miércoles, 20 de noviembre de 2013

Decimos NO al miedo y a la mediocridad como destino





Decimos NO al miedo y a la mediocridad como destino*

 

Queridos  son. Hemos  venido desde diversos países y estamos aquí reunidos a la sombra generosa de Pablo Neruda, para acompañar al pueblo de Chile que dice NO. También nosotros decimos No. Decimos NO al elogio del dinero y de la muerte. Decimos NO a un sistema que pone precio a las cosas y a la gente, donde el que más tiene, más vale; y decimos NO a un mundo que destina a las armas de guerra dos millones de dólares cada minuto, mientras cada minuto mata treinta niños por hambre o enfermedad curable.

 

 

La bomba de neutrones que salva las cosas y aniquila a la gente es un perfecto símbolo de nuestro tiempo. Para el asesino sistema que convierte en objetivos militares a las estrellas de la noche, el ser humano es más que un factor de producción y de consumo y un objeto de uso; el tiempo no más que un recurso económico y el planeta entero una fuente de renta que debe rendir hasta la última gota de su jugo.

 

Se multiplica la pobreza, para multiplicar la riqueza. Y se multiplican las armas que custodian esa riqueza, riqueza de poquitos y que mantienen a raya la pobreza de todos los demás y también se multiplica; mientras tanto, la soledad. Nosotros decimos NO a un sistema que no da de comer ni da de amar, que muchos condena al hambre de comida y a muchos más condena al hambre de abrazos.

 

Decimos NO a la mentira. La cultura dominante, que los grandes medios de comunicación irradian en escala universal, nos invita a confundir el mundo con un supermercado o con una pista de carreras, donde el prójimo puede ser una mercancía o un competidor, pero jamás un hermano.

 

Esa mentirosa cultura que cursimente especula con el amor humano para arrancarle plusvalía, es en realidad una cultura del desvínculo. Tiene por dioses a los ganadores, los exitosos dueños del dinero y del poder, y por héroes a los uniformados Rambos, que les cuidan las espaldas aplicando la Doctrina de la Seguridad Nacional.

 

Por lo que dicen y por lo que callan, la cultura dominante miente que la pobreza de los pobres no es un resultado de la riqueza de los ricos, sino que es hija de nadie... Proviene de la oreja de una cabra o de la voluntad de Dios, que ha hecho a los pobres perezosos y burros... De la misma manera, la humillación de unos hombres por otros no tiene por qué motivar la solidaridad, la solidaria indignación o el escándalo porque pertenece al orden natural de las cosas. Las dictaduras latinoamericanas... forman parte de nuestra naturaleza y no del sistema imperialista de poder.

 

El desprecio traiciona a la historia y mutila al mundo. Los poderosos fabricantes de opinión nos tratan como si no existiéramos o como si fuéramos sombras bobas. La herencia colonial obliga al Tercer Mundo, habitado por gente de ‘tercera’... a que acepte como propia la memoria de sus vencedores y a que compre la mentira ajena como si fuera la propia verdad. Nos premian la obediencia, nos castigan la inteligencia y nos desalientan la energía creadora.

 

Somos opinados, pero no podemos ser opinadores. Tenemos derecho a ser eco, pero no tenemos derecho a la voz... Y los que mandan  elogian nuestro talento de papagayos. Nosotros decimos NO; nos negamos a aceptar esta mediocridad como destino. Nosotros decimos NO al miedo; al miedo de decir, al miedo de hacer, al miedo de ser. El colonialismo visible prohibe decir, prohibe hacer, prohibe ser. El colonialismo invisible, mucho más eficaz, nos convence de que no se puede hacer, nos convence de que no se puede decir, nos convence de que no se puede ser. El miedo se disfraza de realismo, para que la realidad no sea irreal -nos dicen los ideólogos de la impotencia- la moral ha de ser inmoral. Ante la indignidad, ante la miseria, ante la mentira, no tenemos más remedio que la resignación. Signados por la fatalidad, nacemos haraganes, irresponsables, violentos, tontos, pintorescos y condenados a la tutela militar. A lo sumo podemos aspirar a convertirnos en prisioneros con buena conducta, capaces de pagar puntualmente los intereses de una descomunal deuda interna contraída para financiar un lujo que nos humilla y el garrote que nos golpea.

 

En este cuadro de cosas, nosotros decimos NO a la neutralidad de la palabra humana. Decimos NO a quienes nos invitan a lavarnos las manos ante las cotidianas crucifixiones que ocurren a nuestro alrededor y a la aburrida fascinación de un arte frío, indiferente, contemplador del espejo... Preferimos un arte caliente que celebra la aventura humana en el mundo y en ella participa y es un arte irremediablemente enamorado y peleón. Porque, ¿sería bella la belleza si no fuera justa? ¿sería justa la justicia si no fuera bella? Nosotros decimos NO al divorcio de la belleza y la justicia, porque decimos sí a su abrazo poderoso y fecundo.

 

Ocurre que nosotros decimos NO y diciendo NO estamos diciendo Sí. Diciendo NO a las dictaduras y NO a las dictaduras disfrazadas de democracia, nosotros estamos diciendo Sí a la lucha por la democracia verdadera; que a nadie negará el pan ni la palabra que será hermosa y peligrosa, como un poema de Neruda o una canción de Violeta.

 

Diciendo NO al devastador imperio de la codicia que tiene su centro en el norte de América, nosotros estamos diciendo Sí a otra América posible, que nacerá de la más antigua de las tradiciones americanas, la primera de las costumbres de América: la tradición comunitaria que los indios de Chile defienden desesperadamente, de derrota en derrota, desde hace cinco siglos.

 

Diciendo NO a la paz sin dignidad, estamos diciendo Sí al sagrado derecho de rebelión contra la injusticia y su larga historia, larga como la resistencia popular en el largo mapa de Chile. Diciendo NO a la libertad del dinero estamos diciendo Sí a la libertad de las personas, libertad maltratada y lastimada y mil veces caída como Chile y como Chile mil veces alzada. Diciendo NO al egoísmo suicida de los poderosos, que han convertido al mundo en un vasto cuartel, nosotros estamos diciendo Sí a la solidaridad humana, que nos da sentido universal y confirma la fuerza de fraternidades más poderosas que todas las fronteras con todos sus guardianes. Esa fuerza que nos invade como la música de Chile y como el vino de Chile nos abraza...

 

Y diciendo NO al triste encanto del desencanto nosotros estamos diciendo Sí a la esperanza, esperanza hambrienta y loca y amante, como Chile, la esperanza obstinada como los hijos de Chile rompiendo la noche.

 

 

(*) por Eduardo Galeano

Escritor uruguayo. 

Jornadas culturales de Chile 

Crea por la cultura y la democracia. 1988.

martes, 19 de noviembre de 2013

"Me avergüenza mi falta de malicia política y cultural"



Por Arturo García Hernández

Publicada el 19 de mayo de 2002. La Jornada

 

Elena Poniatowska Amor cumple hoy 70 años. La escritora y periodista llega contenta a la ocasión, pero su alegría es parcial: aún pesa en su ánimo la muerte, hace unos días, de su gran amiga Mariana Yampolsky. No puede celebrar como le habría gustado. Comerá con sus tres hijos y seguramente recibirá 'felicitaciones y expresiones de afecto de su legión de amigos. No obstante las circunstancias, fiel a su proverbial generosidad, accede en esta entrevista a hacer un recorrido por recuerdos, querencias, dolores, logros, dudas, aciertos. Un balance de vida.

