, ¿por qué?, no lo sabe nadie. Ella es ante todo madre, quiere lograr ese objetivo como sea y el precio no le importa, quiere un segundo hijo y le da igual de quién, cómo, por qué…

—Es una obsesión que la conduce hasta un terrible desenlace.

—Y a soportar lo que le echen —Laura responde de inmediato, sin titubear.

—Hablemos, si te parece, de otro personaje. Cuando leí la
historia de Matías, me pareció como si la trama se rompiera, es la de él una historia delirante: la relación con otras mujeres, el tratamiento que ha ideado utilizando una droga que se usa sólo para los animales, me pareció que a partir de ahí entraba en una segunda novela que se desarrolla en un plano irreal.

—Pues fue a propósito total. Yo lo que quiero es que se piense un poco, que no sea que pase y pase, que siga pasando el tiempo, y sigan las historias… no, yo quería meter ahí a los personajes con sus situaciones fuertes. Yo quería que Carmen tuviera un hijo con este hombre tan extraño, que al menos lo tuviera biológicamente, esa fue la manera de hacerlo. Con Carmen, como hablábamos antes, todo vale, ella paga un precio muy alto pero le da lo mismo, otra mujer, en su lugar, montaría la de dios.

—Tenemos la tendencia de buscar el protagonista en una historia, sin embargo me parece que en tu novela no hay ninguna persona que lo sea, es el propio juego que has creado.

—Yo no podría decir un personaje principal. Cada uno tiene su importancia en cada momento, eso es lo que deseaba hacer. No quería que la gente pensara en Score pensando en Máximo que es el sufridor, ni en Matías porque es el castigador, ni en Ruiz porque es el que hace toda la trama, no quería nada de eso, buscaba que les den la importancia justa en cada momento; todos los personajes la tienen, unos sin otros no son nadie, pero a lo mejor sí es cierto que remarco más las situaciones.

—Me llama la atención que ni Matías ni Ruiz tengan un pasado, son personajes de los que sólo sabemos lo que están haciendo.

—Eso tiene una explicación, Pedro. Es algo que aparecerá en la segunda parte de la novela, que ya estoy escribiendo. Como quiero esos giros de tiempo tan pronunciados, si los puedo hacer, con eso creo que los voy a conseguir. Score es realmente la segunda parte de una novela, y si la que estoy escribiendo ahora es precuela tiene que haber una última que es la tercera porque sino la historia no acabaría. La que estoy preparando ahora es justo el pasado de ellos, es dar explicación a lo que hacen…

—Entonces, ¿escribes por impulsos?, ¿haces una novela y mientras la escribes descubres que es una segunda parte de una trilogía?

—Sí, porque todo ha sido tan personal que no he seguido ninguna pauta, a lo mejor esto suena fatal, pero es verdad, no he querido seguir ninguna estructura no porque a lo mejor no haya querido, es mi manera. Y es así, no hay más aunque quisiera. Si ahora mismo me pusiera un horario para lo que estoy haciendo o un esquema yo no podría hacerlo Pedro, te lo digo ya sin haberlo intentado siquiera. Es que es muy personal, esta soy yo y la novela salió así, pero podría haberla hecho de otra manera —una firme convicción remarca estas últimas palabras de ella.

Ahora, en este momento de la entrevista, tengo que pedirles a ustedes, lectores, que me perdonen por no especificar el detalle de una situación que afecta a dos de los personajes y cuyo descubrimiento me pareció un momento muy destacado de la historia, un estupendo hallazgo de la autora. Laura me agradece que se lo diga. Si ustedes leen la novela quizá entiendan entonces a qué y quiénes me estoy refiriendo. A estas alturas de la conversación van empezando a salir detalles que «destriparían» la novela y ni yo ni ustedes queremos que eso ocurra…

—Voy a hacerte un giro… —Laura sonríe—, Bretón llamó a Sade el «Divino Marqués». El Marqués dijo: «La primera ley que me indica la naturaleza es deleitarme a costa de quien sea», en algunos momentos de tu novela me ha parecido encontrar una cierta influencia de él, ¿es así? —no crean que la frase que le solté a Laura me la sabía de memoria, la llevaba apuntada.

—No. No he leído a Sade, ¿podría pensarse en que existe una influencia?

—En mi opinión, sí —le contesto; tomen ustedes este momento de la entrevista como les parezca mejor, a mí me da por recordar, salvando las necesarias distancias, el relato Pierre Menard, autor del Quijote—, pero esta primera pregunta tiene correlación con una segunda, que es que en tu historia no aparecen impulsos sexuales.

—Sí… hay un montón de tensión sexual pero no quería que fuera explícita. No sé, soy consciente de que la hay pero no se me ocurrió desarrollarla, hay muchos momentos en que me dije ¡uy!, aquí va a pasar lo que va a pasar pero no quería entrar en eso, no por nada especial… de hecho hay dos momentos asquerosos con el personaje de Carmen, pero no entran mucho en detalle, no sé… creo que ellos [los personajes] no sienten la sexualidad —pruebo un aperitivo que acaban de traer; reflexiono sobre el drama que puede provocar la pérdida de una sensación…

—El tabaco sobrevuela en momentos muy escogidos en la historia —entro en otro terreno—, bien resueltos por tu parte, la nicotina planea en cada rincón de esas páginas pero lo planteas desde una perspectiva que denota un sentimiento de culpabilidad por el hecho de fumar ¿las actuales generaciones se sienten mal por fumar?

