Hay en la poesía mexicana esteros femeninos en donde abrevamos
quienes el arte de escandir y rimar nos alienta y emociona: Guadalupe Amor,
Emma Godoy, Margarita Michelena, Margarita Paz Paredes y Rosario Castellanos.
De la última expondré, en esta ocasión, un perfil de su personalidad.
Ejemplo de vocación literaria Rosario Castellanos es una escritora de hálito divino. A partir de la publicación de "Apuntes para una declaración de fe" (1948) hasta su muerte ocurrida trágicamente en agosto de 1974, se publican veintitrés libros entre poesía, cuento, novela, teatro y un volumen de artículos periodísticos: "El uso de la palabra".
Por cuanto a la poesía se refiere, once libros vieron la luz y su palabra impresa cimbró las cuerdas del espíritu. Hoy encontramos sus versos sonoros, polisemánticos y metafóricos, reunidos bajo un solo título: "Poesía no eres tú". Sus relatos "Los convidados de agosto" y "Ciudad Real" constituyen el ciclo Chiapas, donde denuncia los problemas agudos en que se debate el sureste de México, como si el tiempo se hubiera paralizado en la Colonia. Además, en ellos se percibe la luminosidad y el misterio oculto de la tierra pródiga, fecunda y húmeda, pudiendo identificarse la dicotomía paraíso-infierno que en otras partes de México vieron también escritores como Malcomm Lowry y B. Traven.
Sus relatos contenidos en "Álbum de familia" y "Balún Canán" denotan rasgos esencialmente autobiográficos. Ambas obras, al lado de "Oficio de tinieblas", llegan a conformar su trilogía novelística. El resto de sus creaciones son "Juicios sumarios", "Mujer que sabe latín", "El mar y sus pescaditos" y la obra de teatro "El eterno femenino".
No obstante su breve tránsito por la vida y parvo oficio literario, la belleza y la bondad de su alma, con la palabra, quedó indeleble para la posteridad.
Ejemplo de vocación literaria Rosario Castellanos es una escritora de hálito divino. A partir de la publicación de "Apuntes para una declaración de fe" (1948) hasta su muerte ocurrida trágicamente en agosto de 1974, se publican veintitrés libros entre poesía, cuento, novela, teatro y un volumen de artículos periodísticos: "El uso de la palabra".
Por cuanto a la poesía se refiere, once libros vieron la luz y su palabra impresa cimbró las cuerdas del espíritu. Hoy encontramos sus versos sonoros, polisemánticos y metafóricos, reunidos bajo un solo título: "Poesía no eres tú". Sus relatos "Los convidados de agosto" y "Ciudad Real" constituyen el ciclo Chiapas, donde denuncia los problemas agudos en que se debate el sureste de México, como si el tiempo se hubiera paralizado en la Colonia. Además, en ellos se percibe la luminosidad y el misterio oculto de la tierra pródiga, fecunda y húmeda, pudiendo identificarse la dicotomía paraíso-infierno que en otras partes de México vieron también escritores como Malcomm Lowry y B. Traven.
Sus relatos contenidos en "Álbum de familia" y "Balún Canán" denotan rasgos esencialmente autobiográficos. Ambas obras, al lado de "Oficio de tinieblas", llegan a conformar su trilogía novelística. El resto de sus creaciones son "Juicios sumarios", "Mujer que sabe latín", "El mar y sus pescaditos" y la obra de teatro "El eterno femenino".
No obstante su breve tránsito por la vida y parvo oficio literario, la belleza y la bondad de su alma, con la palabra, quedó indeleble para la posteridad.
Más adelante expresa en su Autorretrato: "Amigos... hmmm... a veces, raras veces y en muy pequeñas dosis. En general rehúyo los espejos. Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal y que hago el ridículo cuando pretendo coquetear con alguien".
Su inseguridad hizo suponerse con defectos y carencias abundantes. Por eso se consideraba poco afortunada en el roce social, pues todo lo circunscribía al encanto femenino y a la belleza física; de ahí su soledad, su hábito al recogimiento.
