jueves, 4 de diciembre de 2014

Siempre Libre: Sartre: el infierno son los otros

Siempre Libre: Sartre: el infierno son los otros: Todos conocemos la controvertida frase de Sartre “El infierno son los otros” que define su modo de pensar la intersubjetividad. Se trata de...

sábado, 25 de octubre de 2014

John Banville






“La invención más trascendental de la humanidad es la frase. Han existido grandes civilizaciones ignorantes del concepto de la rueda, pero poseían la frase, pues sin ella no habrían sido ni grandes ni civilizadas. Con frases pensamos, especulamos, calculamos, imaginamos. Con frases declaramos nuestro amor, declaramos la guerra, prestamos juramento. Con frases afirmamos nuestro ser.

“Nuestras leyes están escritas con frases. No es desatinado afirmar que con frases está escrito nuestro mundo.

“Afilamos nuestras frases para que alcancen el corazón de las cosas. Pero eso no sucederá, somos demasiado torpes. Sin embargo, perseveramos en nuestro intento de expresar la existencia, en nuestro intento de que quede expresada, en nuestro intento de expresarla con acierto. Nunca lo conseguiremos, pero como bien sabía mi compatriota Samuel Beckett, nuestra gloria estriba en persistir, desalentados, pero jamás vencidos. El esfuerzo no es vano, aunque cada punto final sea una admisión de fracaso. Hablar es ser.”

John Banville, escritor irlandés, al recibir el premio Príncipe de Asturias de las Letras.

martes, 16 de septiembre de 2014

Filosofía en la Red: Las dificultades de un Dios creador

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Filosofía en la Red: La reforma educativa: un imposible

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lunes, 8 de septiembre de 2014

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domingo, 10 de agosto de 2014

Psicología Online - ¿Adultez Mayor, como ayudarle a enfrentar los cambios físicos y psicológicos de esta etapa?

Psicología Online - ¿Adultez Mayor, como ayudarle a enfrentar los cambios físicos y psicológicos de esta etapa?

La madre del monstruo




Máximo Gorki
(1868-1936)



Día tórrido. Silencio. La vida está como cristalizada en un luminoso remanso. El cielo contempla a la tierra con mirada límpida y azul por la pupila resplandeciente del sol.

El mar se diría forjado en metal liso y azuloso. En su inmovilidad, las barcas policromas de los pescadores parecen soldadas al hemiciclo tan esplendoroso como el cielo... Moviendo apenas las alas, pasa una gaviota, y en el agua palpita otra más blanca y más bella que la que hiende al aire.

El horizonte aparece confuso. Entre la bruma, se vislumbra un islote violáceo, del que no se sabe si flota dulcemente o si se derrite bajo el calor. Es una roca solitaria en medio del mar, espléndida gema del collar que forma la bahía de Nápoles.

El pétreo islote, erizado de cresta y aristas, va descendiendo hasta el agua. Su aspecto es imponente, y tiene la cima coronada por la marca verdeoscura de un viñedo, de los naranjos, de los limoneros y de las higueras, y por las menudas hojas de color de plata oxidada de los olivos. Entre este torrente de verdor que se desborda hacia el mar sonríen unas flores blancas, áureas y rojas, y los frutos anaranjados y amarillos hacen pensar en las noches sin luna y de firmamento sombrío.

El silencio reina en el cielo, en el mar y en el alma.

Entre los jardines serpentea un angosto sendero, por el que una mujer se dirige hacia la orilla. Es alta. Su vestido negro y remendado está descolorido por el uso. Su pelo brillante forma como una diadema de ricitos sobre la frente y las sienes, y es tan encrespado que no es posible alisarlo. De su rostro enjuto impresiona la mezcla de rudeza y austeridad. Hay en estas facciones algo profundamente arcaico; al tropezar con la mirada fija y sombría de sus ojos, se piensa sin querer en los ardientes orientales, en Débora y en Judit.

Anda con la cabeza agachada, haciendo calceta; el acero de las agujas brilla entre sus dedos. El ovillo de lana está oculto en una de sus faltriqueras, pero se diría que el hilo rojo sale de su pecho. El camino es sinuoso y los pedruscos crujen y resbalan a su paso. Sin embargo, la vieja sigue bajando con la misma seguridad que si sus pies viesen el sendero.

He aquí la historia de esta mujer.

Poco después de su matrimonio con un pescador, su marido salió un día a la faena y no regresó. La mujer estaba grávida.

Apenas nació el niño, ella procuró mantenerlo siempre oculto de la gente. Nunca la vieron con él en la calle, al sol, para glorificarse con su hijo, como suelen hacer todas las madres; antes al contrario, lo tenía envuelto en harapos, en un rincón de su choza.

Durante mucho tiempo ningún vecino pudo ver del niño más que la cabezota y los inmensos ojos inmóviles en la cara amarillenta. Advirtieron asimismo que la madre, que antaño había luchado a brazo partido contra la miseria, llena de alegría, infatigablemente, que sabía comunicar valor a los demás, se mostraba ahora taciturna y parecía estar siempre meditando, con el ceño fruncido, como si contemplase el mundo a través de un velo de dolor, con mirada extraña e interrogadora.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo sin que todos se enterasen de su desgracia. El niño había nacido contrahecho, y esa era la causa de la pesadumbre de la madre y el motivo de que lo ocultase de la gente.

Entonces los vecinos, condolidos, le dijeron que comprendían el dolor de una madre que da a luz a un hijo anormal, pero que nadie, salvo la Madona, sabía si aquella prueba era un castigo, y que el niño, de todos modos, no debía ser privado de la luz del sol.

Ella prestaba oídos a la gente y les mostraba a su hijo. Tenía éste unas piernas y unos bracitos en extremo cortos, como aletas de pez; la cabeza, hinchada como una bola, se sostenía a duras penas sobre el cuello delgaducho y endeble; el rostro estaba todo surcado de arrugas; tenía los ojos turbios y la boca hendida por una sonrisa inexpresiva.

Al mirarlo, las mujeres lloraban y los hombre se retiraban mohínos, con una mueca de desdén. La madre del monstruo se sentaba en el suelo, y ora bajaba la cabeza, ora la levantaba y miraba a todos, como preguntando algo que nadie podía comprender.

Los vecinos construyeron para el engendro una caja semejante a un ataúd; lo llenaron de vellones de lana, colocaron en ella al pequeño monstruo y los pusieron en un rincón del patio. Tenían la esperanza de que el sol, hacedor de milagros, haría uno más.

Pero fue transcurriendo el tiempo y el monstruo seguía siéndolo: una cabezota enorme, un largo tronco y unos atrofiados muñones. Únicamente su sonrisa iba adquiriendo una expresión más y más definida de insaciable glotonería. En la boca surgieron dos hileras de agudos dientes, y los cortos y deformes brazos se adiestraron en coger los trozos de pan y llevarlos, sin equivocarse nunca, a la ávida bocaza.

Era mudo, pero cuando alguien comía cerca o cuando olía alimento, abría el hocico y empezaba a dar unos mugidos roncos y a menear como un loco la cabezota, mientras el blanco mate de los ojos se le cubría de venillas sanguinolentas.

Comía mucho, cada día más; su mugido se hizo persistente. La madre trabajaba sin cesar, pero su ganancia era exigua y a veces nula. No se quejaba de su suerte, y si aceptaba alguna ayuda, era de mala gana y sin despegar los labios. Cuando estaba fuera, los vecinos, cansados del constante mugir del monstruo, corrían a meterle en la boca mendrugos, frutas, legumbres y cuanto comestible tenían a mano.