—Es también un poco denuncia, mira la que te habla —señala el cigarrillo que acaba de encender—, es que soy un poco bestia en este aspecto, bueno, en mi vida particular también lo soy: decido todo a muerte y creo que tengo la razón; lo del tabaco quería ponerlo en tres momentos claves, escogidos, para esa necesidad y ese vicio que tenemos todos los que fumamos, pero a la vez las ganas de dejarlo y no poder, no tener esa fuerza de voluntad como para hacerlo. Fíjate cuando [Verónica] le pide un cigarro a un chaval en la calle… coño, a una cierta edad te da hasta vergüenza, prefieres no fumar y esperar a llegar adonde sea para conseguir tu tabaco. Lo que quería contar es «fíjate el vicio que tiene, que le da igual la vergüenza, le da igual todo, se lo fuma como si fuera el último cigarro de su vida» —en ocasiones, Laura habla a alguien que no está presente, quizá se dirija a ese «prototipo» de lector que nos imaginamos a veces los que escribimos.

—Hablando de recursos, tú utilizas frases muy cortas, en varios momentos he tenido la impresión de estar viendo un videoclip…

—Eso me lo ha dicho mucha gente. Además es muy curioso, les di el libro a unos amigos antes de llevarlo a la editorial porque me hacia ilusión que me contaran, todo lo objetivos que pudieran ser, su opinión al respecto de Score y muchos me dijeron: «Me estoy imaginando la película». Es curioso porque habrás visto que no describo físicamente a nadie y hablando con esta gente sobre los personajes decíamos que quién interpretaría a este o a aquel, y es que coincidíamos lo que me da una satisfacción porque lo que cuento sobre lo que hacen o dejan de hacer Matías o Ruiz les da una forma física, lo cual es algo superimportante para mí.

Suena una sirena en la Gran Vía. Me doy cuenta de que en la cafetería el público es ahora distinto o consume cosas diferentes. Es la hora del aperitivo, también la del momento de comenzar a despedir la entrevista.

—Saliéndonos de la novela, ¿cómo ves el panorama de los escritores que empiezan?

—Muy difícil. Pero yo me estoy encontrando que soy superafortunada. No sé si esto se quedará aquí, pero si fuera así yo ya tengo mi felicidad porque nunca pensé que alguien se interesaría por lo que escribo, que les guste o no lo que leen, pero que les despierte algún interés eso es muy importante, tú lo sabes. Estoy alucinando, no por la aceptación del libro, todavía tengo pocas opiniones, sino porque estoy encontrando a gente que me apoya más a mí que al proyecto, gente que no me conoce les llama, o les llamo, la atención, quizá no les cuadra el tema de la novela con mi físico, o a lo mejor es que como él no es duro ni agresivo, es un físico corriente… Que te apoyen es muy importante en estos tiempos en que nadie da nada por nadie —suena el móvil de Laura y le dice al interlocutor que le llamará luego…

—Dime un escritor —le pregunto cuando cuelga; da un poco de corte utilizar una cuestión tan manida, pero sigo pensando que a la mayoría nos interesa saber cuál es el autor preferido de los que escriben.

—Stephen King y Ken Follet —lo suelta sin pensárselo dos veces, con espontaneidad digna de admirar, sin temor a que su opinión le pueda bajar puntos a los ojos de algún posible lector de esta entrevista: muchos en su lugar hubieran buscado el nombre de algún escritor con más pedigrí literario.

—Si te propusieran hacer una película con Score, ¿te gustaría?

—Me encantaría.

—¿Tú crees que la literatura puede cambiar el mundo?

—¡Hombre!, sí, y espero que lo haga algún día…

Laura Muñoz. Sencilla y sincera. Durante esta conversación me he acostumbrado a su forma rápida de hablar, yo que aspiro a hablar todo lo despacio que pueda. Cuestión de temperamentos, o tal vez de edad. Le propongo que hagamos unas fotos con su novela en las manos y acepta encantada. De fondo tiene una cabina de teléfono y el primer rascacielos que se construyó en Madrid; hay un quiosco de periódicos que exhibe la publicidad de una obra sobre Edit Piaf, se me ocurre utilizar el cartel como decorado para una de las fotografías y la hacemos al cabo de unos minutos.

—Me encanta Edit Piaf —dice Laura.

El sol aprieta y caminamos calle Montera abajo. Los iris de Laura vuelven a cambiar de color. Son las tres de la tarde y algunos viandantes buscan las sombras para cobijarse. Nadie podría imaginarse que venimos de hablar sobre un trágico juego que duró 100 días, escrito de la mejor manera posible: como se quiso hacer. Y punto.

Entrevista por Pedo M. Martínez

lunes, 12 de julio de 2010

El hombre de la ventana


Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital.
A uno se le permitía sentarse en una cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación.El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba.

Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago, patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas.

Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.

Según el hombre de la ventana describía esto con detalle exquisito, el del otro lado de la habitación (el que estaba acostado) cerraba los ojos e imaginaba la edilicia escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando.
Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.

Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana que había muerto plácidamente mientras dormía.

Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital para llevarse el cuerpo.

Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana.

La enfermera le cambió encantada y tras asegurarse de que él estaba cómodo, salió de la habitación.

Lentamente y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo para lanzar la primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama... y se encontró con una pared blanca.

SORPRENDIDO...
El hombre pregunto a la enfermera qué podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana.
La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó:

- Quizás quería animarle a usted.

Epílogo: Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea su situación. El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte es doble.
Si quiere sentirse rico, solo cuente todas las cosas que tiene y que el dinero no puede comprar.



"Hoy es un regalo, por eso se le llama el presente".

jueves, 8 de julio de 2010

En estos tiempos


Este poema lo reencontré entre las páginas del diario que Antonio Guerrero, uno de Los Cinco, escribe en la prisión de Clarence. Lo escribió un gran actor y amigo, fundador del grupo de teatro comunitario Escambray, que en sus últimos años de vida dirigió el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos: Sergio Corrieri Hernández.