 

Son más de las ocho de la noche del viernes 17 de mayo. Está despierta desde las cinco de la mañana. Hace unas horas regresó de Monterrey. Aunque cansada, muestra buena disposición para la charla en su casa de Chimalistac.

 

-¿Cómo llega usted a sus 70 años, cómo se siente?

 

-Muy bien. Soy afortunada. Pero también me doy cuenta de que la gente que amo está muriendo. Me afectó muchísimo la muerte de Mariana Yampolsky, porque todavía tenía muchas cosas que hacer, muchos proyectos. Fue fulminante. En cuatro semanas se fue de cáncer en el hígado. Fue un golpe fuerte.

 

-Con el tiempo no sólo se acumulan experiencias, también muertos.

 

-Desde hace años. Mi hermana murió en el 61. Hace un tiempo murió un hijo de mi hijo Felipe. Sí, se van acumulando los muertos. Pero uno no tiene tanta conciencia de la muerte sino hasta ahora. La muerte de Mariana la estoy viviendo también como un ensayo de mi propia muerte. Mis hijos se ocuparon mucho de ella, más de lo que yo hubiera creído. La querían enormemente, pero también era como un entrenamiento para lo que podría suceder cuando yo muera. Aunque yo pienso que quizá voy a morir en un avión.

 

-¿Como Jorge Ibargüengoitia?

 

-Pero lo de Ibargüengoitia fue horrible, porque lo reconocieron por un pie y un zapato.

 

Sigo siendo las tres ies

 

-¿Cómo ve desde sus 70 años a aquella muchachita que empezó haciendo entrevistas?

 

-Veo a una muchachita muy ilusa, muy ingenua y muy impreparada. Sigo siendo estas tres cosas. Las tres ies. Veo a una persona que se lanzaba si saber ni a qué.

 

-¿Y en qué es diferente a esa muchachita?

 

-Me da mucha vergüenza mi falta de malicia. Soy una gente que tiene poca malicia política, poca malicia cultural. Me da vergüenza, porque pienso que a estas alturas es completamente estúpido no estar más alerta de lo que estoy, o más informada de lo que estoy.

 

-¿Sin malicia se puede ser realmente la periodista y la escritora que ha sido?

 

-No sé qué escritora ni qué periodista he sido. Creo que todo me ha salido como a trompa talega, o como el burro que tocó la flauta.

 

--Peca usted de excesiva modestia. No se puede hacer un libro como La noche de Tlatelolco sin necesaria malicia.

 

-Bueno, yo ahí estaba muy adolorida. Además, esas voces son de la gente que participó, no mías.

 

-Tampoco se puede hacer un libro como Fuerte es el silencio sin malicia.

 

-Quizá. Lo que tengo a lado de mi falta de malicia es un poco de instinto para hacer las cosas en un momento dado, pero no tampoco tengo el suficiente instinto. Soy muy autocrítica; siempre digo que todo lo que hago es una porquería, y es quizá una manera de buscar que me digan: "No, no es así".

 

-Lo cierto es que ha sido una mujer no sólo muy querida, sino muy reconocida.

 

-Sí. Sobre todo de muchos estudiantes, de jóvenes que podrían ser mis hijos o mis nietos. Sí, recibo mucha manifestaciones de cariño.

 

-En lo personal, si hiciera una relación de sus bienaventuranzas, ¿qué escogería?

 

-Primero mis hijos, mis tres hijos. Estoy orgullosísima de ellos. Nunca me han causado un problema. Creo que yo les he causado más problemas que ellos a mí. También estoy muy orgullosa de mi madre y de mi padre. Nunca robaron, no pertenecieron al PRI... Lo que ellos significan me gusta mucho: su entereza, su conducta durante la guerra, su amor a México.

 

-En efecto, ha sido usted una mujer afortunada.

 

-Totalmente. He hecho lo que he querido. No fui cajera en un banco, no fui dependiente en una tiendota como El Palacio de Hierro, no fui taquillera, no hice cosas que me hubieran entristecido la vida. Me inicié en el periodismo en 1953. Muy joven lo descubrí, pero en realidad yo quería cantar.

 

-¿Opera?

 

-No, en un cabaré. Aunque sí canté como Lily Pons, porque tenía una obra y echaba mis gorgoritos, así, todos cursis.

 

-¿Lo hizo públicamente?

 

-Hay un disco por ahí, pero creo que se perdió. Es de esos discos que se hacían antes. Con la muerte de mi mamá menos lo voy a encontrar. Pero yo quería cantar en los cabarés, arrastrando una estola y cantando a los señores.

 

-¿A imagen y semejanza de quién?

 

-De Rita Hayworth en la película de Gilda. Rita cantaba (Elena la imita): "Put the blame on me boys, put the blame on me". Yo decía: ¡ay, quiero cantar así! Pero mis papás me decían que eso no era decente. Además no llenaba la pantalla como Rita; no tenía ni el pelo rojo ni su estatura.

 

-¿Es vanidosa, Elena?

 

-A ratos sí. Pero si usted me avienta a decir mis defectos, me regodeo: le digo todos mis defectos. Así como Rosario Castellanos que insistía siempre en todos sus errores y nunca hablaba de las cosas que hacía bien. Es un pliegue de carácter que sabes que ya hizo tan hondo, tan hondo, que por más que lo jales no lo puedes desdoblar. Además no te lleva a ningún lado: el que está siempre diciendo: 'yo hago las cosas mal, soy culpable', lo que acaba provocando es que le digan: no, tú no eres nada de eso, eres un pendejo.

 

-Hábleme de sus aciertos, en su vida, en su carrera profesional.

 

-Bueno, la constancia; el no ningunear el periodismo; el siempre pensar que el periodismo tiene un valor. Siempre nos dicen que el periodismo es una subprofesión, que recogemos la voz de los demás, porque no tenemos nada que decir; que nos tragamos lo de los otros. Creo que no es cierto. Una de las cosas importantes del periodismo en México ha sido documentar al país. Me acuerdo que en 1953 tomé un mapa y me llamó la atención que había muchas zonas marcadas en amarillo que decían: "por descubrir". Yo decía: "qué maravilla vivir en un país donde no todo está hecho". Por eso valoro mucho el periodismo, valoro que el entrevistado se sienta reconocido, que es amado, que es apreciado.

 

-Aunque se ha distraído del periodismo para hacer literatura.

 

-He tratado de hacer ambas cosas. En la veta periodística hay gran crueldad, pero también hay que forzarse; te obligas a hacer las cosas, lo cual te ayuda a adquirir disciplina. No estás esperando a ver a qué hora se te aparece el ángel salvador. El periodismo es una gran escuela.

 

Estoy llena de preguntas

 

-¿Qué le ha dejado más satisfacciones: el periodismo o la literatura?

 

-En la literatura me dicen que cuando hago mal las cosas es porque aparecen periodísticas. Por ejemplo, de un libro me dicen: 'esta parte es puro periodismo, no es buena, porque no la transformaste en otra cosa...' Oye, creo que te estoy contestando chueco. Es que estoy muy casada, me levanté a las cinco y media. Pero tampoco soy muy buena para hablar de mí.

 

-¿Por qué?