-¡Te va a comer viva! -decían a la madre-. ¿Por qué no lo llevas a un asilo?

-No quiero oír hablar de eso -contestaba la pobre mujer-. Soy su madre. Yo lo traje al mundo y yo he de ganar el sustento para él.

Como aún era hermosa, más de uno quiso hacerse amar por la desdichada, pero no obtuvo el menor éxito. A uno, precisamente a aquel hacia quien se sentía más inclinada, le dijo un día:

-No puedo ser tu esposa. Tengo miedo de engendrar otro monstruo. Tú mismo te avergonzarías. ¡No, vete!

El hombre insistió, recordándole que la Madona hacía justicia a las madres y las consideraba como hermanas suyas. Pero ella exclamó:

-¡Ay! No sé de qué puedo ser culpable, pero se me castiga con crueldad.

El pretendiente suplicó, lloró, se enfureció; pero la mujer no cedió.

-Me da miedo -decía-. He perdido la fe en mi destino...

El hombre se marchó muy lejos, y no regresó nunca.

Durante muchos años, la pobre madre estuvo llenando aquella boca sin fondo que engullía sin cesar. El monstruo comía todo el fruto del trabajo materno, la sangre, la vida de la desgraciada mujer. La cabeza, cada vez más desarrollada, era horrible. Semejaba un globo a punto de desprenderse del atrofiado cuello para elevarse por el aire, tras haber topado contra las esquinas de las casas.

Todos los que pasaban por la calle y miraban hacia el patio, se detenían estupefactos, estremecidos, sin atinar a comprender qué era aquello. La caja estaba adosada a un muro por el que se enredaba una parra, y de su interior surgía la cabeza del monstruo.

El amarillento rostro estaba surcado de arrugas; los pómulos eran salientes; los ojos mates, desencajados, casi salían de las órbitas.

Aquella horrenda imagen se quedaba fija largo tiempo en la memoria. La gran nariz, achatada, vibraba y se estremecía; los labios, al moverse, dejaban al descubierto unos dientes carniceros, y a cada lado del globo surgían dos desmesuradas orejas que parecían tener vida propia e independiente... Aquel horripilante mascarón estaba rematado por un manojo de pelos negros y rizados como los de un africano.

Casi siempre se le veía con un pedazo de cualquier cosa comestible en la mano diminuta y breve como la patita de una lagartija.

Entonces inclinaba la cabeza y mascaba con gran ruido, sorbiéndose los mocos, y los ojos se le movían hasta fundirse en una mancha turbia y sin fondo sobre la pálida faz, cuyas contracciones semejaban las de la agonía. Cuando tenía hambre, alargaba el cuello y abría la boca enrojecida, de la que salía una delgada lengua de víbora para mugir con acento imperativo.

La gente se marchaba santiguándose y musitando una oración.

Aquello les recordaba todos los dolores y desgracias que les había deparado la vida.

Un herrero, hombre viejo y de carácter melancólico, repetía a menudo:

-Cuando veo esa bocaza que se lo traga todo, se me ocurre que mi fuerza ha sido también devorada por algo, no sé qué, pero que se le parece mucho. Y pienso que todos nosotros vivimos y morimos para mantener parásitos.

Aquella cara enmudecida suscitaba en todas las conciencias ideas tristes y sentimientos de espanto.

La madre escuchaba los comentarios de sus vecinos sin despegar los labios. Sus cabellos encanecieron prematuramente y las arrugas se fueron extendiendo por su rostro. Hacía ya tiempo que había perdido el hábito de reír. No ignoraban los vecinos que la infeliz se pasaba las noches enteras a la puerta de su casa mirando al cielo, como si esperase que de allí pudiera llegar el socorro. Y se decían unos a otros, encogiéndose de hombros:

-¿Qué debe estar esperando?

Terminaron por aconsejarle:

-¡Llévalo a la plaza, junto a la iglesia! Por allí pasan los extranjeros y le echarán limosna.

-Sería horrible que lo vieran los extranjeros -contestó la madre, horrorizada-. ¿Qué pensarían de nosotros?

-La desgracia existe en todos los países -le contestaron-, cosa que nadie ignora.

La madre negó con un movimiento de cabeza.

Cierto día, ocurrió que unos extranjeros visitaban el pueblo y lo husmeaban todo, entraron en el patio y se fijaron en el monstruo, que estaba metido en su caja. La madre fue testigo de sus gestos de repugnancia y comprendió que hablaban con repulsión de su hijo. Pero lo que más la sorprendió fueron ciertas palabras pronunciadas con acento de desprecio y animosidad y, también, de triunfo.

La desgraciada mujer conservó en la memoria el sonido de aquellas palabras extranjeras, que repetía insistentemente y en las que su corazón de italiana y de madre adivinaba un significado insultante. Aquel mismo día fue a casa de un adivino conocido suyo y le preguntó qué significaban las palabras que había oído.

-Convendría saber quién las ha pronunciado -contestó el hombre, frunciendo el ceño-. Pues significan: "Italia muere antes que las demás naciones italianas". ¿Quién forja semejantes mentiras?

La pobre mujer se marchó silenciosa.

Al día siguiente, a consecuencia de un hartazgo, su hijo murió entre convulsiones.

La madre se sentó en el patio, junto a la caja, con las manos cruzadas sobre aquella cabeza inerte. Permanecía quieta, inmóvil, y parecía más que nunca esperar algo. Fijaba la mirada interrogante en cada uno de los que desfilaban ante el cadáver.

Todos guardaron silencio. Nadie le preguntó nada, aunque muchos se sentían inclinados a felicitarla por haberse liberado de aquella esclavitud, o tal vez hubieran deseado consolarla por haber perdido al que, después de todo, era su hijo. Pero nadie despegó los labios. Hay momentos en que todos comprenden que ciertas cosas no pueden expresarse sin que parezcan reticencias.

Mucho tiempo después de la muerte del monstruo, la madre seguía mirando a la gente a la cara, como si preguntase no se sabe qué. Pero luego, poco a poco, pareció ir olvidándolo todo...

lunes, 4 de agosto de 2014

sábado, 26 de julio de 2014

Abren muestra con 'Escenas de pudor y liviandad' de la colección de Monsiváis




Por: Ángel Vargas.
La Jornada. 25 julio 2014


México, DF. Majestuosas, coquetas, provocadoras y desafiantes, así fueron las tiples, esas mujeres que cautivaron en los escenarios mexicanos de las primeras décadas del siglo XX y que con su sensualidad y sexualidad arrobadoras se convirtieron en el sueño inalcanzable para los varones de la época, sin importar clase ni condición social.

El Auditorio Nacional rescata ahora muchas de esas míticas divas mediante la exposición fotográfica Escenas de pudor y liviandad: tiples en la colección de Carlos Monsiváis, inaugurada la noche del viernes en la galería que se ubica en el vestíbulo del inmueble.

Se trata de una selección de 44 imágenes provenientes del acervo del Museo del Estanquillo, en el cual se resguardan las colecciones del fallecido escritor y periodista Carlos Monsiváis, entre ellas las fotografías y tarjetas con las que se integró la muestra, así como grabados, pintura, escultura, miniatura, partituras y documentos históricos.

Los retratos de las tiples son en su mayoría en blanco y negro, aunque hay algunos con cierto viraje al sepia y otros coloreados a mano. Todas las piezas son ampliaciones de gran formato en trovicel.
Entre las grandes figuras de la época que se exhiben, se encuentran María Conesa, Lupe Vélez, Esperanza Iris, Virginia Fábregas, María Tereza Montoya, Delia Magaña, Mimí Derba, Lupe Rivas Cacho y Amparo Garrido.