En estos tiempos

los ojos se estrenan con cada amanecer

nuevas visiones del mismo fantasma lacerado

que recorre a pie el mundo de los pobres

de este mundo.

En estos tiempos

los zánganos fundan nuevas colmenas

con la vieja miel

los vivos se apropian de los muertos

los meteorólogos se tornan herméticos

asomado apenas el húmedo índice.

En estos tiempos

hay ciegos que prefieren no ver

mudos que entrenan sus lenguas intactas

ensayando a la sombra

su próxima traición.

En estos tiempos

los estudios de mercado vaticinan

el aumento constante del precio de los sueños

los mercaderes se aprestan a hecerse millonarios

los profetas auguran la descomunal orgía

de la libertad

el derecho inalcanzable a pensar

sólo en sí mismo.

En estos tiempos

la ternura no cabe en una mano

y el puño no sabe de ternura

nuestros hijos tendrán que ser violentos todavía.

domingo, 20 de junio de 2010

Te acordarás un día.


Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía
porque te quiso tanto... que no te lo decía.

Aquel amante loco... que era como un amigo,
y que se fue con otra... para soñar contigo.

Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano... que volvió del olvido
sólo para quererte... como a nadie ha querido.

Aquel que fue ceniza de todas las hogueras
y te cubrió de rosas sin que tú lo supieras.

Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente.
Viajero silencioso de las noches de estío
que miraba tus ojos, como quien mira un río.

Te acordaras un día de aquel hombre lejano
del que más te ha querido... porque te quiso en vano.

Quizás así de pronto... te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secara en el huerto
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.

Y él andará en la sombra con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.

Autor: José Ángel Buesa

viernes, 4 de junio de 2010

Cuando muere el hijo.


En 1983, Abel Posse vivía en París con su mujer y a su hijo Iván, de quince años. Un domingo de invierno al mediodía, el matrimonio salió a comprar el regalo de un amigo. Al regresar, sin que nada lo hiciera prever, les esperaba el descubrimiento más terrible que cualquier padre puede imaginar: el suicidio del hijo.
A casi tres décadas del suceso que marcó su vida, A. decide relatarlo. Todavía puede reconstruir al detalle esas primeras horas: el cuerpo inerte, la sangre, su estupor, la desesperación de la madre, la llegada de los gendarmes, los fríos trámites, el entierro en Père Lachaise. El dolor, la vergüenza, la culpa, la bronca...
La necesidad de desentrañar lo que jamás creyó posible lo lleva a emprender un tour de force detectivesco por el alma del hijo, de pronto, tan desconocida. Examina sus papeles, se entrevista con sus amigos, sus profesores, su médico. Un año después, el trabajo lo destina a Israel. Con su mujer deciden hacer el viaje desde Francia en automóvil, pasando por Grecia. Mileto, Tel Aviv, Jerusalén son el escenario exterior de un viaje iniciático para emerger del laberinto de sufrimiento y muerte que supone la brutal desaparición voluntaria de su hijo adolescente.
Con un estilo depurado que alcanza su máxima excelencia en las estas páginas, Abel Posse ofrece un testimonio de una crudeza sobrecogedora, el documento existencial de un padre que encuentra en la escritura su forma personal de exorcismo. Cuando muere el hijo es una crónica real pero es también una obra literaria inclasificable, perturbadora e imposible de olvidar.

Avance de la última novela escrita por Abel Posse.

jueves, 13 de mayo de 2010

Insomnio


Este es uno de los poemas más significativos de la poesía de postguerra de la literatura española. A partir de 1944 el libro en el que se inserta, Hijos de la Ira, constituyó una prueba de lo que podemos llamar el exilio interior de los poetas del 27 y abrió nuevas vías a la poesía posterior. Sin este libro sería inexplicable la poesía social posterior. Incluyo el audio con la voz del autor recitando el poema.


INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que
me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de
la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo
como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi
alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus
noches?

Dámaso Alonso, Hijos de la ira, 1944


DÁMASO ALONSO. (Madrid, 1898‐1990). Su labor académica (profesor en distintas
universidades y Director de la Real Academia de la Lengua) ha nublado su excepcional
labor como autor. Fue uno de los autores del 27 que no se exiliaron físicamente sino
que sufrió el exilio en el interior mostrando una poesía que se caracteriza por el
desarraigo. Su obra más importante es Hijos de la Ira, que inició un nuevo camino para
la poesía española. Otros libros serían: Oscura noticia y Hombre y Dios.