 

-Quizá porque soy una mujer llena de preguntas. Toda la vida le he estado preguntando a la gente, toda la vida me pregunto por qué estamos aquí, para quién, por qué en esta época. ¿Te imaginas entonces si voy a saber hablar de mí misma cuando soy una persona que se la vive preguntándoles a los demás? Soy una especie de agujero negro y lo quiero rellenar con las respuestas de los demás. Siento que nunca tengo certezas ni respuestas. No las tuve ni para educar a mi hijos.

 

-¿Qué le falta por hacer?

 

-Hacer un buen libro, una novela de la que yo diga: "aquí está todo". Mis novelas siempre son como un suéter que al principio tejo apretadito y bien parejito; luego de repente se va aflojando y otra vez lo aprieto. También quiero leer más, quiero trabajar más. Tengo pendientes de trabajo muy concretos, como un libro que quiero hacer basándome en la vida de Demetrio Vallejo, el líder ferrocarrilero.

 

Y otros que no he hecho y que quisiera hacer en los próximos 10 años. Por otro lado, siento mucho no haber tenido una vida académica. No soy universitaria, estudié en un convento de monjas, una especie de high school, y párale de contar.

 

-¿No está contenta entonces con lo que ha sido, con lo que ha hecho?

 

-Estoy contenta con lo que he sido, porque nunca me he traicionado, nunca he sido lambiscona con un político, con un presidente de la República, con un director de periódico. Los he conocido, pero nunca he tenido relación con ningún poderoso.

 

-¿Le ha tenido miedo al tiempo?

 

-No. Tengo una capacidad de inconsciencia enorme. Pero ahora sí recuerdo mucho lo que me decía la Jesusa Palancares: "ya descansaré en mi cajón de muerto". Tengo la sensación de que tengo que aprovechar cada momento.

 

Ahora el oficio es mejor

 

-¿En qué ha cambiado el periodismo desde que empezó a ejercerlo al día de hoy?

 

-Es mil veces mejor ahora. Cuando yo me inicié estaban Carlos Denegri, Agustín Barrios Gómez, El Duque de Otranto, Carlos León, que se vestía así, como maniquí. Denegri tenía en su oficina a la Virgen de Guadalupe, arriba de su presidente de la República y del otro lado había una foto del obispo monseñor Luis María Martínez, quien se la vivía bendiciendo todos los antros popof. Había mucho chantaje y los políticos pagaban para que no se hablara mal de ellos. Eso ha cambiado mucho.

 

-¿Cuál es el reportaje o la entrevista que tiene pendiente?

 

-Me gustaría entrevistar a Lumbumba; a la escritora Doris Lessing, ir a verla a Inglaterra; me hubiera gustado entrevistar a Bertrand Russell y a Marguerite Yourcenar, la primera mujer que entró en la academia francesa. A mí me parece que Memorias de Adriano es el libro más prodigioso escrito por una mujer. También me hubiera gustado entrevistar a Virginia Woolf, a Thomas Mann, a Joyce.

 

-¿Aún es católica usted?

 

-Mira donde vivo, al lado de la iglesia. Supongo que nunca se le va a uno del todo la capacidad religiosa.

 

-¿Tiene alguna idea de Dios?

 

-Dios es el prójimo, eres tú, es él (José Antonio López), que me está tomando fotos y no me dejó ni ponerme aretes.

 

-¿Piensa en la posibilidad de un Dios después de esta vida?

 

-Quisiera. Me gustaría volver a ver a mamá, a mi hermana, a mi padre. A la gente que se ha ido, a Mariana Yampolsky. Siempre estábamos peleándonos. Venía y me decía que le iba mejor a Graciela Iturbide y a Flor Garduño que a ella. Yo le decía: ¿qué harías si yo te estuviera jeringando durante horas diciéndote que le va mucho mejor a Laura Esquivel que a mí. ¿Qué harías? Me dirías: 'oye, Elena ya desenchúfate'.

 

-¿Y en el amor ha sido plena, Elena?

 

-En la formación que tuve, más o menos. Cuando te educan las monjas te quitan todos los papelitos de colores que tienes en el alma, te dicen: no, por ahí no. Te quitan muchas cosas. Cosas que espontáneamente haría ya no las haces. En ese tema he sido mucho más ficción. Yo el amor lo escribo mucho más de lo que lo vivo. Invento escenas de amor fulgurantes, quizá para suplir la ausencia de amor. No lo lamento porque lo invento.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Albert Camus y l@s anarquistas

 
 
 
 
Nacido en la Argelia francesa en 1913, en el seno de una familia pobre, Camus perdió a su padre en la batalla del Marne en 1916. Fue criado por su madre, mujer analfabeta que se ganó la vida como criada. Gracias a una beca, Camus fue labrándose su carrera como periodista. De joven era además aficionado al fútbol y miembro de una compañía teatral.

De su tiempo como guardameta en adelante, Albert Camus conservaría siempre el espíritu de equipo. Era de naturaleza generosa, si no sensible, y siempre buscó la mayor unidad, procurando evitar o superar el rencor. Muchos de los intelectuales que han escrito sobre él han tratado de ocultar su inclinación por el anarquismo. Siempre estuvo ahí para apoyar en los momentos más difíciles al movimiento anarquista, incluso si sentía que no podía identificarse totalmente con dicho movimiento.

Fue el propio Camus quien nunca ocultó su atracción por el anarquismo. Las ideas anarquistas permean sus obras teatrales y sus novelas, como por ejemplo La Peste, El Estado de Sitio o Los Justos. Conocía al anarquista Gaston Leval, que había escrito sobre la Revolución Española, desde 1945. De acuerdo con su amigo Pascal Pia, Camus empezó a sentir admiración por los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas, así como por los objetores de conciencia y todo tipo de rebeldes, ya en 1938, mientras trabajaba como reportero para el periódico L'Alger Republicaine.

El anarquista André Prudhommeaux fue el primero en introducirlo, en 1948, en una reunión del Cercle des Etudiants Anarchistes (Círculo de Estudiantes Anarquistas), como simpatizante familiarizado con el pensamiento ácrata.

También apoyó Camus a los Groupes de Liaison Internationale, que se afanaban en ayudar a los oponentes del fascismo y del estalinismo, a la par que se negaban a tomar partido por el capitalismo americano. Estos grupos se habían formado en 1947-48, y pretendían dar apoyo material a las víctimas de regímenes totalitarios, además de intercambiar información. Entre sus filas se contaba el anarquista ruso Nicolas Lazarevitch, exiliado en Francia, así como muchos colaboradores del periódico sindicalista revolucionario La Révolution Proletarienne (RP). A partir de entonces, Camus mantendría una relación amistosa, además de la ayuda económica que le prestó, con la RP, hasta su muerte.

Su libro L'Homme Révolté (traducido al castellano como El Hombre Rebelde), publicado en 1951, marcó una clara ruptura entre él y la izquierda que orbitaba en torno al Partido Comunista. Fue recibido de manera hostil por los miembros del Partido, así como por sus compañeros de viaje. Sin embargo, su mensaje sí que fue comprendido por los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de Francia, puesto que los menciona a ambos explícitamente y establece una clara distinción entre el socialismo libertario y el autoritario. El tema principal de la obra es cómo llevar a cabo una revolución sin recurrir al terror o al empleo de los métodos "Cesáreos". Habla, entre otros, de Bakunin y de Netchaev. "La comuna contra el Estado, la sociedad concreta contra la sociedad absolutista, la libertad reflexiva contra la tiranía racional, el individualismo altruísta, por último, contra la colonización de las masas..."