Todas fueron fotografiadas en un halo entre mítico y legendario, sea con sus ampulosas vestimentas de seda, elegantes y vistosos collares, y pomposas estolas de plumas; sea ataviadas de mariachi o en plena actuación; sea con rostros y poses inocentes y al mismo tiempo pícaros y seductores.

Algunas de las imágenes fueron realizadas por reconocidos maestros de la fotografía, como Alex Phillips, Francisco Lavillete y Víctor Herrera; otras se atribuyen a colectivos y estudios, como la Compañía Industrial Fotográfica o Bixio & Castiglioni y las hay también de autores anónimos.

Escenas de pudor y liviandad –título retomado de uno de los libros de Monsiváis, del que se extrajeron fragmentos que acompañan la muestra– se mantendrá en el recinto de Paseo de la Reforma 50, Bosque de Chapultepec, durante tres meses y terminará el 20 de octubre.

Novela inacabada de Saramago se publicará en octubre




Por Dpa
La Jornada. 26 julio 2014

Lisboa. Alabardas, alabardas, Espingardas, espingardas, la novela inacabada del Nobel de Literatura portugués José Saramago, llegará a las librerías en octubre, informa hoy la revista Blimunda de la Fundación Saramago.

La publicación del texto "será una forma más de repudio a la violencia", escribe en la publicación Pilar del Río, viuda del escritor y presidenta de la fundación. Aunque Saramago sólo pudo escribir los primeros capítulos de la novela antes de su muerte, el 18 de junio de 2010, la trama y la estructura están claras, añade Del Río.

Alabardas, alabardas, Espingardas, espingardas se publicará simultáneamente en Europa y Latinoamérica en portugués, español, catalán e italiano. La novela, que gira en torno al tráfico de armas, toma su título de un verso del poeta portugués Gil Vicente.

lunes, 16 de junio de 2014

Duración de Efraín Huerta





Hermann Bellinghausen

La Jornada. 16 junio 2014

Hacen falta pretextos de cualquier tipo para leer (seguir leyendo) hoy la poesía de Efraín Huerta? La suya es una de las aventuras más apasionantes, contradictorias y textualmente divertidas (no poca cosa en nuestra tradición adusta) de la poesía mexicana. Recorren su obra, de los años 30 a los 70 del siglo pasado, muchos de los más hermosos poemas jamás escritos en estas tierras. La imagen sorpresiva, deslumbrante, ingenua y maliciosa, deliberadamente poética. Los malos modales verbales y los excesos; suyas son la rabia, el odio, la imprecación, el responso encabronado, las barbas para desatar la lujuria, ese afán de rebeldía que buena falta le hace siempre a la expresión poética si es que aspira a decir o significar algo. ¿No son acaso suyos algunos de los versos eróticos y enamorados más desgarradores y encendidos, entre los más perfectos de la lírica mexicana? Y aunque se rían, ¿no son de Efraín Huerta las mejores puntadas: greguerías minimalistas, desenfadados albures a la altura del arte?

Huerta pertenece a un caudal de la poesía latinoamericana que se cuece aparte, que tiene sus detractores, pero también garantizada su duración. No tanto poesía comprometida como poetas comprometidos con la revolución socialista, el porvenir proletario, la liberación de los pueblos, la justicia y la paz entre los hombres y que vivan los camaradas.

En su origen, poeta del amanecer, de la estampa convulsiva, cruda, cargada de intención y entusiasmo; de los hombres y las mujeres del alba; los perros, los ruidos, la impaciencia del alba; de los amantes que despiertan, los hambrientos que despiertan, los obreros que salen a transformar el mundo en cuanto el sol asoma.

Para las pulgas actuales del establishment cultural, sus alabanzas a Stalin, al heroísmo soviético, al renacimiento comunista de Varsovia o Budapest o la idea de Gorki como lo máximo pueden resultar fuera de moda, si no escarnecibles. Él lo alcanzó a prever, a confrontarlo y aún así seguir fiel al sueño y la convicción esenciales en cada etapa de su existencia. Se rió de sí, y de los otros, llegado el tiempo; derivó a la ironía y ya de plano al desmadre poético sin renunciar nunca al sentido trágico y el absoluto amor a lo más humano del ser humano. Su poemas políticamente prohibidos –que reunió siempre con los de amor para hacer doble el desafío al orden púbico– culminarían en los irrepetibles poemínimos de su personal invención.

Su obra nombra y apellida como pocas (quizás como ninguna) su propia tradición literaria. La pueblan referencias, homenajes, bromas. Es un poeta periodista como Novo, Leduc o Pacheco, pero capaz de logradas borracheras surrealistas y desacatos de beatnik tardío que, con su genio poético, acá pocos han tenido. Es un autor fechado, es decir, fijo a su presente y qué. De San Juan de Letrán y la avenida Juárez al Anillo Periférico y el Circuito Interior, de Blanca Estela Pavón a Lilia Prado, de la consigna de la hora a la publicidad subvertida. No se engaña, ni nos engaña, con ningún clasicismo de segunda o tercera mano; nada le es intemporal salvo la muerte y el maxilar de Franz Kafka, y sólo deja de creer en el futuro cuando llega al futuro y se da cuenta de que es otro pinche presente que no tiene remedio y sin embargo insiste, pues la esperanza no lo es todo y hasta estorba.

Como otros grandes amorosos incendiarios de nuestra lengua (Hernández, Vallejo, Neruda) escribió sin recato poesía política, más de una vez se equivocó de santo y lo pagó caro. Al menos, su causa era la correcta. ¿No sucede igual o peor con el lastre cortesano en lances, envíos y requiebros de Lope o Quevedo, o con la restricción religiosa de los geniales monjes y las geniales monjas que no obstante son la fuente de la eterna juventud de la lengua castellana?

Sus resbalones sexistas (que si putas, que si maricas, que si nalgas y muslos como arrabaleros objetos del deseo) hoy encontrarán poco cartel seguramente, pero él mismo los mandó a la trituradora de los poemínimos y los redimió con su ancha carcajada de viejo cabrón y aventurero. Aún en sus poemas más datados, como el efusivamente soviético Descubrimiento de Moscú, Efraín Huerta ve lo que vive: Una mujer camina con un pan bajo el brazo/ y es como si llevara un árbol, un paisaje en el alma. (Qué tal su contradicción de meter al alma, siendo por entonces tamaño comecuras y materialista histórico).

Además, el que esté libre de culpa ideológica que arroje la primera piedra. Concluyamos con el lugar común que en este caso viene en serio: no hay mejor homenaje que leerlo, dejarse llevar por su formidable turbulencia, perdonarle sus barbaridades y con humor del bueno echarnos con él la del estribo: Cogerte del brazo y desparramar la mirada/ Para no morir bajo la pinche rueda recién perfeccionada/ Y luego encenderte y ambos arrogantes/ Darnos por satisfechos porque una antorcha/ Que es antigua y feroz como la cueva amorosa/ Nos abruma de dicha/ Y te llamarías Berenice/ Y yo no me llamo de ningún modo/ Porque cuando me llamo/ Nadie acude/ Ni yo.

miércoles, 11 de junio de 2014

No me ayudes, compadre





Alma Delia Murillo.

Publicado en Sin embargo.com., el 7 de junio de 2014

 

Hay un círculo del infierno llamado Superación Personal que está justo antes de otro llamado Autoayuda, justito antes de caer en el peor de los horrores que se ha puesto de moda y se llama Coach de Vida.