sábado, 24 de abril de 2010

Cómo y quiénes asesinaron a Víctor Jara


Los estremecedores testimonios de cómo y quiénes asesinaron a Víctor Jara
Por Jacmel Cuevas P.
CIPER - A casi cuatro meses de conmemorarse 36 años de la muerte del destacado folclorista chileno, el tesón de su viuda Joan Turner y de sus hijas, logró que la investigación judicial llegara al punto que se creía imposible: individualizar al grupo de oficiales y conscriptos que perpetraron el asesinato. Las confesiones de los involucrados, entre ellos un conscripto que participó en forma directa en el crimen, permiten conocer las estremecedoras últimas horas de vida de Víctor Jara: un subteniente jugó a la ruleta rusa con él hasta que le descerrajó un tiro en su cabeza. Después ordenaron acribillarlo en un camarín de un subterráneo del Estadio Chile. También revelamos la historia nunca antes contada de cómo se rescató su cuerpo desde la Morgue. Junto al artista, fueron acribilladas otras 15 personas, entre los que se encontraba el ex Director de Prisiones, Litre Quiroga. Los detalles del homicidio fueron recabados en la presente investigación de CIPER.
El caos, la incertidumbre y el miedo que reinaron en el país durante los primeros días tras el golpe militar de 1973 parecían, hasta ahora, haberse conjugado de manera perfecta para que el asesinato del destacado folclorista Víctor Jara siguiera siendo un enigma judicial, llevando incluso al juez que instruye el proceso, Juan Eduardo Fuentes, a cerrar el caso a mediados del año pasado, con un solo procesado como responsable del crimen: el comandante (r) César Manríquez Bravo, jefe del improvisado campo de prisioneros que se instaló en el Estadio Chile a partir del 12 de septiembre de ese año.
La decisión del magistrado fue cuestionada por los querellantes del caso, quienes incluso obtuvieron el respaldo del entonces subsecretario del Interior Felipe Harboe, para pedir la reapertura de la investigación, llamado al que se sumaron varios parlamentarios de la Concertación. La urgencia por revocar la decisión de Fuentes fue tal que incluso la autoridad gubernamental se sumó al emplazamiento público que hizo la viuda del artista, Joan Turner, para que cualquiera de las cerca de 6.000 personas que pasaron por el recinto deportivo en esa fecha (entre detenidos y uniformados), que pudiera tener antecedentes del asesinato se acercara a entregarlos, incluso, bajo la más estricta reserva.
Nelson Caucoto, abogado de la familia Jara Turner, relata que se recibieron muchas colaboraciones que podían aportar a esclarecer el homicidio, lo cual le permitió presentar un escrito solicitando más de 90 nuevas diligencias al juez. Y Juan Eduardo Fuentes reabrió el caso.
Sin embargo, ninguno de estos datos entregó pistas concretas para llegar a los responsables del crimen, cuyas identidades quedaron bajo el secreto de un grupo reducido de oficiales y conscriptos que estuvieron a cargo de interrogar a los detenidos en los camarines ubicados en los subterráneos del Estadio Chile. Fue la exhaustiva búsqueda de los conscriptos de distintos regimientos que estuvieron después del golpe en el Estadio Chile, la que terminó por dar las pistas de quienes fueron los uniformados que ultimaron con ráfagas de fusil a los cerca de 15 detenidos -entre ellos Víctor Jara- que fueron apartados de los restantes prisioneros al producirse su traslado al Estadio Nacional, entre el 16 y 17 de septiembre de 1973.
LAS PRIMERAS HORAS DEL FINAL
En la madrugada del 11 de septiembre de 1973, personal de varios Regimientos militares ubicados en regiones se trasladaron a Santiago, bajo la excusa de realizar los preparativos de la Parada Militar, para conmemorar el día de las Glorias del Ejército. Así arribaron a Santiago las unidades de La Serena y el Maipo, las que se constituyeron en el Regimiento Tacna. Otros efectivos provenientes de Calama y de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes – comandada por el coronel Manuel Contreras Sepúlveda, quien a los pocos días iniciaría la organización de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)- lo hicieron en las dependencias de Arsenales de Guerra.
Cerca de las cinco de la mañana de ese día, las tropas apostadas en esta última repartición fueron informadas del golpe de Estado, bajo la arenga del teniente Pedro Barrientos, quien los emplazó a participar en la toma del territorio capitalino bajo la premisa que en esa misión no habían rangos, que todos eran importantes en ese crucial y patriótico acontecimiento. El episodio ha sido relatado en las declaraciones judiciales de varios conscriptos de los regimientos Maipo y Tejas Verdes que llegaron desde la Quinta Región.
Tras el bombardeo a La Moneda y la muerte de Salvador Allende, cerca de 600 estudiantes y profesores se amotinaron en la Universidad Técnica del Estado (UTE, actual USACH) para resistir la ocupación militar. Sin llegar a producirse enfrentamientos, ya que casi no tenían armas, fue muy poco el tiempo durante el cual pudieron oponerse a la entrada de los uniformados.
Pasadas las dos de la tarde del 12 de septiembre comenzó el desalojo de los académicos y alumnos. Entre escenas de gran violencia y dramatismo fueron detenidos y trasladados al Estadio Chile. En ese grupo se encontraba Víctor Jara Martínez, profesor de esa casa de estudios. El procedimiento fue dirigido por el entonces capitán Marcelo Moren Brito, quien luego se transformaría en uno de los más temidos agentes operativos de la DINA. Al momento de ingresar al Estadio Chile, convertido en campo de prisioneros, a los detenidos se les quitaban sus especies de valor, se les anotaba su nombre y filiación política.