Escribir-leer-escribir fue la fórmula de escape a esa realidad infundada que ella misma se creó; o mejor dicho, le crearon los demás, pues desde niña, marginada por la preferencia de sus padres hacia el hijo varón, vive la mortificación de un acentuado complejo de culpabilidad. Desde entonces le acompañará un aura de aislamiento, sin más compañía que la de su nana chamula:
"Nací en la hora misma en que nació el pecado
y como él, fui llamada soledad.
Gemelo es nuestro signo y no hay aguas lustrales
capaces de borrar lo que marcaron
los hierros encendidos de mi frente".
Balún Canán es el nombre maya de Comitán cuyo significado nos
envuelve en la bruma de una mitología indígena: Nueve guardianes o nueve
testigos o nueve estrellas, quienes habitan en Tziscao, donde "están los lagos de diferentes
colores". Balún Canán es una obra de matices exuberantes en cuyo
contenido las referencias autobiográficas predominan; y aunque si bien adolece
de la falta de efemérides fulgurantes y escrupulosas, su desarrollo temático
nos muestra los impactos psíquicos que sufrió su autora desde la edad primera, ocasionados
por unos padres que conceden preferencias y atenciones al hermano, Benjamín
Castellanos, (Mario en la novela) y que al ocurrir su muerte escucha en voz de
su madre: “Ahora tu padre ya no tiene por
quien seguir luchando. Ya estamos iguales. Ya no tenemos hijo varón.”
El universo de Rosario está estructurado por ese conjunto condicional que subyuga a la mujer latinoamericana en su relación con el hombre: propósito de conquistar con el gracejo y la belleza corpórea, para albergar la tibia esperanza de seleccionar un estado de vida donde entronizar el amor, aun cuando después el ídolo se derrumbe y se retorne a la soledad espectral: "Mi experiencia más remota radicó en la soledad individual; muy pronto descubrí que en la misma condición se encontraban todas las otras mujeres a las que conocía: solas solteras, solas casadas, solas madres. Solas, en un pueblo que no mantenía contacto con los demás. Solas, soportando unas costumbres muy rígidas que condenaban el amor y la entrega como un pecado sin redención. Solas en el ocio porque ese era el único lujo que su dinero sabía comprar. Retratar esas vidas, delinear esas figuras forman un proceso que conserva una trayectoria autobiográfica."
Tanto en su prosa como en su verso se pueden advertir reiteraciones gravadas por una significancia impactante y profunda. El viento, evocación persistente de una libertad negada, como si con la palabra misma pudiera asir el derecho a su ejercicio: "¡Qué alrededor tan inmenso! Una llanura sin rebaño donde el único animal que trisca es el viento. Y cómo se encabrita a veces y derriba los pájaros que han venido a posarse tímidamente en su grupa. Y cómo relincha. ¡Con qué libertad! ¡Con qué brío!... Y toca las puertas y derriba floreros y revuelve los papeles del escritorio y hace travesuras con los vestidos de las muchachas. Y me quedo aquí, con los ojos bajos porque (la nana me lo ha dicho) es así como el respeto mira a lo que es grande."
El sauce, árbol que sobrelleva su inmovilidad, testigo incólume del paso del tiempo. Así la mujer, detenida por las raíces de la maternidad o del matrimonio, ve pasar las aguas del estero en una libertad parecida a la del viento (el hombre): "Nada detiene al viento. ¡Cómo iba a detenerlo la rama de sauce que llora en las orillas de los ríos."
El fracaso estrepitoso de su matrimonio la hunde más en sus
cavilaciones y en una sensación de soledad. ¡Qué confesión terrible en su poema
dramático "Salomé"!:
Mi talador, mi buitre
en los meses primeros.
Después un congelado
espejo.
Me traicionó con todas las mujeres,
con el hastío y el poder y el juego.