Los tres son variaciones de un mismo mensaje: es usted tan pendejo, anda usted tan disminuido de sus capacidades elementales, que le tenemos que decir cómo ayudarse a sí mismo, cómo administrarse. Orientarle sobre qué pensar, qué comer, qué temer y qué desear. La única cosa que usted puede y debe desear es la felicidad.

Ese es el punto de partida de estas nobles enseñanzas. Vaya statement de la estrechez mental, ofensiva declaración de lo que debe ser el espíritu humano.

Masacre a la inteligencia, masacre a la complejidad del alma. Negocio altamente rentable, eso sí. Porque el miedo y el dolor han demostrado ser portafolios de inversión inmejorables una y otra vez, basta con mirar a esa exitosa empresa internacional llamada Iglesia Católica.

La felicidad es una idea políticamente correcta, una búsqueda adecuada que la sociedad aprueba y que, al plantearla como meta y hasta inventarle su día mundial en el calendario de celebraciones, la convierte en una aspiración ridícula, infantil e incluso opresora del espíritu.

La felicidad es un concepto tan manoseado, magullado y aspiracional que no hace más que achatar el infinito -y por ello estremecedoramente hermoso- registro de emociones de los seres humanos.

El gozo de la vida es otra cosa, el gozo de estar vivos puede aparecer y encendernos incluso en medio del dolor o del fracaso. Huy qué miedo: dolor y fracaso.

En una de esas pronto se convierten en palabras políticamente incorrectas y las desaparecen del diccionario. Por si acaso las voy a repetir: dolor y fracaso.

No sé ustedes pero yo no quiero que nadie me guíe hacia el éxito, no me imagino cómo un desconocido con sonrisa de triunfador y mirada de bondad divina – al que tendría que pagarle $500 o $600 por una hora de su tiempo para conversar en un café-, podría decirme qué hacer con mi vida, con mis heridas, con mis duelos, mis frustraciones, cómo asumir mis limitaciones y pararme todos los días sobre ese pantanoso y frágil equilibrio que es la existencia.

No.

Tampoco quiero que alguien me diga que debo sentirme feliz todas las mañanas porque tengo delante de mí la posibilidad de volver a cruzar la calle pero esta vez mirando el cielo y no el asfalto, el semáforo en verde y no en rojo, a la viejecita dulce y no al cabrón que me echó el automóvil encima… joder, para esas metáforas baratas prefiero volver a leer las Fábulas de Esopo y elegir si me identifico con la zorra vengativa o la garza engreída, o me convierto en la cigarra parrandera o en la estresada hormiguita trabajadora pero con fondo de ahorro para el retiro.

O hago mi propia mezcla y me la paso bomba: zorra y parrandera. Ya, me pongo seria.

Para decirlo finamente, muy mi pedo. Y el de cada uno de ustedes.

La mejor manera de manifestar respeto por lo sagrado del espíritu humano es dejándolo que sea.

Todas estas doctrinas aleccionadoras de la productividad y la buena onda nacen del prejuicio más dañino de todos, el que juzga que sólo hay una manera correcta de vivir la vida. Que no chinguen, era más humanista y progresista mi abuela con su “allá tú” y “cada quien con su cada cual”.

Ahí donde hay un gurú, siempre habrá manipulación. Una vez más los remito a las estadísticas de la historia para comprobarlo. Son incontables los casos donde han sido desmantelados los ominosos negocios de maestros de la vida, yoguis afamados, chamanes milagrosos y guías espirituales del éxito o del método infalible para hacer dinero.

Pero ¿por qué sigue funcionando?

Lo atribuyo a dos factores: nos da hueva pensar. Todos los conceptos prefabricados, masticados, peladitos y en la boca sirven para eso; para no tomarnos la fatiga de pensar. Y es que pensar es incómodo. Y la incomodidad es un estado muy pinche feo, extenuante, perturbador.

Y el segundo: en el fondo de nuestros corazones, lo único que estamos buscando es que nos quieran. Y para que nos quieran hay que ser simpáticos, sonrientes, prósperos y tolerantes, decretar positivamente …

Así que no, ni Life Coach ni Ted Talk o las pláticas de Ted que empezaron siendo interesantes, y ahora son una gran base de datos de pensamientos dogmáticos. Con perdón de todos los fanseses que sé que son millones. Ya pueden arrojarme tomates pero yo lo abrazaré humildemente, haré salsa cátsup para regalarla o venderla y con ello lo habré transformado en una experiencia positiva. Ya pues, estate seria, Alma Delia.

Estoy segura de que fracasos, necedades, malos humores y jetas incluidas; podemos estar ciertos de que la vida es fascinante. Y que, a pesar de todo ello, siempre habrá alguien que nos ame. Alguien con sus propios fracasos, malos humores y jetas incluidas.

Que nadie nos diga qué rumbo seguir ni nos ayude ni nos aleccione porque el territorio de los errores es sagrado, personal e intransferible.

Y como dice el clásico: alégrense, todo está perdido.

miércoles, 4 de junio de 2014

La crítica que falta




Artículo de Javier Aranda Luna publicado en el diario La Jornada en su edición de fecha 4 de junio de 2014.


veces pienso que en México el pecado mayor de un artista no es su mediocridad sino su ideología. Por eso vemos danzar en editoriales públicas y privadas a poetas anodinos y a narradores deshilvanados por las páginas de revistas y suplementos culturales.

También por eso es relativamente fácil toparse con esperpentos con el mote de esculturas en plazas y parques y se recuerda, más por su pureza ideológica a José Revueltas que por su genio literario. Fue un militante, sí, pero fue y sigue siendo sobre todo un gran escritor. Recientemente sus familiares se quejaron de eso.

Hace unos días le pregunté a Eugenia Huerta si veía a su padre Efraín El gran cocodrilo como un poeta marginal y confieso que su respuesta no me sorprendió: más que marginal ha sido un poeta marginado por su militancia comunista. ¿Será por ese mismo motivo que las editoriales públicas no han puesto a circular entre nosotros a la poeta Maya Angelou? Su penetrante voz llena de imágenes poderosas ¿no merecería ser conocida por los lectores de nuestro país y no recordarla sólo por su trabajo al lado de Martin Luther King?

Ya sé que se publicaron hace tiempo dos de sus libros pero conformarse con un par de volúmenes descatalogados no justifica, creo, que no tengamos alguna antología de sus poemas. Sobre todo si contamos con editoriales públicas cuyo objetivo es, me parece, acercarnos materiales de calidad.

Ignoro cuándo empezó exactamente la campaña de ninguneo contra Elena Poniatowska pero resulta claro que por hacer públicas de manera clara sus ideas políticas ha sido hasta el momento el blanco más claro de la canalla literaria y política en el México contemporáneo. El hostigamiento físico, verbal y simbólico del que ha sido víctima ha sido más constante y virulento que el que padeciera Octavio Paz cuando quemaron su efigie en una manifestación.

Esa campaña, no terminó, por supuesto, con el Premio Cervantes que acaba de recibir. Redactores con seudónimo o sin él volvieron a la carga para hacer patente su independencia censurando a una escritora que ha criticado en forma constante los abusos del poder.

Por eso da gusto encontrarse con una crítica de Elena Poniatowska que decidiera acercarse a la escritora de la mejor manera: leyendo sus libros. Parece una tarea infantil recordar que a los pintores se les debe criticar por la calidad de sus pinturas, a los arquitectos por sus edificios, a los músicos por sus interpretaciones y composiciones y no por sus militancias o su vida privada. La fe de Sor Juana no me aleja de su obra, ni los motivos religiosos de El Greco de sus imágenes.