Antes de ello, durante la tarde del 11 de septiembre, después de encargarse del funeral de Salvador Allende, el comandante César Manríquez fue encomendado por el general Arturo Viveros -jefe del Comando de Apoyo Logístico y Administrativo del Ejército (CAE)- para crear el primer recinto de detención que se debía instalar en el Estadio Chile. A la mañana siguiente, Manríquez se constituyó en el recinto. Poco después comenzaron a llegar los miles de detenidos que arribaban en buses de la locomoción colectiva y camiones del Ejército.
Según las propias declaraciones de Manríquez que, hasta ahora, era el único procesado en el caso, lo ocurrido al interior del recinto deportivo –construido sólo cuatro años antes de los hechos- era un escenario “dantesco” debido a la gran cantidad de prisioneros (5.600, según sus cálculos). El ex uniformado asegura que sólo contó con personal de apoyo del CAE para custodiar el recinto, pero que en los subterráneos del edificio se constituyeron oficiales de Inteligencia de las distintas Fuerzas Armadas, cuyas identidades desconocía, ya que no habrían estado bajo su mando.
Esa es la razón con la que justificó haber montado una escena de terror para amedrentar a los detenidos. Colocó dos ametralladoras punto 50 –usadas en la Segunda Guerra Mundial- en los balcones del edificio, las que eran publicitadas por los parlantes como las “sierras de Hitler, capaz de partir a una persona en dos”. En el segundo piso también se instalaron potentes focos de luz, que permanecían encendidos día y noche, provocando que todos los que permanecieron al interior del Estadio perdieran la noción del tiempo.
Los primeros días de encierro fueron caóticos, ya que incluso se reventaron algunos alcantarillados, generando problemas de insalubridad. Tampoco tenían alimentos ni para los soldados ni menos para los prisioneros. La escasez de comida incluso provocó que los mismos militares saquearan negocios aledaños al recinto. Sólo al cuarto día, el 16 de septiembre, se recibieron algunas raciones para los soldados, según declaró el capitán David González Toro, encargado de abastecimiento del recinto.
Se desconoce la hora a la que ese miércoles 12 de septiembre arribaron los miembros de los servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas. Lo que sí se sabe es que, tras su llegada, comenzaron a interrogar a los detenidos. Todo se anotaba en una ficha previamente confeccionada, donde se consignaba el nombre, la cédula de identidad, domicilio, filiación política, antecedentes de la detención y observaciones. En la parte inferior del documento, se añadía un pronunciamiento del interrogador en el que debía calificarlo como prisionero bajo las siguientes premisas: ley de control de armas, marxista o comunista y sobre la necesidad o no de someterlo a Consejo de Guerra.
Según diversos testigos que han declarado en el caso, previo al traslado al Estadio Nacional hubo muchos hechos de violencia en contra de los prisioneros. Se ha determinado que al menos tres personas habrían perdido la vida en las graderías del recinto. Una persona de contextura pequeña y delgada que muchos confundieron con un niño y que en un acto de desesperación se abalanzó sobre un conscripto, quien reaccionó descargando una ráfaga en su abdomen. Según testimonios, el comandante Manríquez felicitó al soldado por su “heroica labor”. Otro prisionero se lanzó del segundo piso gritando ¡Viva Allende!, mientras que un hombre joven fue muerto a golpes de culata en su cabeza por haberse negado a cumplir órdenes de los militares.
A esta cifra se suman otras 15 personas que habrían sido acribilladas junto a Víctor Jara en los subterráneos del Estadio, según la confesión del primer hombre en ser individualizado por la justicia como uno de los autores del asesinato del destacado folclorista.
LOS HOMBRES DE TEJAS VERDES
En sus declaraciones, todos los conscriptos que viajaron desde la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes (dirigida entonces por el coronel Manuel Contreras) a Arsenales de Guerra, en Santiago, coinciden en que las tropas venían bajo el mando del capitán Germán Montero Valenzuela, sumando un contingente de aproximadamente un centenar de soldados y una veintena de oficiales.
El 12 de septiembre, al llegar al Estadio Chile, el contingente quedó a cargo del comandante Mario Manríquez. Entre los oficiales que participaron en esta misión, los conscriptos mencionan a los tenientes Nelson Haase y Rodrigo Rodríguez Fuschloger, y a un subteniente que tendrá un papel decisivo en el asesinato de Víctor Jara.
La primera confesión que obtuvo el juez Fuentes sobre el crimen fue la del ex conscripto José Alfonso Paredes Márquez (55 años). El entonces joven de 18 años llegó a Santiago durante la madrugada del 11 de septiembre de 1973, proveniente de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, donde desde abril de ese año realizaba su servicio militar.
Durante el día en que la vida de los chilenos se partió en dos, su sección fue enviada, al mando del teniente Pedro Barrientos, a custodiar el camino Padre Hurtado. Paredes dice haber sido una suerte de guardaespaldas del teniente Barrientos.
Al mediodía del 12 de septiembre, el contingente se trasladó, primero a Arsenales de Guerra y luego a la Universidad Técnica (actual USACH). Allí, pasadas las dos de la tarde, procedieron a trasladar a los detenidos al Estadio Chile. El mencionado oficial, junto a Paredes, acompañaron a bordo de un jeep la caravana de buses de la locomoción colectiva que trasladaron a los prisioneros. Una vez la misión cumplida, regresaron a Arsenales de Guerra.
El 16 de septiembre, cerca de las 18:00 horas, el escuadrón de militares llegó hasta el Estadio Chile, donde se presentaron ante un oficial de rango superior cuya identidad desconoce, quien les ordenó vigilar las casetas de transmisión del recinto. Y en el interior del Estadio, los otros conscriptos comentaban que ahí estaban detenidos el Director de Prisiones, Litre Quiroga; el cantautor Víctor Jara y el Director de Investigaciones, Eduardo “Coco” Paredes.