Vi entrar por esa puerta la embriaguez,
el grosero deseo
y la brutalidad del amo ante la sierva
y el desprecio.
¿Por qué no huiste?
¿A dónde? Mis hermanas
tienen su propio infierno.
Y fui educada para obedecer
y sufrir en silencio.
Mi madre en vez de leche
me dio el sometimiento.
La evocación de aquella infancia tan unida a la suerte de los chamulas, pues tanto para ella como para éstos la soledad es identificación, la estimula para regresar a su natal Chiapas a servir con humildad al indígena. Trabaja con el Instituto Indigenista y para no caer en la tentación del retorno, se corta su pelo al rape. Comparte la frugalidad alimenticia y sufre las miserias de los chamulas. Su altruismo no encuentra límites y se entrega con pasión a la caridad humana.
De sus tragedias, de todos los sucesos de su vida, Rosario hace poemas, novelas, toda su producción literaria. Los años últimos de su vida, prestando servicios a México como embajadora en Israel, están envueltos en una infinita sed de compañía, en una taladrante nostalgia por la patria distante, aunque al fin conquistadora de la libertad:
"Yo fui capaz de romper amarras y de partir y de permanecer temblando (al principio de miedo y ahora de maravilla) porque tengo entre mis manos ese tesoro desconocido que se llama libertad."
Y cuando libre al fin... su cuerpo húmedo, el encendido eléctrico y la letal descarga, infame, siega su vida el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel. Más a pesar de su separación física la seguimos presintiendo en el viento, en las aguas viajeras de los ríos que nos limpia la memoria y nos adormece la pena...
"Cuando yo muera dadme la muerte que me faltaba
y no me recordéis.
No repitáis mi nombre hasta que el aire sea
transparente otra vez.
No erijáis monumentos que el espacio que tuve
entero lo devuelvo a su dueño y señor
para que advenga el otro, el esperado
y resplandezca el signo del favor".
Mi talador, mi buitre
en los meses primeros.
Después un congelado
espejo.
Me traicionó con todas las mujeres,
con el hastío y el poder y el juego.
Vi entrar por esa puerta la embriaguez,
el grosero deseo
y la brutalidad del amo ante la sierva
y el desprecio.
¿Por qué no huiste?
¿A dónde? Mis hermanas
tienen su propio infierno.
Y fui educada para obedecer
y sufrir en silencio.
Mi madre en vez de leche
me dio el sometimiento.
La evocación de aquella infancia tan unida a la suerte de los chamulas, pues tanto para ella como para éstos la soledad es identificación, la estimula para regresar a su natal Chiapas a servir con humildad al indígena. Trabaja con el Instituto Indigenista y para no caer en la tentación del retorno, se corta su pelo al rape. Comparte la frugalidad alimenticia y sufre las miserias de los chamulas. Su altruismo no encuentra límites y se entrega con pasión a la caridad humana.
De sus tragedias, de todos los sucesos de su vida, Rosario hace poemas, novelas, toda su producción literaria. Los años últimos de su vida, prestando servicios a México como embajadora en Israel, están envueltos en una infinita sed de compañía, en una taladrante nostalgia por la patria distante, aunque al fin conquistadora de la libertad:
"Yo fui capaz de romper amarras y de partir y de permanecer temblando (al principio de miedo y ahora de maravilla) porque tengo entre mis manos ese tesoro desconocido que se llama libertad."
Y cuando libre al fin... su cuerpo húmedo, el encendido eléctrico y la letal descarga, infame, siega su vida el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel. Más a pesar de su separación física la seguimos presintiendo en el viento, en las aguas viajeras de los ríos que nos limpia la memoria y nos adormece la pena...
"Cuando yo muera dadme la muerte que me faltaba
y no me recordéis.
No repitáis mi nombre hasta que el aire sea
transparente otra vez.
No erijáis monumentos que el espacio que tuve
entero lo devuelvo a su dueño y señor
para que advenga el otro, el esperado
y resplandezca el signo del favor".

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