Sara Poot Herrera, académica de la Universidad de California, acaba de publicar Viento, galope de agua. Entre palabras: Elena Poniatowska, volumen en el que analiza con minucia de cirujano la obra de la autora de Hasta no verte Jesús mío.

La especialista en literatura cumple sin pedantería con todos los protocolos de la academia para acercarnos a una de las voces más importantes de la literatura contemporánea de nuestro idioma. Erudita sin fatigar al lector, la investigadora repasa 60 años del trabajo literario de Poniatowska para señalarnos descubrimientos, recursos, apuestas literarias. La cocina íntima de la escritora.

Si la oralidad es una de las características de la literatura de los últimos años, Sara Poot nos demuestra cómo Poniatowska fue construyendo este recurso literario para encontrar su voz en las voces de otros. De muchos otros: de La noche de Tlatelolco a Tlapalería; de sus largas entrevistas a personajes como Josefina Bórquez que dio lugar a Jesusa Palancares, o al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo que se convirtió en Trinidad Pineda Chiñas en El tren pasa primero. ¿Y qué decir de la voces indiscretas y preguntonas de Lilus Kikus o de Mariana en La flor de Lis que Sara Poot nos señala se parecen mucho al tono y la curiosidad de la escritora?

Escribe Poot Herrera que la obra de Poniatowska es tan rica que puede abordarse de varias maneras: por géneros literarios, desde los estudios del género, en el marco de las culturas populares, desde la llamada subalternidad, a partir de la relación de la literatura y otras artes, o desde la oralidad de ese magnífico conjunto que es el trabajo escritural de Poniatowska.

Tlapalería es para la investigadora uno de los mejores textos de Elena Poniatowska, un modelo de oralidad del cuento mexicano actual. En este texto la voz narrativa desaparece, ni siquiera es una voz más entre las voces del texto: las voces, solas, cuentan.

Imposible seguir la minucia de análisis de Sara Poot Herrera en estas líneas. Sirva decir sin embargo que no conozco mejor pórtico de entrada para comprender el valor literario de la autora de Fuerte es el silencio que Viento, galope de agua. Entre palabras: Elena Poniatowska.

Cuánta falta hace la crítica literaria. Cuánto sobra la crítica ideológica en nuestras letras.

martes, 27 de mayo de 2014

Yo misma fui mi ruta




Julia de Burgos

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.


A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.

viernes, 18 de abril de 2014

El Gabo y sus pensamientos





Madrid, 17 abr (EFE).- Gabriel García Márquez fue uno de los escritores más importantes de la historia de la literatura, no solo por haber ganado en 1982 el Premio Nobel, si no por ser el principal exponente latinoamericano del “realismo mágico”.

Y por tener una de las prosas más poéticas de la literatura, reflejada en cada una de sus frases, entre las que destacan las siguientes:

 

Literatura:

Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.” (Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, Estocolmo, 1982).

Yo comencé a ser escritor de la misma forma en que me subí a este estrado: a la fuerza”. (“Yo no vengo a decir un discurso”, 2010).

Escribo para que quieran más. Creo que es una de las aspiraciones fundamentales del escritor” (Revista “Siesta”, España, 1977).

La música me ha gustado más que la literatura”. (“Juventud rebelde”, La Habana, 1988).

Una vez que hago en mis novelas la última lectura ya no me interesan, el libro es como un león muerto”. (Diario 16, Madrid, 1989).

Si uno no crea, es cuando le llega la muerte”. “Cuando no escribo, me muero; y cuando lo hago, también”. (Entrevista con Efe, Sevilla, 1994).

El gran reto de la novela es que te la creas línea por línea, pero lo que descubre uno es que ya en América Latina, la literatura, la ficción, la novela, es más fácil de hacer creer que la realidad” (La vida según…”, TVE, 1995).

La primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico”. (“Reforma”, México, 2000).

Como escritor me interesa el poder, porque resume toda la grandeza y miseria del ser humano” (Magazine-La Vanguardia, Barcelona, 2006).

 

Ortografía:

Hay que jubilar la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”. “Simplificar la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”. (Discurso de inauguración del I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas (México), 1997).

 

Premios:

Todos los premios son muy interesantes pero si ya tuve el premio que se considera máximo en Literatura, es mejor dejar los otros galardones para los que vienen detrás o delante”. (Declaraciones realizadas en Oviedo en 1994 por la polémica generada tras decir que no quería recibir el premio Cervantes, al que fue candidato).

 

Medios de comunicación:

Si los intelectuales no despreciaran tanto la televisión, ésta no sería tan mala”. (“Juventud Rebelde”, La Habana, 1988).

El periodismo es el oficio que le interesa “más en el mundo” y lo considera “como un género literario”. (“El espectador”, Colombia, 1991)

La crónica es la novela de la realidad”. (“El espectador”, Colombia, 1991)

La calidad de la noticia se ha perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia”.”A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor”. (Semanario “Radar”, Argentina, 1997)

En periodismo no se permiten los términos vagos o simples intentos. Hay que saber las palabras y los conceptos precisos”. (“El Colombiano”, Colombia, 1995)

 

Cine:

Mis relaciones con el cine son las de un matrimonio mal avenido, que no pueden vivir juntos ni separados”. (El País, Madrid, 1987)

No cabe ninguna duda acerca de que ya existe un cine latinoamericano, pero nosotros mismos no le hacemos caso. Hacemos las películas, pero no tenemos ni la distribución ni la exhibición, que son los dos elementos más importantes”. (“El Tiempo”, Colombia, 1991)

 

Fidel Castro:

Es el hombre más tierno que he conocido. Y es también el crítico más duro de la revolución y un autocrítico implacable” (Diario Pueblo, España, 1977)

Todos saben de mi amistad personal con Fidel Castro y que yo apoyo a la revolución cubana”. (Entrevista de radio. Hungría, 1992)

 

Política:

Ningún dirigente político, ningún jefe de Estado oye absolutamente a nadie. De manera que tener influencia en un jefe de Estado es lo más difícil que hay en este mundo, y finalmente ellos terminan teniendo mucha influencia sobre uno”. (“Juventud Rebelde”, Cuba, 1988)

El siglo XX se ha perdido por dos dogmas contrapuestos e igualmente extremos: el socialismo y el capitalismo. El dogma de la propiedad estatal contra el de la libre empresa”. (“La Repubblica”, Italia, 1992)

 

Colombia y América Latina:

El problema del narcotráfico es el problema de las drogas y que este problema se le está escapando, no solo a Colombia. Se le está escapando al mundo de las manos”. (Declaraciones tras mantener una reunión con el entonces presidente de EE.UU., Bill Clinton, en la Casa Blanca en 1997)

Para mí, lo fundamental es el ideal de Bolívar: la unidad de América Latina. Es la única causa por la que estaría dispuesto a morir”. (Semanario “Newsweek”, EEUU, 1996)

Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací” (“El País”, La Habana, 2005)

¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?”. (“Yo no vengo a decir un discurso”, 2010)

 

Familia:

 

Sobre su esposa afirmó: “Yo pude escribir todas mis obras gracias a que Mercedes se hizo cargo de los asuntos de la vida diaria como mantener la casa y pagar las cuentas cuando no teníamos con qué hacerlo, y también cuando tuvimos mucho. Cuando me meto a algunos de esos asuntos ella me dice: “No fastidies; lo único que tú sabes y debes hacer es escribir.” (Diario “Haaretz”, Israel, 1996)

 

 

Personal:

Mi percepción de la mujer es mágica”. (Diario “Haaretz”, Israel, 1996).