Siempre según la confesión de Paredes, al día siguiente fue enviado al sector del subterráneo. Y permaneció como centinela en la puerta de uno de los camarines destinados a los detenidos. En ese camarín había 5 ó 6 oficiales de otros regimientos, con tenida de combate, cuya identidad desconoce. Los vio escribir en unos papeles los datos que le respondía un detenido al que observó sentado frente a un escritorio. En otro ángulo del camarín, Paredes vio a otros prisioneros mirando hacia la pared.
Unas horas después, llegaron a la habitación el teniente Barrientos y el subteniente que bajo las órdenes de Haase y Rodríguez estaba a cargo de los conscriptos. Traían a un detenido. Fue entonces que dice haber sido llamado, junto al conscripto Francisco Quiroz Quiroz (55 años), y que se les comunicó que el detenido era Víctor Jara. El grupo lo comenzó a insultar por su condición de comunista. Paredes lo miró y lo reconoció. Víctor Jara quedó allí, en ese camarín, custodiado por Quiroz.
Más tarde, recordará el principal testigo, el teniente Barrientos lo mandó nuevamente al subterráneo, al mismo camarín. Pero esta vez Paredes no encontró a nadie: ni interrogadores ni detenidos y tampoco a Víctor Jara. Pasaron las horas hasta que Paredes vio nuevamente llegar a los oficiales interrogadores. La orden fue precisa: traer a los detenidos que figuraban en una lista que uno de los oficiales le entregó a un cabo. Y nuevamente el mismo procedimiento: interrogatorio y las anotaciones en cada una de las fichas.
Y llegó la noche. Paredes se encontraba de centinela en el mismo camarín del subterráneo cuando observó el ingresó de unos quince detenidos. Y entre ellos reconoció a Víctor Jara y también a Litre Quiroga. Ambos fueron lanzados contra la pared. Detrás de los prisioneros, Paredes vio llegar al teniente Nelson Haase y al subteniente que también estaba a cargo de los conscriptos. Y fue testigo del minuto preciso en que el mismo subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor. De allí salió el primer tiro mortal que impactó en su cráneo.
El cuerpo de Víctor Jara cayó al suelo de costado. Paredes observó cómo se convulsionaba. Y escuchó al subteniente ordenarle a él y a los otros conscriptos que descargaran ráfagas de fusiles en el cuerpo del artista. La orden se cumplió. Todo lo que ocurrió fue presenciado por Nelson Haase, quien se encontraba sentado detrás del escritorio de interrogación. Según el protocolo de autopsia, el cuerpo del cantautor tenía aproximadamente 44 impactos de bala en su cuerpo.
Pocos minutos después, el mismo subteniente que le disparó en la cabeza solicitó el retiro del cuerpo. Llegaron unos enfermeros con camilla, lo levantaron y metieron al interior de una bolsa y luego lo cargaron hasta la parte trasera de un vehículo militar estacionado en el patio del recinto, al costado nororiente.
No fue fácil para José Alfonso Paredes Márquez confesar ante el juez lo que vio y protagonizó. Primero fue renuente a reconocer su real participación en los hechos. Y finalmente se quebró, empezó su relato y ya no paró. Este obrero de la construcción que fabrica casas en la zona del litoral central, reveló haber guardado el secreto durante casi 36 años, sin siquiera habérselo contado a su mujer. También hizo una aclaración ante el juez: durante los días posteriores al golpe, y como trabajaban casi 24 horas al día, la oficialidad les entregaba estimulantes para evitar el sueño y el hambre, por lo cual su relato podía no ser exacto en las fechas.
Lo que Paredes y otros conscriptos sí recordaron fue lo que pasó luego que el cuerpo de Víctor Jara desapareció del camarín. Los otros 14 detenidos que venían con el cantautor y director teatral fueron acribillados con fusiles percutados por los propios conscriptos y oficiales presentes. Entre las víctimas cayó asesinado Litre Quiroga. Sus cuerpos también fueron cargados en el mismo vehículo. Poco después y al amparo de la noche, todos ellos fueron abandonados en la vía pública.
EL ÚLTIMO VÍA CRUCIS DE VÍCTOR JARA
Durante la reconstitución de los hechos, los testigos pudieron recrear el miedo y el caos reinante en el Estadio Chile, clima al que tampoco escapaban. Escenas que enlazadas permiten reconstruir en forma difusa las últimas horas de vida de Víctor Jara y en las que aparecen nuevamente personajes ya conocidos.
Durante sus cuatro días de cautiverio, Jara fue reconocido por un oficial de Ejército que se hacía llamar “El Príncipe”. Otros testigos señalan que ese reconocimiento lo hizo un militar que no coincide con las características del mítico personaje del Estado Chile (ver recuadro), quien fue descrito como de una estura superior a 1.80 metros, rubio, de tez blanca, cara redondeada y de contextura atlética.
En lo que sí coinciden los testimonios de los prisioneros es en que Víctor Jara fue interrogado al menos dos veces en los camarines del recinto, ubicados en la zona nororiente del subterráneo. Allí fue sometido a diversas torturas, entre ellas la fractura de sus manos a golpes de culata.
Tras la segunda de esas sesiones, Víctor Jara logró acercarse a personas que habían sido detenidas en la UTE, quienes lo limpiaron y trataron de cambiar su aspecto cubriéndolo con una chaqueta azul y cortándole su pelo negro rizado con un cortaúñas. Los últimos detenidos que lo vieron con vida han dicho que estaba muy golpeado, con la cara hinchada y sus manos fracturadas. Muchos coinciden en que durante el traslado al Estadio Nacional, que duró muchas horas, su cuerpo sin vida fue visto en el hall del recinto, junto a otros cadáveres.
Se estima que el cuerpo de Víctor Jara fue encontrado el 17 de septiembre en las afueras del Cementerio Metropolitano, por funcionarios de la Primera Comisaría de Carabineros de Renca, quienes lo trasladaron como N.N. al Instituto Médico Legal.