Concluye con un llamamiento al resurgimiento del anarquismo. El pensamiento autoritario, gracias a tres guerras y a la destrucción física de una elite de rebeldes, había asfixiado esta tradición libertaria. Pero era una victoria pobre, además de provisional, y la lucha todavía persiste.

Gaston Leval respondió en una serie de artículos al libro. Su tono fue amistoso, y procuró evitar polémicas broncas, pero llamó la atención de Camus sobre un punto del libro que él consideraba una caricaturización de Bakunin. Camus replicó en las páginas de Le Libertaire, el periódico de la Federación Anarquista (que en este periodo tenía una tirada de 100.000 ejemplares semanales). Adujo que había actuado de buena fe, y que corregiría uno de los pasajes criticados por Leval en futuras ediciones.

El secretario general de la Federación Anarquista, Georges Fontenis, también escribió sobre el libro de Camus en Le Libertaire. A la sencilla pregunta "¿Es la rebelión de Camus la misma que la nuestra?", Fontenis no dudó en afirmar que lo era. Sin embargo lo amonestó por no dar el debido espacio a las revoluciones de Ucrania y de España, así como por retratar a Bakunin como a un nihilista endurecido sin dar crédito a sus posiciones específicamente anarquistas. Terminaba Fontenis admitiendo que el libro contenía varias páginas admirables. Una recensión de Jean Vita aparecida la semana siguiente en Le Libertaire se mostró ya más cálida y positiva.

Estas críticas mesuradas de los anarquistas contrastaban con aquellas provinientes del Partido Comunista y sus adláteres, como Sartre y el grupo que se movía en torno a la revista Les Temps Modernes. Esto supuso el principio de la ruptura de Camus con el otro gran exponente del existencialismo. Las críticas de este grupo fueron salvajes, especialmente las de Francis Jeanson. Camus contestó que la crítica de Jeanson no tenía en cuenta nada más que la ortodoxia marxista, y que pasaba por alto todas las referencias al anarquismo y al sindicalismo. "La Primera Internacional, el movimiento bakuninista, que todavía vive entre las masas en la CNT española y en la francesa, son ignorados", escribió. Para su desgracia, Camus fue "excomulgado" por Jeanson de las filas de los existencialistas. Este proceder le desanimó profundamente. También recibió críticas amargas de los surrealistas por las concepciones artísticas que se exponen en el libro. Todo apuntaba a que los anarquistas eran los mejores defensores de Camus.

Camus también marcó su ruptura de otros modos. Se había prometido a sí mismo mantenerse apartado de los intelectuales que se mostraban dispuestos a respaldar el estalinismo. Esto no lo detuvo, no obstante, a la hora de dedicarse plenamente a causas que consideró justas y valiosas. En España, un grupo de trabajadores anarquistas había sido condenado a muerte por Franco. En París se convocó por este motivo un mítin por parte de la Liga por los Derechos del Hombre, el 22 de febrero de 1952. Camus accedió a hablar en el evento. Pensó también que sería útil que el líder de los surrealistas, André Breton, apareciese en la tribuna; todo ello a pesar del ataque que Breton le había dedicado desde la revista Arts, por la crítica de Camus al poeta Lautreamont, admirado por los surrealistas como precursor suyo. Camus se reunió con los organizadores del evento, Fernando Gómez Peláez, del periódico Solidaridad Obrera, órgano de la central anarcosindicalista española, la CNT, y José Ester Borrás, secretario de la federación de prisioneros políticos españoles, FEDIP, rogándoles un acercamiento a Breton sin decirle que era Camus quien lo había sugerido. Breton aceptó orar en el mítin a pesar de que Camus estaría presente. Gómez le dijo entonces que Camus había propuesto que hablase él en primer lugar, lo que provocó las lágrimas de Breton. Más tarde Camus les dijo a los anarquistas españoles que por no haber replicado a la furia de Breton en términos similares, esperaba una pronta reconciliación. Camus y Breton compartieron tribuna y fueron vistos incluso charlando (para los vínculos de Breton y los surrealistas con el movimiento anarquista, ver el número 44 de Organise!).

Camus tomó la posición del intelectual comprometido, firmando peticiones y escribiendo para Le Libertaire, La Révolution Proletarienne y Solidaridad Obrera. También pasó a ser parte del grupo editorial de una pequeña revista libertaria, Témoins 1956, llegando a conocer a su editor, Robert Proix, un corrector de estilo. A través de Proix, conoció a Giovanna Berneri (Caleffi), la compañera del gran anarquista italiano Camillo Berneri, que había sido asesinado por los estalinistas en España, en 1937. Igualmente se encontró con Rirette Maitrejean, que había sido antigua compañera de Victor Serge, y que se había visto envuelta en el juicio a la Banda Bonnot. Rirette había estado trabajando como correctora de estilo para el periódico Paris-Soir durante largo tiempo. También se hizo amigo del veterano libertario Maurice Joyeux, quien más tarde habría de señalar que de todos los trabajos literarios contemporáneos, El Hombre Rebelde era el que más cercanamente describía las aspiraciones de estudiantes y obreros en mayo del 68.

De nuevo en 1954, Camus acudió a solidarizarse con los anarquistas. Maurice Laisant, secretario de propaganda de las Forces Libres de la Paix (Fuerzas Libres de la Paz), junto con un editor de Le Monde Libertaire, periódico de la Federación Anarquista francófona, había publicado un cartel antimilitarista usando el formato de la propaganda oficial del Ejército. Como resultado fue encausado por subversión. Camus testificó en su juicio, recordando cómo lo había conocido, en un mítin de apoyo a los españoles.

Le dijo al jurado, "Desde entonces lo he visto a menudo y he estado en posición de admirar su voluntad de luchar contra el desastre que amenaza al género humano. Se me antoja imposible que se pueda condenar a un hombre cuya acción se identifica con los intereses de todos los hombres. Demasiados pocos son los que luchan contra un peligro que a cada día se hace más ominoso para la humanidad". Tras esto, Camus tomó su asiento en una sala del juzgado llena principalmente de militantes obreros, que lo rodearon con afecto. Desgraciadamente Laisant fue condenado a una fuerte multa.

Y de nuevo estuvo Camus con los anarquistas cuando apoyaron la revuelta de los obreros de la Alemania del Este contra los Soviets, en 1953. También se mantuvo entre los libertarios en 1956, primero con el alzamiento obrero de Poznan, Polonia, y más adelante a lo largo del año con la Revolución Húngara. En 1955 había dado su apoyo a Pierre Morain, miembro de la Fédération Communiste Libertaire (la Federación Anarquista había cambiado su nombre en 1954, dando pie a fuertes tensiones en el seno de la organización). Morain era el primer francés en ser encarcelado por plantear resistencia anticolonialista en Argelia. Camus lo defendió en las páginas del diario nacional L'Express, el 8 de noviembre de 1955.

Muy a menudo utilizó su fama y su notoriedad para intervenir en la prensa denunciando la persecución de militantes anarquistas, o para sensibilizar a la opinión pública. En su último año de vida Camus se asentó en el pueblo provenzano de Lourmarin. Allí conoció a Franck Creac'h A Breton; nacido en París, autodidacta y anarquista convencido, había acudido al pueblo durante la guerra para evitar el reclutamiento. Camus le dio empleo como jardinero, y tuvo la suerte de poder mantener conversaciones con alguien que hablaba en su misma longitud de onda. Una de las últimas campañas en las que se involucró fue la del anarquista Louis Lecoin, que luchaba por que se reconociese la condición de objetor de conciencia, en 1958. Camus nunca vería el final de esta campaña, pues murió en un accidente de tráfico en 1960, a la edad de cuarenta y seis años.
 
