Francisco RIVAS LINARES
Con
diferentes actividades literarias se conmemora el centenario del natalicio de
una de nuestras figuras más influyentes en el ámbito de las letras: Octavio
Paz.
El
31 de marzo de 1914 vio la luz primera en la ciudad de México quien fuera considerado
por Lloyd Mallan como uno de los poetas pertenecientes a la generación creadora,
no solo de nuevas formas lingüísticas, sino incluso de imágenes y sonidos.
Junto
con Efraín Huerta, Neftalí Beltrán y Alberto Quintero, comenzó a difundir sus
párvulas obra en las revistas “Barandal”, “Cuadernos del Valle de México” y
“Taller Poético”, antecedentes inmediatos de la revista “Taller” que fue
publicada en el periodo de 1938-41 y misma que les diera nombre a este notable
grupo.
“La poesía es
conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo.
La actividad poética es revolucionaria por naturaleza, ejercicio espiritual; es
un método de liberación interior.” Así inicia su obra
relevante publicada en 1956, “El Arco y
la Lira”, puntualizando su autor el compromiso ineludible del poeta: despertar la efervescencia interior del
Hombre libre, crear conciencia (que no manipular) de su realidad circundante.
El concepto es coincidente con lo que expresa el chileno Pablo Neruda, quien
aseguró que toda poesía es realista y en
tal cualidad subyace la tendencia transformadora de las sociedades.
Paz
fue testigo y partícipe de la Guerra Civil en España. En comunión con el
español Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, se indignaron ante la derrota de la
República Española cuyos defensores se vieron obligados al éxodo. Así lo
expresa:
“Van los hombres partidos por la guerra,
empujados de sus tierras a otras,
hombres que sólo llevan ya la muerte,
su diminuta muerte,
vagos semblantes sementeras,
deslavadas colinas y descuajados árboles.
La guerra los avienta,
campesinos de voces de naranja,
pechos de piedra, arroyos, torrenteras,
viejos hermosos como el silencio de altas torres,
torres aún en pie,
indefensa ternura hundida en las bodegas.”
La
trivialidad no aplica en la obra de Octavio Paz y esto es lo que –posiblemente-
lo haga difícil de entender y sea adjetivado como un poeta verdaderamente amargo. No obstante, la comunicación que
establece con sus lectores está revestida de cierto dinamismo por los temas
obsesivos que en ella se advierten: la soledad y la muerte:
“Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.”
Pero
su grito no sólo constituye una rebeldía ante el binomio soledad-muerte, sino
también ante la pequeñez del hombre, aceptación frente una naturaleza que le devora…“¿Dónde está el hombre, el que da vida a las
piedras de los muertos, el que hace hablar piedras y muertos?”
Octavio
Paz es un auténtico poeta revolucionario tanto en lo político como en su
producción literaria. La palabra en sus versos adquiere flexibilidad y lleva al
idioma hacia cimas elevadas. Su rechazo al tradicionalismo cultural, expresivo,
en que se encontraban inmersos sus antecesores, le hizo adoptar formas nuevas y
contenidos auténticos para estructurar lo verdaderamente mexicano. Por esta
razón Emir Rodríguez Monegal afirma que
la muerte, tema tan nuestro, “… atraviesa como un hilo oscuro la compleja trama
de la obra entera de Octavio Paz.”
Esto
no debe implicar una aseveración irrefutable al asegurar el tema de la muerte
como leit
motiv, pues sería tanto como negar los motivos varios que se aprecian en
sus poemas y mismos que surgen como cuestionadores del “yo” real.
“Piedra
del sol”, poema escrito en el año de 1957 es un himno al planeta Venus,
revestido de un simbolismo exuberante. Consta de 584 versos endecasílabos, uno
por cada día de la revolución del planeta. Se advierte una doble textura: la
visión y la memoria:
“madrid, 1937
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes escupidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se armaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso…”
La
forma circular del poema lo hace excepcional y extraño, pues sin tener la
mayúscula inicial ni el punto final, termina como principió:
“un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol ,bien plantado más danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:”
A
partir de la década de los cincuenta, junto al Paz poeta crece el Paz
ensayista, y se presiente su desesperación por descubrir y explicarse la
historia de su patria: “El Laberinto de la Soledad” y “Posdata” son los más
representativos. Ya en otra entrega comentaré sobre ambas obras.
*Tomo
el título con que se identificó el homenaje rendido a Octavio Paz en 1984

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