UN FUNERAL SIN FLORES Y EN SILENCIO
En los últimos meses de la investigación se han rescatado reveladores testimonios inéditos que ayudan a entender por qué, a diferencia de los otros prisioneros asesinados en el Estadio Chile, el cuerpo de Víctor Jara fue encontrado por su familia y pudo ser enterrado de manera clandestina en el Cementerio General.
Después de guardar silencio durante 35 años, Héctor Herrera Olguín, ex funcionario del Registro Civil y quien actualmente reside en Francia, relató ante el ministro Juan Eduardo Fuentes lo que vivió en esos días. Herrera explicó que el 15 de septiembre de 1973, el oficial designado como director interino del Registro Civil lo envió en comisión de servicio al Instituto Médico Legal (IML), lugar en donde se le ordenó medir, tomar las características físicas y las huellas de los cuerpos apostados en el estacionamiento del recinto.
Herrera calcula que había unos 300 muertos apostados en ese lugar, entre los cuales vio niños y mujeres. Unos veinticinco estaban rapados. Todos eran jóvenes. Le dijeron que correspondían a extranjeros. Durante todo el día Herrera vio llegar camiones del Ejército con más cuerpos. Y cada vez los mismos movimientos: los conscriptos los tiraban al suelo al interior del estacionamiento y luego, con algo más de delicadeza, funcionarios del IML los recogían y los apilaban en distintas partes de ese sector.
La investigación deberá determinar la fecha exacta en que fue asesinado Víctor Jara. Pero lo cierto es que el ex funcionario del Registro Civil recordó ante el juez que el 16 de septiembre, alrededor de las 9.00 horas, una persona a la que identifica como “Kiko”, oriundo de Chiloé, le señaló que entre los cuerpos apilados parecía estar el de Víctor Jara. Y con sigilo lo llevó frente al cuerpo. Al principio Héctor Herrera dudó que se tratara del mismo famoso cantautor. Estaba muy sucio, con tierra en las heridas, el cabello apelmazado entre tierra y sangre. A simple vista se le notaban heridas profundas en ambas manos y en la cara. Y tenía sus ojos abiertos, pero con una mirada tranquila. En una de sus muñecas vio un alambre con un pedazo de cartón donde estaba anotado “Octava Comisaría”.
Para salir de la duda, Héctor Herrera a escondidas anotó su número de ficha, sus características físicas y sus huellas dactilares. Para ello tuvo que abrir sus manos. No fue fácil: las tenía empuñadas, muy rígidas. Lo hizo con la ayuda de “Kiko”, comprometiéndose ambos a no decirle a nadie lo ocurrido. Terminada la misión, dejaron el cuerpo en el mismo lugar.
A primera hora del día siguiente, Herrera se fue directo a la sección dactiloscópica del Registro Civil, en calle General Mackenna. Allí y en la más completa reserva, le pidió a la funcionaria Gelda Leyton, que le buscase la ficha de Víctor Jara. A eso del mediodía, ambos comprobaron que efectivamente habían asesinado a Víctor Jara. Volvió a revisar los registros del cantautor. Y se percató que era casado. Anotó los datos de su esposa, Joan Turner Robert, y su dirección.
Ya había amanecido cuando el 18 de septiembre, en la casa de Víctor Jara, en calle Plazencia, en Las Condes, Joan Turner escuchó que alguien llamaba a su puerta. Salió a mirar desde una ventana del segundo piso. Un hombre al que no conocía le dijo que necesitaba hablar con Joan Turner. Ella bajó y se acercó a la reja de la casa. Herrera recuerda haberla visto muy nerviosa. Se identificó como funcionario del Registro Civil y le relató lo que había vivido.
Poco después ambos partieron de la casa en la renoleta de Joan Turner en dirección al IML. Entraron juntos. Pero no encontraron el cuerpo de Víctor Jara en el lugar donde Herrera recordaba muy bien haberlo dejado la tarde anterior. Se inició la búsqueda. Y llegaron al segundo piso del edificio, sitio a donde habían llevado los cadáveres que estaban para las llamadas “autopsias económicas”. En el lugar Nº 20 estaba el folclorista. El cuerpo fue abrazado por su esposa, quien lloró en silencio tratando de no despertar sospechas. Estaba muy consciente de que no tenía autorización alguna para estar ahí.
El trámite del certificado de defunción lo realizaron en el primer piso. Para poder sacar el cuerpo en día feriado, Herrera invocó su calidad de funcionario del Registro Civil. Al ser consultado en la ventanilla por la causa de muerte y fecha de la misma, requisito indispensable para llenar el documento de defunción, Herrera sólo atino a decir que falleció por herida de bala el 14 de septiembre a las 5:00 horas. Fue el apresurado cálculo que logró hacer en esos pocos minutos al recordar que el cuerpo de Víctor Jara habría llegado al IML antes que él lo descubriera. La hora la sacó de un poema que le vino a la memoria sobre fusilados.
Como el cuerpo debía ser sacado en una urna y la esposa de Víctor no tenía dinero para comprarla, Héctor Herrera se contactó con su amigo Héctor Ibaceta Espinoza, a quien le pidió ayuda. Juntos fueron hasta calle Agustinas, en el centro de Santiago, a buscar el dinero. Pero Ibaceta decidió acompañarlos.
Alrededor del mediodía de ese 18 de septiembre, llegaron con el ataúd al IML. Sólo los dos hombres ingresaron a buscar el cuerpo de Víctor Jara. Su cadáver desnudo fue trasladado en una camilla metálica con su ropa doblada a los pies. Recogieron el cuerpo y lo pusieron dentro de la urna. La ropa fue depositada a sus pies. Lo cubrieron con un poncho nortino que traían y encima la mortaja. Cerraron la urna. El ataúd lo ubicaron en una sala que se utilizaba como velatorio.
-Nos prendieron unas cuatro ampolletas e hicimos entrar a Joan para que se quedara a solas con él, para que se despidiera de su marido. Estuvo alrededor de una hora –recordó el ex funcionario del Registro Civil.