[Artículo publicado en el número 68 -primavera/verano del año 2007- de Organise!, órgano de la Federación Anarquista de Gran Bretaña (AFed). Nos complace reproducirlo cuando justamente hoy 7/11/2013 recordamos el centenario del natalicio de esta figura intelectual y literaria.]

viernes, 25 de octubre de 2013

Juliette Binoche y los años de horror de Camille Claudel

Binoche en su papel de Claudel
 
 
 



25 de octubre de 2013
Reportaje Especial. Proceso.

Activa emprendedora de grandes retos cinematográficos, la actriz francesa Juliette Binoche se refiere en entrevista al último de ellos, representando a la artista plástica Camille Claudel (1864-1943), musa del escultor Auguste Rodin (1840-1917) para la cinta Camille Claudel, 1915. Ese año ella ya no estaba con Rodin. Binoche celebra que el filme de Bruno Dumont aborde por primera vez el final de Camille, abandonada a su suerte en un hospital psiquiátrico por familiares, entre ellos su hermano el poeta Paul Claudel (1868-1955), quienes jamás aceptaron su amasiato.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La polémica escultora Camille­ Claudel, más conocida por haber sido musa y amante del también escultor Auguste Rodin, es recreada por la célebre actriz Juliette Binoche en el largometraje Camille Claudel, 1915, del destacado Bruno Dumont, justo cuando la artista plástica llevaba dos años internada en el manicomio de Montdevergues.
Vía Skype desde el sur de Italia, donde se encuentra rodando (mantiene en secreto cuál filme), Binoche defiende esta película de Dumont:
“Así es como esta historia debía ser contada. El tiempo que Camille pasó en el psiquiátrico, casi 30 años, nunca había sido abordado. Es una historia importante que debe ser relatada porque en esa época las mujeres tenían que pelear por su derecho a ser artistas. A veces lo pagaban con la vida.”
Camille Claudel, 1915 muestra la soledad de la escultora y el odio hacia Rodin, así como su temor a ser envenenada por este creador en el hospital a donde fue enviada por su madre, Louise, sin permitirle visita alguna; sólo fue a verla una vez su hermano, el dramaturgo, poeta, ensayista y diplomático Paul Claudel.
Al final de la cinta se resalta que Camille Claudel murió el 19 de octubre de 1943, a los 79 años, y fue enterrada en una fosa común, sin que a la fecha haya sido encontrado su cuerpo.
Distribuida en México por ND Mantarraya, la película se proyectará en el Undécimo Festival Internacional de Cine de Morelia, que se efectuará del 18 al 27 de octubre, y se estrenará en los cines del país el viernes 25.
Juliette Binoche, ganadora de un Oscar por El paciente inglés, de Anthony Minghella, relata que a sus 16 años leyó un libro acerca de la artista y empezó a sentirse fascinada con su vida y su genialidad:
“Genialidad que puede apreciarse cuando uno ve sus esculturas. Supo plasmar todo su espíritu en su trabajo, y eso es algo difícil de lograr y complicado de describir. Sus esculturas inspiran. Bueno, así es como me siento cuando veo sus esculturas. Un día llamé al director Dumont y le dije que estaba interesada en trabajar con él, ya que me gusta su trabajo y uno debe expandir sus horizontes.
“Así fue como él pensó en mí para hacer el papel de Camille. La verdad es que no me sorprendió porque ya habíamos estado hablando sobre la vida de la artista, lo importante era pensar en cómo se iba a contar la historia y cómo se iba a crear el personaje.”
Camille Claudel, 1915 se estrenó en la edición 63 del Festival Internacional de Cine de Berlín, organizado del 7 al 17 de febrero pasado. También actúa Jean-Luc Vincent; pero Dumont no utilizó actores profesionales para interpretar a los internos, sino discapacitados auténticos.
–¿Qué significa para usted recrear a esta gran artista, sobre todo en la situación en la que se encontraba en 1915?
–Fue todo un reto. Es verdad que la autora de la escultura El vals padecía un desa­juste mental, neurosis, depresión… Ahora es diferente, porque si Camille hubiera vivido en estos tiempos hubiera podido ser ella misma y no vivir en silencio, por eso es importante sacar a la luz esta parte de su vida, para que sirva de ejemplo.

Más espiritual que Rodin

Binoche, nacida el 9 de marzo de 1964 en París, Francia, ha trabajado con destacados directores, como Krzysztof Kieslowski, Louis Malle, Michael Haneke, Jean-Luc Godard, Olivier Assayas, Abbas Kiarostami, Jean-Marie Leos Carax y David Cronenberg (Proceso 1802). También es intérprete de danza contemporánea y pintora.
–Como pintora, ¿está satisfecha con la visión de Bruno Dumont sobre Camille Claudel?
–Su visión es mi visión. El actor puede tener una posición, y es válido; pero si el actor va por otro camino, entonces no podría haber una visión en sí misma. Al final debe haber una conexión. Eso es lo maravilloso del cine, a veces es algo loco, mágico. Así que no puedo dividir mi perspectiva de la del director.
–Además del guión que escribió Dumont, ¿en qué más se inspiró para actuar este personaje?
–Bueno, para empezar no tuve el guión. Fue algo así como una situación a ciegas; aunque ya sabía mucho acerca de la vida de Camille. El día que me dijo Dumont que leyera el guión, le comenté que filmar una película sobre ella sería difícil, así que le pedí que mejor me contara de qué trataba el largometraje. Un día fuimos a comer juntos y durante la comida me platicó: “En la primera escena pasa esto… en la segunda escena pasa lo otro…”. Así lo hizo con cada una.
“En ese proceso, la supervisora del guión estuvo ahí, y a veces las escenas las modificábamos un poco. Una vez ella me dijo: ‘Quiero que escribas palabras que pienses que Camille diría en ciertas escenas, desarróllalas e improvisa a partir de ellas’. Entonces le expuse: ‘¡Espera un minuto! Mi vida ha sido diferente a la de Camille, yo nací en un lugar diferente, mis padres eran diferentes a los de ella’. Pero siguió insistiendo, así que después de leer las cartas de Camille logré entrar un poco más en su mente.”
–¿Fue ya más fácil su personaje?
–Le propuse a la encargada del guión y al director que eligieran algunos extractos que quisieran que yo desarrollara, y me los enviaron. Me pidieron que los desarrollara con mis propias palabras. Los escribí y cuando se los mostré me dijeron: “Espera, aquí te faltó esta expresión, esta palabra…”. Les señalé: “¿Pero cómo pretenden que diga las palabras exactas que Camille dijo? Sería más bien improvisar”, y me contestaron: “Eso es exactamente lo que queremos”.
“Es más bien una película silenciosa. Se trabajó con la expresión corporal y los gestos. Recuerdo cuando filmamos la escena en donde Camille está con el doctor en el manicomio cuestionándole cuándo iba a salir de ahí. Hicimos como cuatro o cinco tomas. Al final el director dijo: ‘No es lo que quiero, no estás improvisando’. Y le mencioné: ‘Pero estoy haciendo todo lo que me has pedido, y estoy entregada completamente al personaje’. Me indicó que siguiéramos intentando, al final de la semana quedó esa toma.
“En la segunda escena donde se encuentra Camille con su hermano, el director soltó todas las páginas del guión y fue todo improvisado. En algunas escenas me sentí un poco humillada, lo cual no fue nada bueno, y después me di cuenta de que esa era la intención para que floreciera en mí la esencia de Camille (ríe). Pero en general fue una filmación bastante armoniosa.”
–¿Cómo es recordada Camille Claudel en Francia?
–Es un personaje muy conocido y recordado por la gente. Se sabe todo lo que pasó en su vida, su dolorosa muerte y los 29 años que estuvo internada en un psiquiátrico. Debo destacar que hubo un momento en el que se pensaba que ella había muerto más joven; pero después se supo que pasó gran parte de su vida en silencio en el manicomio. Su hermano la visitó, pero su madre y su hermana nunca lo hicieron.
“Queda la pregunta: ¿Por qué jamás logró salir si fueron muy pocas veces las que entraba en crisis? La mayoría del tiempo era una mujer muy tranquila; al estar internada se volvió muy espiritual, se encerró en sí misma y guardó silencio para no darle la razón a nadie sobre su supuesta locura.”
–¿Qué opina sobre la vida de Camille en el manicomio?
–Creo que fue horrible.
–En las publicaciones sobre la vida de Camille casi siempre se concluye que enloqueció cuando se dio cuenta de que Rodin nunca se casaría con ella…
–Fue muy compleja su relación amorosa, pero su situación va más allá. Ella siempre quiso ser una artista independiente. Era verdad que Rodin fue su inspiración, además de que él era mucho más grande que ella. Él fue su maestro, y claro que se puede ver la gran influencia de Rodin en el trabajo de Camille.
“Sin embargo, pienso que era mucho más espiritual que él. Es decir, ella trabajaba más el interior y plasmaba su espíritu.”