La paz es como la felicidad. Se dispone solamente a plazos y se sabe lo que se tenía después de que se ha perdido”. (Diario “Die Welt”, Alemania, 1988).

La fama estuvo a punto de desbaratarme la vida, porque perturba tanto el sentido de la realidad como el poder” (Magazine-La Vanguardia, Barcelona, 2006).

sábado, 12 de abril de 2014

Policrítica en la hora de los chacales




Julio Cortázar

 

Explicación del título: hablando de los complejos problemas cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política, inventando la palabra "policritique". Al escucharla pensé (también en francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir grito. Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un día con los chacales y las hienas.


De qué sirve escribir la buena prosa,
De qué vale que exponga razones y argumentos
Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,
Lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,
Vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,
Los chacales son sabios en los télex,
Son las tijeras de la infamia y del malentendido,
Manada universal, blancos, negros, albinos,
Lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman,
De qué sirve escribir midiendo cada frase,
De qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la
Conducta
Si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias,
Los policías disfrazados,
Los asesores del gorila, los abogados de los trusts
Se encargarán de la versión más adecuada para consumo de
inocentes o de crápulas,
fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se
instala,
y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta
tierra nuestra
que abre su diario y busca su verdad y se encuentra
con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando
baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien
cree
y hay quien olvida el resto, tantos años de amor y de combate,
porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es
falible
y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de
hoy con sus noticias invalida
todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente
traficado y mentido.

Entonces no, mejor ser lo que se es,
Decir eso que quema la lengua y el estómago, siempre habrá
Quien entienda
Este lenguaje que del fondo viene
Como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas.
Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación,
La reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario
Made in USA
Y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o
De la UPI
Donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria,
Donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos
Traducirán para él, con tanta generosidad,
Las instrucciones del chacal con sede en Washintong,
Las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva
nacional
Con mierda autóctona, fácil de tragar.
No me excuso de nada, y sobre todo
No excuso este lenguaje,
Es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
Los mando a todos a la reputa madre que los parió,
Y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que
Espero.

Diariamente, en mi mesa, los recortes de prensa: París,
Londres,
Nueva York, Buenos Aires, México City, Río. Diariamente
(en poco tiempo, apenas dos semanas) la máquina montada,
la operación cumplida, los liberales encantados, los
revolucionarios confundidos,
la violación con letra impresa, los comentarios compungidos,
alianza de chacales y de puros, la manada feliz, todo va bien.
Me cuesta emplear esta primera persona del singular, y más me
Cuesta
Decir: esto es así, o esto es mentira. Todo escritor, Narciso, se
Masturba
Defendiendo su nombre, el Occidente
Lo ha llenado de orgullo solitario. ¿Quién soy yo
Frente a los pueblos que luchan por la sal y la vida,
Con qué derecho he de llenar más páginas con negociaciones y
Opiniones personales?
Si hablo de mí es que acaso, compañero,
Allí donde te encuentran estas líneas,
Me ayudarás, te ayudaré a matar a los chacales,
Veremos más preciso el horizonte, más verde el mar y más
Seguro el hombre.
Les hablo a todos mis hermanos, pero miro hacia Cuba,
No sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina.
Comprendo a Cuba como sólo se comprende al ser amado,
los gestos, las distancias y tantas diferencias,
las cóleras, los gritos: por encima está el sol, la libertad.

Y todo empieza por lo opuesto, por un poeta encarcelado,
Por la necesidad de comprender por qué, de preguntar y de
Esperar,
Qué sabemos aquí de lo qué pasa, tantos que somos Cuba,
Tantos que diariamente resistimos el aluvión y el vómito
De las buenas conciencias,
De los desencantados, de los que ven cambiar ese modelo
Que imaginaron por su cuenta y en sus casas, para dormir
Tranquilos
Sin hacer nada, sin mirar de cerca, la luna de miel barata con su isla
Paraíso
Lo bastante lejana para ser de verdad paraíso
Y que de golpe encuentran en su cielito lindo les cae en la
Cabeza.
Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al
Descontento,
Sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas
Mejores,
Sí, pero de adentro es tan afuera a veces,
Y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los
que firman los virtuosos textos
por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te,
no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por
Cuba más allá del amor,
Qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza.
Pero me aparto ahora de su mundo ideal, de sus esquemas,
Precisamente ahora cuando
Se me pone en la puerta de lo que amo, se me prohíbe
Defenderlo,
Es ahora que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez más y
Más que nunca
Con tu Revolución, mi Cuba, a mi manera. Y mi manera torpe,
A manotazos,
Es ésta, es repetir lo que me gusta o no me gusta,
Aceptando el reproche de hablar desde tan lejos
Y a la vez insistiendo (cuántas veces lo habré hecho para el
Viento)
En que soy lo que soy, y no soy nada, y esa nada es mi tierra
Americana,
Y como pueda y donde este signo siendo tierra, y por sus
Hombres
Escribo cada letra de mis libros y vivo cada día de mi vida.
 

Comentario de los chacales (vía México, reproducida con alborozo en Río de Janeiro y Buenos Aires): “El ahora francés Julio Cortázar… etc.”. De nuevo el patrioterismo de escarapela, cómodo y rendidor, de nuevo la baba de los resentidos, de tantos que se quedan en sus pozos sin hacer nada, sin ser oídos más que en sus casas a la hora del bife; como si en algo dejara yo de ser latinoamericano, como si un cambio a nivel de pasaporte (y ni siquiera lo es, pero no vamos a poner a explicar, al chacal se lo patea y se acabó) mi corazón fuera a cambiar, mi conducta fuera a cambiar, mi camino fuera a cambiar. Demasiado asco para seguir con esto; mi patria es otra cosa, nacionalista infeliz; me sueno los mocos con tu bandera de pacotilla, ahí donde estés. La revolución también es otra cosa; a su término, muy lejos, tal vez infinitamente lejos, hay una magnífica quema de banderas, una fogata de trapos manchados por todas las mentiras y la sangre de la historia de los chacales y los resentidos y los mediocres y los burócratas y los gorilas y los lacayos.

Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier
parte,
hay cosas que no trago,
hay cosas que no puedo tragar en una marcha hacia la luz,
nadie llega a la luz si saca a relucir los podridos fantasmas del pasado,
si los perjuicios, los tabúes del macho y de la hembra
siguen en sus maletas,
y si un vocabulario de casuistas cuando no de energúmenos
arma la burocracia del idioma y los cerebros, condiciona a los
pueblos
que Marx y que Lenin soñaron libres por dentro y por fuera,
en carne y en conciencia y en amor,
en alegría y trabajo.
Por eso, compañeros, sé que puedo decirles
Lo que creo y no creo, lo que acepto y no acepto,
Está mi policrítica, mi herramienta de luz,
Y en Cuba sé de ese combate contra tanto enemigo,
Sé de esa isla de hombres enteros que nunca olvidarán la risa y
La ternura,
Que las defenderán enamoradamente,
Que cantan y que beben entre turnos de brega, que hacen
Guardia fumando,
Que son los que buscó Martí, lo que firmaron con su sangre
Tantos muertos
A la hora de caer frente a chacales de dentro y a chacales de
Fuera.
No seré yo quien proclame al divino botón el coraje de Cuba y
Su combate;

Siempre hay alguna hiena maquinada de juez, poeta o crítico,
Lista a cantar las loas de lo que odia en el fondo de sus tripas,
Pronta a asfixiar la voz de los que quieren el verdadero diálogo,
El contacto
Por lo alto y por lo bajo: contacto con ese hombre que manda
En el peligro porque el pueblo
Cuenta con él y sabe
Que está ahí porque es justo, porque en él se define
La razón de la lucha, del duro derrotero,
Porque jugó su vida con Camilo y el Che y tantos que pueblan
De huesos y memorias la tierra de la palma;
Y también en contacto Con el otro, el sencillo camarada que necesita la palabra y el rumbo
Para impulsar mejor la máquina, para cortar mejor la caña.