Herrera agregó: “Posteriormente, concurrí al Cementerio General, ubicado al frente, para solicitar un carrito para trasladar el cuerpo, ya que era muy caro hacerlo en una carroza. Una señorita me indicó que no se podía hacer eso, pero al ver el nombre del occiso me dijo que para él sí se podía. Volví al IML en compañía de un funcionario del Cementerio. Entre los cuatro colocamos el ataúd en el carro y lo trasladamos al campo santo, enterrando a Víctor Jara en un modesto nicho al final del recinto donde se encuentra hasta hoy. Fue enterrado sin flores y con la sola presencia de nosotros tres”.
Héctor Herrera siguió trabajando en el Registro Civil hasta 1975. Desde 1969 y hasta el día en que se fue se desempeñó en el departamento de Carné de Identidad. Debió abandonar el país como miles de otros chilenos llevando consigo un secreto que Joan Turner también guardó para protegerlo y que hoy le pertenece a todos los chilenos que podrán cantar con nuevas esperanzas “Levántate y mírate las manos. Para crecer, estréchala a tu hermano”.
El oficial al que llamaban “Príncipe”
Casi como mito urbano, la figura de un despiadado oficial de Ejército, de contextura atlética, estatura superior a 1.80 metros, ojos claros y pelo rubio, quien habría vociferado entre los detenidos que no necesitaba micrófono para hablar porque tenía “voz de príncipe”, ha sido adjudicada a por lo menos dos ex militares que habrían estado entre los uniformados que custodiaron el Estadio Chile.
Varios de los detenidos han declarado que este fue el uniformado que más se ensañó con Víctor Jara, siendo uno de los primeros que apartó desde el grupo de detenidos de la UTE. Algunos de los testimonios apuntaron al ex agente de la DINA Miguel Krassnof Martchenko como el que actuó en contra del cantautor. Sin embargo, otros lo niegan rotundamente, ya que señalan que es más bajo de estatura (1.70 metros aproximadamente) y que su color de pelo es más oscuro que el militar que se ha tratado de identificar.
Con el correr de los años, surgió otra identidad que podía corresponder a “El Príncipe”, la del ex teniente Edwin Dimter Bianchi, quien fue uno de los militares detenidos por la sublevación del Regimiento Tacna en junio de 1973, movimiento golpista que fue desarticulado, dando origen al llamado “Tanquetazo”. En ese episodio Dimter ingresó con un tanque hasta el Ministerio de Defensa.
Efectivamente, Dimter coincide con las características del Príncipe, pero varios de los testigos que estuvieron detenidos en el Estadio Chile también han descartado que se trate de la misma persona.
Lo importante es que fue el propio Dimter, con su primera declaración judicial de 2006, quien dio luces sobre otros oficiales que también podrían corresponder a la identidad de “El Príncipe”. El ex uniformado, quien fue expulsado del Ejército en 1976 por diversos actos de indisciplina, reconoce haber custodiado a los prisioneros de ese recinto, pero asegura no haber tenido relación con las golpizas y el asesinato de Víctor Jara.
Acto seguido, señala que él no era el único oficial con esas características, y que al menos habían otros dos que podían coincidir con las señas de “El Príncipe”: los entonces tenientes Rodrigo Rodríguez Fuschloger y Nelson Edgardo Haase Mazzei, ambos de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes. Este último oficial (R) fue mencionado en la declaración del primer conscripto confeso de participar en el crimen.
Aunque Haase, al ser interrogado en el caso, negó rotundamente haber estado en el Estadio Chile, declaraciones de otros oficiales presentes en el recinto respaldan la versión de Dimter.
Haase fue uno de los hombres de confianza del ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, y fue jefe del recinto de detención clandestino ubicado en calle Bilbao, conocido como “Cuartel Bilbao”. Diversos testimonios y documentos, entre ellos el entregado por la agente de la DINA Luz Arce, indican que el inmueble –habilitado desde 1976- tenía como fachada un aviso luminoso que decía “Implacate”.
El historial del teniente también lo registra como miembro de la Sociedad Pedro Diet Lobos, pantalla comercial de la DINA para encubrir actividades tanto en Chile como afuera del país. A lo largo de los años, quienes sobrevivieron lo han descrito como arrogante, prepotente y despiadado; de hecho se llegó a decir que se enorgullecía de llevar permanentemente en su automóvil una picota para usarla en los allanamientos.
Las pocas veces que Haase salió de su anonimato en los últimos años fue cuando –junto a otros ex uniformados- manifestó públicamente su total respaldo a la sublevación del general (r) Raúl Iturriaga Newman, quien intentó evadir la primera condena de cárcel efectiva en su contra, por el crimen del militante del MIR Dagoberto San Martín Vergara, según consta en la página del “Movimiento 10 de septiembre”.
Tras retirarse del Ejército, el ex uniformado formó en 1994 una empresa de cajas de madera para vinos de exportación, llamada Envases Haase o Envases Exportables. Desde entonces es proveedor de varias de las empresas del rubro, lo que le ha permitido codearse con ese ambiente. De hecho, el 2007 participó en el Quinto Campeonato de Golf “Copa Viñas de Chile”, en el Club de Golf Los Leones, a beneficio de la Fundación Escúchame. En el website de esta última aparece una foto del equipo de “Envases Exportables”, en la que Nelson Haase figura junto al ex vicecomandante en jefe del Ejército, general (r) Guillermo Garin, el brigadier general (r) Juan Lucar y el ex jefe del Estado Mayor del Ejército, general (r) Richard Quaas.
La esposa de Haase, María Isabel Blaña Lüttecke, recibió del Ministerio de Agricultura $ 5.595.466 en febrero y abril de este año, en virtud de un “Programa Sistema de Incentivos para la Recuperación de Suelos Degradados”, según consta en la información de transparencia activa de esa cartera.