Un espíritu libre

El amor de Camille Claudel por Auguste Rodin nunca tuvo aceptación, refiere la actriz Juliette Binoche.
“Por eso su familia la rechazaba, por la vida que llevaba. Camille vivía su amor con Rodin sólo en el estudio, pero afuera no existía eso, no podía vivir libremente toda la pasión que sentía por él. En una carta que le escribe a su hermano, le menciona que tuvo algunos abortos, no sé cuántos, pero sí más de uno. Su familia era muy católica. Incluso su hermano, mientras ella era un espíritu libre, incomprendido en aquella época.
“Camille empezó a sentirse aprisionada por su familia y por el amor que le tenía a Rodin. Hay una escultura que ella hizo, donde hay una mujer que es la misma Camille de rodillas, implorando a otra imagen, que es Rodin. Se titula El abandono. Y creó otra donde se puede ver a una persona mitad ángel y mitad demonio que representa a la esposa de Rodin, Rose Beuret, quien se está llevando a Rodin, se llama La edad madura.
“Ésta última obra les impactó tanto a los críticos de la época que querían ponerla en exhibición; pero cuando Rodin la vio, canceló la muestra. Rodin no quería ser expuesto de esa manera, él quería salvar su reputación. Obviamente eso destruyó a Camille, entró en crisis por toda aquella frustración. Para mí ese es justo el momento en que Camille perdió el control. Y nunca se lo perdonó a Rodin.”
–¿Cree que él la usó?
–Todos nos usamos, de alguna manera…
“Rodin usó a Camille y ella también lo hizo con él. Era parte del trato. Aunque Camille era muy capaz y muy independiente. Ella aprendió mucho de él y trabajó en su estudio, conoció a gente importante, sólo que llegó un momento en que ella sintió que no se le daba crédito por todo lo que había aportado para el trabajo de Rodin.
“Sus manos y sus pies estaban plasmados en Las puertas del infierno y en muchas obras más en donde Camille fue la musa de Rodin. Obviamente, llegó un momento en el que ella empezó a reclamar todo eso.”
–En el filme se observa a su hermano, el escritor Paul Claudel, como un religioso devoto; sin embargo, no tuvo la sensibilidad de sacarla del manicomio, a pesar de que el doctor también le dijo que ella ya podía valerse por sí misma. ¿Qué opina?
–Su hermano era una persona muy devota de su religión, pero esto debe analizarse desde diferentes circunstancias. Hay que saber que su hermano viajó mucho, vivió en diferentes partes del mundo, como Alemania, Japón, incluso en Estados Unidos, en Boston. Ellos estaban muy unidos, pero con las distancias, Paul no supo cómo fue que Camille empezó su relación con Rodin y, peor aún, Camille nunca le contó.
“Eso fue un duro golpe para Paul, ya que se sintió traicionado por su hermana. Creo que Paul no supo cómo reaccionar a sus sentimientos, por un lado su religión le decía que la vida de Camille estaba llena de pecado, y por otra parte sentía un gran cariño hacia ella. Él siguió fiel a su religión.”
Binoche finaliza:
“Todo eso fue un gran escándalo para esa época.”

viernes, 18 de octubre de 2013

Alice Munro, la historia de la gente sin historia


Alice Munro
 



José Emilio Pacheco

Para Enrique González Rojo en sus 85

 

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Excepto para quienes hemos vivido allí y tenemos hijos canadienses, el nombre de Canadá evoca en la imaginación mexicana una vastedad hermosa pero informe, llena de lagos, bosques y montañas, habitada por sombras que no sabemos definir. Para el niño Amado Nervo, como escribió después en un cuento, “el dominio del Canadá” tenía algo demoniaco, era una especie de monstruo cuyo solo nombre aterraba. En la época del cine de episodios y el apogeo de las historietas, Canadá era sobre todo la Policía Montada que triunfaba siempre sobre los indios y los bandoleros.

Entre las sorpresas del salinismo figuró la de enterarnos que también nosotros éramos norteamericanos al mismo título, aunque no con la misma riqueza, de los Estados Unidos y Canadá. Entonces apareció ante nuestros ojos como un gran territorio casi despoblado, lleno de oportunidades de progresar y abierto como ningún otro a los emigrantes. Toronto, por ejemplo, se nos reveló como una gran ciudad con todas las ventajas pero sin los problemas que agobiaban a sus semejantes de los Estados Unidos. Los mexicanos, que imitamos todo, jamás pudimos adoptar su sistema de transportes que conecta el Metro con los autobuses e impide las feroces congestiones. Por desgracia, cambió las cosas el neoliberalismo que entró en este continente con el primer misil lanzado contra el Palacio de la Moneda. Tiempo después apareció la violencia en las maravillosas ciudades junto a los grandes lagos y los grandes ríos, y la frontera se convirtió en un muro impenetrable.

 

Entre los lagos y las islas

 

El pasado 10 de octubre se hizo justicia a la gran escritora Alice Munro y se dio al Canadá de lengua inglesa su primer Premio Nobel. (Saúl Bellow, que lo obtuvo en 1976, nació en Quebec pero realizó toda su carrera en Chicago y pertenece a la literatura de los Estados Unidos.)