Nadie espere de mí el elogio fácil,
Pero hoy es más que nunca tiempo de decisión y de aguas
Claras:
Diálogo pido, encuentro en las borrascas, policríticas diaria,
No acepto la repetición de humillaciones torpes,
No acepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda
Bien después de cada ejemplo,
No acepto la intimidación ni la vergüenza. Y es por eso que
Acepto
La crítica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el
timón,
de aquellos que pelean por una causa justa, allá o aquí, en lo
alto o en lo bajo,
y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero
escritorio
y busco humildemente la verdad en los hechos de ayer y de
mañana,
y te busco la cara, Cuba la muy querida, y soy el que fue a ti
como se va a beber el agua, con la sed que será racimo o canto.
Revolución hecha de hombres,
Llena estarás de errores y desvíos, llena estarás de lágrimas y
Ausencias,
Pero a mí, a los que tantos en horizontes somos pedazos de
América Latina,
Tú nos comprenderás al término del día,
Volveremos a vernos, a estar juntos, carajo,
Contra hienas y cerdos y chacales de cualquier meridiano,
Contra tibios y flojos y escribas y lacayos
En París, en La Habana o Buenos Aires,
Contra lo peor que duerme en lo mejor, contra el peligro
De quedarse atascado en plena ruta, de no cortar los nudos
Machetazo limpio,
Así yo sé que un día volveremos a vernos,
Buenos días, Fidel, buenos días, Haydée, buenos días mi Casa,
Mi sitio en los amigos y en las calles, mi buchito, mi amor,
Mi caimancito herido y más vivo que nunca,
Yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus
Músculos,
Todos juntos iremos a la zafra futura,
Al azúcar de un tiempo sin imperios ni esclavos.

Hablémonos, eso es de hombres: al comienzo
fue el diálogo. Déjame defenderte
cuando asome el chacal de turno, déjame estar ahí. Y si no lo
quieres,
oye, compadre, olvida tanta crisis barata. Empecemos de nuevo,
di lo tuyo, aquí estoy, aquí te espero; toma, fuma conmigo,
largo es el día, el humo ahuyenta los mosquitos. Sabes,
nunca estuve tan cerca
como ahora, de lejos, contra viento y marea. El día nace.

FIN
(Publicado en: www.ciudadseva.com)

viernes, 4 de abril de 2014

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo



Octavio Paz en 1938 Foto tomada del libro México inédito; Carla Zarebska y Alejandro Gómez


Antonio Valle

l

Como Antonio Machado, Octavio Paz creía en lo otro, en la “esencial heterogeneidad del ser”; “en la increíble otredad que padece lo uno”. Estas líneas, que forman parte del epígrafe con el que Octavio Paz comienza El laberinto de la soledad, establecen la ruta principal que seguirá el poeta en este ensayo clásico para abordar el problema de la identidad de los mexicanos; tentativa permanente por explicar los fragmentos de múltiple procedencia existencial en que vivimos, esa incurable otredad que padece lo uno, ese “yo”, que, en sus orígenes infantiles –con todo lo que implica de inocencia–, será una fuente de alteración ambivalente, una fuente dual de amor y odio; un “yo” ligado también a los compañeros mágicos que tanto han nutrido a la poesía, a las literaturas fantásticas, a las filosofías y personajes especulares que se han enamorado y rebelado frente a los espejos. Otredad del sujeto atado a una ley anterior y exterior a él mismo. Así, para el psicoanálisis, el inconsciente no se concibe como un ser escondido en el sujeto, sino como algo –alguien– transindividual y como discurso del otro.

II

Al darse cuenta de que en México concurren distintas razas y lenguas, así como varios niveles históricos, Octavio Paz se propuso operar con algunos de los elementos psicoanalíticos que Samuel Ramos utilizó en El perfil del hombre y la cultura en México, análisis anímico de corte antropológico empleado en El laberinto... que puede ilustrase con la metáfora de las pirámides, de las ciudades y el alma, donde –dice Paz– “se mezclan y superponen nociones y sensibilidades enemigas y distantes”. Separar y poner en claro el funcionamiento de los diversos fragmentos y elementos de esta mezcla, enredo o palimpsesto, fue la tentativa principal del legendario ensayo, cuyo objetivo final –o imán– sería provocar que “subieran a la conciencia aquellas capas”; “confluencia de muchas corrientes y épocas” que permanecían ocultas o veladas. Fue a partir de una temporada en la que Octavio Paz vivió en Los Ángeles, que obtuvo algunos vislumbres de una “mexicanidad que no acababa de ser”, (que) “no acababa de desaparecer”. Para desarrollar sus tesis analizó la figura del pachuco, cercana a la del caifán, que entre otros avatares de “lo mexicano” en Estados Unidos, ha integrado una sucesión de seres míticos que viven en una soledad abismal, pero que tampoco han cesado en su empeño de encontrar su propia identidad y origen.

¿Qué bulle dentro de nosotros que nos provoca tanta vergüenza y apocamiento? El cambio experimentado por los mexicanos, desde que apareció El laberinto de la soledad hasta nuestros días, ha sido pesado, lento, doloroso y contradictorio, pero comienzan a verse algunas luces y señales con las que podemos reanudar el diálogo desde el fondo de esas aguas estancadas, desde esos estamentos, fronteras y callejones que nos separan y dividen para que sea posible reanimarnos.

III

Paz dice que los mexicanos somos grandes simuladores, que nos convertimos –y convertimos a los demás– en fantasmas, los ninguneamos, obramos como si no existieran; así, “la sombra de ninguno se extiende sobre México”, sombra existencial y psicológica que perfectamente puede verse durante las pobres participaciones internacionales que “tenemos” en las competencias de futbol, juego y pasión nacional por excelencia; incluso, durante varios años al mismo Octavio Paz se le ha infamado y exaltado.

No parece que ese juego haya terminado porque a su obra, mal o escasamente leída, se le hizo un vacío; es una obra a la que “cualquiera” (otra variante de ninguno) podía descalificar y ningunear. Por ejemplo, a raíz de su muerte, cierta derecha intelectual con una formación precaria lo criticaba por haber escrito “incomprensibles” ensayos  como El arco y la lira, poemas herméticos (igualmente impenetrables) como “Blanco”, o ensayos radicales y críticos como El ogro filantrópico. Por el contrario, una izquierda intelectual tipo rancherita ilustrada, “no se la acababa” con las declaraciones políticas de Paz en torno a las dictaduras comunistas, a los caudillos autócratas y a los caciques territoriales. En ambos casos, lo que menos le importaba a estas fracciones “eruditas” eran sus magníficos ensayos y poemas. Por supuesto, parte de estas prácticas, que suelen ser rituales y dramáticas, se traducen en argumentos y opiniones diametralmente excluyentes, y pueden explicarse a la luz de los elementos que el mismo Paz ofrece en El laberinto de la soledad, mutua incomunicación de algunos estratos pensantes y represión de “algo inconfesable” (acaso intereses de grupo de vocación autoritaria) que, como mexicanos inteligentes y sensibles, nos ha impedido –hasta ahora– conversar y ser.