Alice Munro, quien había anunciado su retiro en 2012 con la publicación de Dear Life (Mi vida querida), uno de sus mejores libros, no es una escritora mediática. Vive entre Clinton, Ontario, cerca del lago Hurón, y pasa algunos meses en Comox, en la isla de Vancouver, en la Columbia Británica. Rara vez sale en televisión o da entrevistas. No opina sobre lo que no sabe ni descalifica a otros escritores. Su única tarea es narrar, convertir en obras universales las historias de la gente sin historia. La mayor parte de sus cuentos han aparecido en The New Yorker gracias al genio editorial de Maxwell
Taylor. Él le consiguió el privilegio de una anualidad a cambio de darle la primera opción sobre toda su obra.


 

Chejov de los grandes lagos

 

Cynthia Ozick fue tal vez la primera en compararla con Chejov: “Ella es nuestro Chejov y va a sobrevivir a la mayoría de sus contemporáneos”. En cambio Harold Bloom le negó la eminencia de Hemingway, Faulkner, Eudora Welty, Flannery O’Connor y John Cheever, y la relegó a “los autores de segundo orden”, brillante compañía en la que figuran Nabokov, Sherwood Anderson, Bernard Malamud, John Updike, Ann Beattie, Raymond Carver y la propia Ozick. Sin embargo en la introducción de Cuentos y cuentistas: el canon del cuento Bloom la cita en primer lugar entre “las ausencias lamentables”.

La calidad de sus cuentos le ha dado sin prisa ni pausa un prestigio casi universal que se confirma en cada uno de sus libros. Contra la polémica que siempre rodea al Nobel, ella ha sido aceptada con verdadera alegría por los escritores y por los lectores que hoy pueden opinar a través de los medios electrónicos.

A diferencia de las superestrellas contemporáneas, Alice Munro no tiene más biografía que sus propios libros. Hija de una familia presbiteriana de origen escocés, nació en 1931 en Whinghan, un pueblo de Ontario, y en plena Depresión. Su padre tenía una granja de armiños y visones, así que desde niña pudo darse cuenta de la brutalidad que implica la existencia. Amó la naturaleza, entonces casi intacta, y de su madre heredó la afición por la lectura y por las narraciones orales en largas noches de invierno.

Como todos, escribió lo que leía, primero una novela infantil inspirada por El último mohicano, y luego una novela de amor salvaje, fruto de la conmoción que le causó Cumbres borrascosas. Mientras estudiaba en la universidad gracias a una beca para pobres, el esfuerzo bélico de Canadá para aplastar a los ejércitos de Hitler cambió la economía del país. Llegaron a él la riqueza y las primeras manifestaciones del consumismo.

Alice Clarke Laidlow, su nombre de soltera, se casó en 1951 con James Munro y aceptó, como casi todas las mujeres de la época, su papel de esposa, madre y ama de casa. El matrimonio se trasladó a Victoria, en la isla de Vancouver, donde abrió una librería y nacieron sus tres hijas.

De noche y en el alba logró escribir su primera y única novela: Lives of Girls and Women, que muchos consideran un tomo de cuentos entrelazados. Comprendió que sin el cuarto propio que reclamaba Virginia Woolf y la energía que se requiere para sentarse varias horas diarias a la máquina en vez de consagrarlas a las fatigosas y efímeras labores de la casa, le era imposible ser novelista. En 1972 se divorció y regresó a Ontario.

Halló que el mundo de su niñez y adolescencia había desaparecido y que su propia gente la veía con desconfianza por ser escritora y divorciada. En 1976 se casó con Gerald Fremlin, muerto a comienzos de este año, y desde entonces ha vivido en Clinton, otro pueblo de su provincia natal. Halló el cuento como su vehículo ideal para desarrollar su vocación. Esto también significaba ir a contracorriente pues en la posguerra el género había perdido el lugar central que tuvo en años anteriores.

 

Las aventuras del cuento

 

El cuento es el más antiguo y el más nuevo de los géneros literarios. La narración es ancestral y es inmortal. Gran parte de la vida consiste en contarnos historias unos a otros aunque jamás hayamos abierto un libro. De pequeños, niños y niñas tienen una avidez inmensa por los cuentos al grado que hacen repetir al infinito sus predilectos.

Sin embargo, el cuento literario aparece con la Revolución Industrial. No se explica sin las grandes ciudades, sin el ferrocarril, sin el auge de la alfabetización indispensable para hacer de los campesinos obreros especializados, sin la lámpara de gas que permitió la lectura solitaria y silenciosa y sin la aparición de la pluma metálica que aumentó la velocidad de la escritura.

Se difundió gracias a su gran aliado, el tren. Fue una manera ideal de ocupar las horas muertas del viaje. Las primeras revistas que ya adquirieron un formato distinto del libro se llamaron “magazines” porque, como en las tiendas departamentales, uno podía optar por muchas cosas y entre ellas figuraba, en primer término, un cuento.

Ya en el siglo XX escritores como Faulkner y Scott Fitzgerald vivieron no de sus novelas sino de los cuentos que les pagaban espléndidamente las revistas populares. Los libros en que más tarde, para fortuna nuestra, los reunieron no producían las utilidades que esperaban sus editores y se difundió la falsa idea de que un libro de cuentos no se vende, al menos no tanto como una novela. Lo equivocado de esta creencia se demuestra con el hecho incontrovertible de los cientos de miles de ejemplares que han vendido y siguen vendiendo El Llano en llamas o las Ficciones de Borges.

Para hacer más sombrío el panorama, en los primeros años de su trabajo Alice Munro encontró una nueva competidora: la televisión, que en sus inicios saqueó inmisericordemente los cuentos. Nadie se imaginaba entonces otras formas hoy omnipresentes de narración que ha hecho posible la electrónica. Por otra parte, los guionistas de las series difundidas en todo el mundo han creado un nuevo género y a él se consagran quienes antes hubieran escrito cuentos, piezas de teatro y aun guiones de cine. Es lástima que este impulso no llegue aún a las telenovelas.

 

El cuento eterno de la humanidad

 

Muchas protagonistas de Alice Munro no son malas ni buenas, se sienten oprimidas por el bienestar que les dan sus maridos con sus trabajos de nueve a seis, a cambio de someterse a un modelo exteriormente impuesto y hecho para reproducirse al infinito. Un día huyen de ese porvenir garantizado y se entregan a la incertidumbre de la aventura. Ya no son Emma Bovary ni Anna Karenina que pagan con el suicidio la culpa del pecado; no obstante, sienten remordimientos porque saben que al liberarse de su asfixia hacen un gran daño a quienes en modo alguno hubieran querido causar dolor.

Casi todos los libros de esta autora pueden leerse en español: El progreso del amor, Amistad de juventud, Secretos a voces, El amor de una mujer generosa, Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, Escapada, Demasiada felicidad, Mi vida querida. Forman la biografía tan real como imaginaria de una mujer que es y no es su autora, una vida observada sin piedad desde la niñez hasta la ancianidad. Revelan que en lo ordinario de nuestras vidas está oculto lo extraordinario y lo irremplazable. La historia de la gente sin historia puede ser el más asombroso de los cuentos, el cuento eterno de la humanidad y el privilegio de estar vivos por un instante en el viaje de la nada a las tinieblas

 


martes, 15 de octubre de 2013

Uno a uno todos nos iremos





Uno a uno…

Todos nos iremos borrando,

y no quedará recuerdo alguno.

 

Como plumaje de Quetzal…

nos desgarraremos.

 

Como piedra preciosa de jade…

nos romperemos.

 

Todos nos fragmentaremos,

como copas de cristal ante la muerte.

 

Y solo quedará incólume el eterno rostro,

el corazón verdadero de nuestros Viejos Abuelos.

 

Ya se han ido, ya han partido al lugar de los descarnados.

Mi padre y mi madre, mis amigos y mis admirados.

 

Ya tizna la blancura mis sienes,

mi gente ya se ve cansada y mi hijo se hace hombre.

Mañana partiremos y se borrará nuestro rostro y nuestro nombre.

 

Nadie se acordará de nuestras flores y de nuestros cantos.

 

¿Acaso viviremos en la tierra del Señor de la Muerte?

¿Acaso ni ahí tendremos rostro? ¿Seremos noche, seremos viento?

Como niebla blanquecina vagaremos en la noche.

 

Lo único verdadero es el recuerdo de nuestros Viejos Abuelos.

Lo único que no muere son sus flores y sus cantos.

Lo único que permanece indemne es su recuerdo.

Lo único que se mantendrá invulnerable es su legado.

Lo único que sobrevivirá al tiempo será su obra.

 

Uno a uno todos nos iremos borrando ante la muerte

y los Viejos Abuelos permanecerán incólumes como

Mitla y Monte Alban.

 

www.toltecayotl.org

sábado, 5 de octubre de 2013

Maqroll-Mutis, Mutis-Maqroll




Columba Vértiz de la Fuente entrevista al escritor Álvaro Mutis
Semanario Proceso. 28 septiembre 2013

 
El escritor Álvaro Mutis aceptó que el marinero Maqroll, creado por el mismo desde muy joven, le dio la fama internacional.

El año pasado, al acercarse su cumpleaños 89, la revista Proceso intentó, vía telefónica, pactar una entrevista con el también poeta. Dijo que no podía, aunque con su voz peculiar de locutor propuso que se le preguntara en ese momento. Aclaró que disponía de poco tiempo.

En seguida se le comentó que si bien ya había escrito novela desde los setenta, se decía que con la publicación en 1986 de la primera obra de Maqroll el Gaviero, la nieve del almirante empezó a ser más conocido mundialmente:

“Sí, comenzó bien su camino Maqroll. Me lo encontré cuando apenas tenía 18 años y me acompañó con gran fidelidad todo el tiempo.”

Se ha escrito que el hombre de la gavia, que protagoniza siete de sus novelas, aparece en los primeros poemas del autor, y que se apareció claramente en la obra de poesía Los elementos del desastre (1953).

–Para usted, ¿qué significado tiene que Maqroll sea un marinero?

–Es un marinero porque a mí me gusta mucho el mar y viajé mucho por mar. Mi padre era diplomático en Bélgica y cuando íbamos a Colombia siempre era por barco. Era muy divertido y además aprendí mucho porque hacia amistad con toda la gente que trabajaba en los barcos. Siempre me bajaba a la sala de máquinas. Desde entonces me atrapó el mundo del mar.

–¿Fue difícil crear a Maqroll?

–No, no… Se me ocurrió muy joven, y como no era creíble que un chico hablara de temas como la muerte, la soledad y la nostalgia, pensé que era mejor que lo dijera un hombre adulto, iba a ser más creíble, y por eso inventé a este personaje, un marino que conoce muchos lugares y a mucha gente, además pasa por situaciones difíciles. Era una necesidad de poner en boca de un tercero experiencias y situaciones muy intensas y tremendas.

–Entonces, ¿para que el lector le creyera al personaje debía viajar siempre?

–Sí. El que no se instale en ningún lugar tiene que ver mucho conmigo. Yo nací en Bogotá, a los dos años viajamos a Europa, después regresamos a Colombia. Yo no sabía si mi mundo estaba en Europa o en Colombia, después la vida se encargó de complicar más las cosas y tuve que viajar muchísimo por los diversos trabajos que tuve. Esto me dio la idea de que también Maqroll fuera un hombre sin ningún asentamiento propio.

–¿Maqroll es biográfico?

–Tiene mucho de mí, pero también mucho de él mismo. Cuenta con su propia personalidad, un carácter y un pasado. No soy yo. Él es muy diferente, hace cosas que yo nunca haría.

–Maqroll constantemente está luchando y litigando, parece anhelar la llegada de la muerte, ¿no es así?

–Yo no diría eso. Él lo que hace es ir hasta el final de la experiencia en la que se aboca. Quiere saber cuál es el final de todo eso. En el final está, naturalmente, la muerte. Por eso en muchas ocasiones se encuentra su vida en peligro, pero no porque tenga la intención de jugar con la muerte o buscar la muerte, al contrario, es por amor a la vida que él quiere ir hasta el final de las experiencias.

–¿Está satisfecho con Maqroll?

–Sí, totalmente… Me ha dado mucho…

Después de La nieve del almirante, publicó Ilona llega con la lluvia (1988), Un bel morir (1989), La última escala del Tramp Steamer (1989), Amirbar (1990), Abdul Bashur, soñador de navíos (1991) y Tríptico de mar y tierra­ (1993).

El autor también publicó Summa de Maqroll el Gaviero (poesía), Contextos para Maqroll y Caminos y encuentros de Maqroll el Gaviero (ensayo).

–El gaviero lee, ¿qué opina de la literatura mexicana?

–Qué es una literatura muy madura. Ya desde la época de la Colonia tiene México un poeta de tamaño universal que es sor Juana de la Inés. Hay una tradición literaria mexicana muy sólida. Cuando llegué a México (1956) y tuve el gusto de conocer a Octavio Paz y a Carlos Fuentes (trabajaban entonces en la Secretaría de Relaciones Exteriores), empecé a platicar con ellos sobre mis lecturas mexicanas y me di cuenta de que estaban muy conectados con esa tradición literaria.

–¿Qué autores mexicanos destacaría?

–Antes de venir a México, ya había leído algunos cuentos de Carlos Fuentes y El llano en llamas, de Juan Rulfo, que me impresionó muchísimo, después me pasó lo mismo con Pedro Paramo. La aventura y la amistad con Rulfo fue toda una experiencia. Lo admiré muchísimo. La estructura de su narrativa es muy moderna. A Fernando Botero lo hice leer a Rulfo, quien fue un gran escritor y un gran conocedor de los clásicos españoles. Desde luego la poesía de Octavio Paz y su obra crítica me parecen fundamentales.

–Para usted, ¿qué diferencia hay entre escribir poesía y novela?/

Debe irse. Sin embargo, continúa:

“Son dos mundos. En el caso del poema van presentándose ciertas imágenes y me siento a escribirlas al instante. Si es necesario lo reescribo mil veces. Respecto a la novela, me siento a escribir sólo cuando ya tengo definidos muchos de los episodios y la estructura en general. Aunque cada vez que hago una novela, en cierta forma, estoy desarrollando un poema.”

–¿Su obra es muy personal e intimista?

–Cuento lo que creo que a la gente le puede interesar sobre mi vida, pero no es una literatura intimista, ni intento hacer novela psicológica ni hacer poemas políticos o con fines de protesta, porque nunca he votado, no he pertenecido a ningún partido, no me gusta la política.

–¿Por qué?

–Me parece una pérdida de tiempo. Hay muchas cosas más importantes en la vida que seguir la rutina y pequeña ambición de unos hombres que quieren una cuota de poder en el Estado.

–¿Qué le dice el poder?

–Que es una de las trampas y alucinaciones más lamentables en que puede caer el hombre…

Despidiéndose, promete:

“Hábleme otro día.”