Precisamente algo de las múltiples virtudes que debe agradecerse en el laberinto de nuestro ancestral retraimiento, es el empleo de la cuarta persona del plural, un “nosotros” incluyente que, de esta manera, nos ofrece una perspectiva integral de México. Por otro lado, es necesario decir que existen sectores académicos e intelectuales que, ejerciendo una crítica democrática, han sabido desarrollar un diálogo inteligente, no absurdo (del latín: de sordos) pero tampoco apabullado ante la inmensa obra de Octavio Paz.

IV

Algunos temas y expresiones de El laberinto... parecen haber sido escritos entre 2013 y 2014. Por ejemplo: “matamos porque la vida, la nuestra y la ajena, carece de valor”. De nuevo, desde la cuarta persona del plural, Paz habla, desde hace más de medio siglo, de una violencia ancestral que en la “postmodernidad” –concepto ahistórico y estético que a Paz le fastidiaba un poco–, a través de la violencia y el crimen, sigue campeando en México, ahora con mayor crudeza. Entre otras cosas, dice Paz, “el mexicano no quiere ser ni indio ni español”; “se vuelve hijo de la nada”; cree que él “empieza en sí mismo”, situación psíquica y existencial que le genera una sensación de vivir en un estado de falta, de soledad y culpa irremediable.

V

A mediados de la década de los setenta, en los ambientes juveniles y universitarios de izquierda, Octavio Paz era un escritor al que pocos queríamos leer –ni siquiera buscábamos El laberinto de la soledad. Se decía que en ese ensayo clásico, además de haber imitado el método psicoanalítico utilizado por Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México, Paz había abjurado de una tradición política vinculada a las izquierdas; se decía que era un joven romántico que se había hecho presente con el bando republicano en la Guerra civil española y después un hombre que renunció a la embajada de India al enterarse de la tragedia en México 68.

Dejé de criticar a Octavio Paz, poeta al que sólo conocía de oídas, cuando abrí una vieja edición de El laberinto de la soledad. Entonces me enteré de que, para Paz, Samuel Ramos había iniciado un examen del mexicano que fue la “primera tentativa seria por conocernos”. Ingenuamente trataba de descubrir los argumentos con los que Octavio Paz pretendía justificar su distanciamiento ideológico de las izquierdas. Esa edición, publicada por el FCE en 1967, no incluía el vibrante texto en el que Paz hacía un ajuste conceptual en torno al pasado precolombino, tema álgido por el que frecuentemente fue cuestionado, donde reconocía y daba visibilidad a una parte sustancial del poliedro cultural e histórico de los mexicanos. Por otro lado, cuando en la década de los ochenta se llevaron a cabo las reformas radicales que adoptó la Perestroika (puntilla del llamado socialismo real que culminó con la caída del Muro de Berlín), se confirmaron las tesis políticas que Paz venía sosteniendo desde varias décadas atrás, cuando el poeta solía decirle a sus exaltados interlocutores: “usted no quiere dialogar conmigo, usted pretende avasallarme”, frase que ilustra el interminable diálogo de sordos que se representó en algunos debates públicos. Como toda confrontación política, esas batallas llenas de pasión y excesos verbales, más tarde fueron llevadas a las páginas de revistas y suplementos culturales en donde grupos, capillas y fracciones radicales solían –y suelen todavía– seguir adelante con una lucha ancestral, lucha que tenía el semblante ligeramente fratricida con el que los mexicanos históricamente habían resuelto sus diferencias, disputa ideológica y política que lentamente se fue convirtiendo en el déjá vu recurrente de los intelectuales sumisos (agachados por conveniencia y/o deslumbramiento) y la de los chingones (alzados y desafiantes ante la originalidad y el poder de la obra realizada por Octavio Paz). Así, a la sombra de Paz, la derecha intelectual condenaba por igual a genuinos demócratas que buscaban salir de la larga noche en que las dictaduras militares habían hundido a varios países de América Latina; mientras que la izquierda solía defender a caudillos autócratas y violentos.

VI

Fue a principios de los ochenta cuando, obligado a guardar reposo, comencé a ver por el Canal 2 de la televisión (otra señal ominosa de los cambios experimentados por Paz) algunos de los programas realizados con un formato y una producción que a la mayoría de televidentes debió aburrirlos hasta el cansancio. Entonces, como hoy, se trataba de un auditorio acostumbrado a colocarse frente a las pantallas para dejar “pasar el tiempo” mientras que, divertido y sin pensar, desarrollaba nuevos hábitos de consumo; era justo lo contrario de lo que proponían aquellas célebres conversaciones con Octavio Paz interactuando con algunos personajes inteligentes y sensibles.

VII

A la distancia, y parafraseando con el concepto –primero poético y luego psicoanalítico– de “exponer” el “pasado en claro”, ese juego de reconsideraciones históricas cuyo resultado es estimulante ha provocado una nueva síntesis veteada de luz y sombra. Así, además de los ajustes hechos en Otra vuelta al laberinto de la soledad, en el discurso “La búsqueda del presente” que pronunció al recibir el Premio Nobel, Paz dijo que “el México precolombino nos habla en el lenguaje cifrado de mitos y costumbres”. Es  necesario terminar por descubrir ese lenguaje oculto, para que la búsqueda del presente sea “la búsqueda de la realidad real”.

VIII

Por último, al reflexionar en torno a la Revolución mexicana, Octavio Paz piensa que fue “la explosión de una realidad histórica y psíquica reprimida”, y que “más que una revolución fue una revelación”, develamiento que, después de asomarse a la conciencia por unos instantes –como al final de un sueño–, volvió a hundirse en esa especie de inconsciente colectivo que es México, donde se ocultaron no sólo los dioses y las distintas realidades políticas y étnicas, sino los distintos tiempos que siguen latiendo en el país. Por eso –continúa diciendo Paz– un día descubrió que “volvía al punto de partida”, que la modernidad –ese concepto tan caro para el maestro– implicaba hacer un descenso a los orígenes. “En mi peregrinación en busca de la modernidad”, continúa diciendo Paz, se dio cuenta de que “hoy es la antigüedad más antigua… Habla en náhuatl, traza ideogramas chinos del siglo IX y aparece en la pantalla de televisión… es simultaneidad de tiempos y de presencias”. De ahí debe surgir el otro tiempo, el verdadero. Hoy, cuando “la supuesta racionalidad de la historia se ha evaporado”, es preciso acelerar la reflexión en torno a la identidad y el “alma” del mexicano, ese ser que “cuando se expresa se oculta”; es preciso afinar cierta metodología de tipo psicoanalítico que nos permita re-conocer “nuestros mitos y creencias”, así como “nuestra vida erótica”, para completar los análisis emprendidos por Octavio Paz y por Samuel Ramos, a los que habría que agregar el nombre y la obra de Leopoldo Zea y de Edmundo OGorman (citados por Paz en El laberinto...); los nombres de Bolívar Echeverría y de Ricardo Pozas, los de Luis Villoro y de Miguel León-Portilla, de Laurette Séjourné y Eduard Seler, los de Carlos Fuentes y  Carlos Monsiváis y Roger Armando Bartra, entre muchos otros ilustres compatriotas y extranjeros con los que es necesario dialogar para acercarnos a la verdad oculta, al inconsciente que late bajo las máscaras taciturnas y solares de los mexicanos.